Como viene siendo habitual desde que me matriculé para estudiar derecho en la UNED, después de la navidad viene la época en la que desaparezco para preparar los exámenes de febrero que, además, este año los han puesto más temprano que nunca, y ya no son exámenes “de febrero” sino que los hacemos más bien en enero. De hecho, la semana que viene tengo el primero. Además, otros años, en lugar de examinarme de todas las asignaturas (recordemos que en realidad no me matriculo del curso completo) he decidido dejarme una asignatura para septiembre. Sin embargo, parece que me voy haciendo viejo y necesito descansar un poco más, así que este año he decidido esforzarme por tener algo más de tiempo libre y voy a intentar aprobarlas todas en febrero y junio… lo que significa que esta evaluación tendré que esforzarme en sacar una asignatura más que otros años.
Todo esto significa que no tengo mucho tiempo para publicar por aquí, aunque estoy haciendo lo posible para publicar una entrada semanal en el blog de la.trans.tienda (publico los martes). El contenido de ese blog es menos personal que lo que escribo por aquí, pero pienso que aún así puede resultar interesante, así que para quienes os gustaría tener noticias mías con más frecuencia, os invito a daros una vuelta por allí. En ocasiones, siento tentaciones de publicar por duplicado, y a veces, incluso “caigo en la tentación”, pero lo normal es que cada blog tenga sus propios contenidos. Por otra parte, para quienes os gusta recibir las entradas nuevas en vuestros e-mails, el blog de la transtienda no tiene servicio de envío automático, aunque aproximadamente una vez al mes yo envío un e-mail “recapitulador” de las novedades de la web, que suele incluir las novedades del blog. Si te interesa, puedes suscribirte desde este formulario.
Dicho esto, vamos a lo que vamos.
El jueves pasado se registró (por fin) la proposición de ley integral de no discriminación por razón de identidad de género y transexualidad para Andalucía, y eso se merece que deje de estudiar un ratito para contarlo.
No voy a hablar del proceso que nos ha llevado hasta aquí. No puedo. No es por miedo a lo que pueda pasar si toda la mierda que he visto sale a la luz (aunque seguro que sería algo así como poner la mierda delante de un ventilador), sino porque ha sido indescriptiblemente horroroso. El motivo por el que he bajado el ritmo de posteo es, en parte, que me siento incapaz de hablar de las cosas de las que realmente quisiera hablar, y en parte, que siento que es mejor que esas cosas se queden dentro de mí y no vayan más allá de donde han ido.
La cuestión es que después de este viaje terrible, que ojalá nunca tenga que repetir, por fin tenemos un texto registrado. El registro se realizó el jueves día 17 de enero, y aunque estuve invitado a ir, no tuve la oportunidad de hacerlo por falta de dinero, y también porque justo ese día tenía un exámen (y el día de antes, tuve dos exámenes). Aun así, este ha sido un momento emocionante para mí ¡Nos ha costado tanto trabajo llegar!
Este texto ha sido fruto del diálogo y la negociación entre los colectivos trans de Andalucía (incluyendo a la asociación de madres y padres de menores de edad trans, que hablan por sus criaturas), y los grupos políticos PSOE e IU. Pero, además, el debate ha saltado de la mesa de negociación a organizaciones GLTB de toda España. Hay muchos recelos. Muchas personas vaticinan que esta ley nunca llegará a llevarse a la práctica, porque es imposible que a las personas trans se nos trate de la misma manera que a las personas cis (esta opinión la escucho, sorprendentemente en la boca de personas que se adhieren a los movimientos trans “alternativos”, feministas y no binarios). Otras personas (generalmente relacionadas con la FELGTB) vaticinan que con esta ley se perderán todos los derechos ganados en el pasado. Como viene ocurriendo desde que empecé a realizar acciones políticas, sé que muchas personas están preparadas para abrir las botellas de champán cuando esto salga mal, y así poder demostrar al mundo que sólo ellas saben hacer las cosas, mientras se mantienen en silencio, no vaya a ser que salga bien y queden en evidencia. Si sale bien, ya harán lo posible para colgarse la medalla ellas.
Sin embargo, también hay muchos apoyos, muchas miradas, muchas esperanzas, puestas sobre esta ley. Todos los meses varias personas me escriben preguntando “¿Ya se ha aprobado la ley? ¿Puedo escapar ya de las garras de la UTIG?” Las personas trans de toda España estamos preparadas para ser libres, incluso a pesar del horror de los agoreros que abrazan con temor sus cadenas.
Mi valoración de la propuesta que al final ha entrado en el parlamento es positiva, pero con reparos. Pienso que puede ser una buena ley. Cuando me siento optimista, creo que en el futuro podré estar orgulloso de haber contribuido a ella, y que daré por bien empleado este año horrible.
Sin embargo, cuando me siento pesimista, tengo dudas. De hecho, tengo una sola duda, y está relacionada con la eficacia de la ley. Se prevé una documentación acreditativa de la identidad, y ya hay gente que está empezando a hablar de una “tarjeta”, como si las personas trans necesitásemos llevar una especie de DNI secundario que nos identifique. Tal tarjeta podría ser la excusa para hacer ineficaz esta ley ¿Cuánto tiempo puede pasar para que la Administración Andaluza estableciese como se generaría ese documento y qué efectos tendría? ¿Es posible que la Administración dote de una tarjeta identificativa con carácter general a los ciudadanos? ¿Quedaría condicionada toda la eficacia de la ley a la emisión de esa tarjeta, convirtiendo esta ley en papel mojado, como ha ocurrido con la Ley del País Vasco?
En realidad, nuestra intención al hablar de documentación acreditativa, nunca fue la de que se nos diese una tarjeta, ni nada similar. Lo único que necesitamos es un documento que llevar ante la administración, para que cada administración realice el reconocimiento de la identidad de género. Podría ser muy bien una resolución administrativa, expedida en un simple folio, que pusiera “Fulanx de Copas, con sexo x, y número de DNI xxxxx, manifiesta ante la Administración de la Comunidad Autónoma de Andalucía que esa es su identidad, quedando obligada dicha administración a la modificación de cuantos documentos relativos a esa persona sean necesarios para realizar el reconocimiento legal de dicha identidad, tal y como se establece en la Ley x/2014 integral de no discriminación por razón de identidad de género y transexualidad”. Con ese documento, una persona podría ir a su centro de salud y gestionar el cambio de nombre en la tarjeta sanitaria, matricularse en cualquier centro de estudios o universidad y obtener un carnet de estudiante con su nombre, hacerse el carnet de la biblioteca, etc.
Se trata de una cuestión muy sencilla, muy fácil de llevar a cabo, y que no debería representar ningún problema en su ejecución. Sin embargo, me doy cuenta de que en las mentes de la mayoría de las personas sigue fija, como grabada a fuego, la idea de que somos “hombres que quieren ser mujeres, y eso requiere un tratamiento especial y muy complicado ya que es una cosa extrañísima que es difícil de manejar”.
La realidad es que somos hombres que quieren ser hombres, y mujeres que quieren ser mujeres, y a los que se nos está denegando la posibilidad de obtener una documentación adecuada. No necesitamos una documentación especial, un carnet distinto ni que, como me comentaba una amiga hace poco, nos cosan una estrella de David en el abrigo. Únicamente necesitamos que nos den los mismos carnets que a los demás, con nuestro nombre escrito, igual que a los demás, y ya está. No debería ser difícil, y, sin embargo, temo que esta pueda ser la última batalla donde perdamos esta guerra tan penosa.
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