Cuando empecé a pensar en escribir esta entrada, me imaginé a Manolo Caro y Paco León diciendo: «in ictir cis hiciendi di mijir trans, mimimi», mientras repasaban las partes del guión en las que aparece Paco haciendo de María José, la ex-pareja trans española de una de las protagonistas de La Casa de Las Flores.

La primera noticia que tuve sobre ésta serie fue hace unos meses, cuando Paco León se hacía una foto en el baño, con peluca, explicando que hay que meterse en el papel en todas las circunstancias. La polémica saltó a las redes sociales muy rápidamente. ¿Es correcto o incorrecto que un hombre cis haga de mujer trans? Tanto el propio Paco León como el director de la serie, Manolo Caro dieron unas opiniones al respecto que, siendo amables se puede decir que son poco convincentes, y siendo menos amables, se podría decir que son transfóbicas.

Con la fugacidad que caracteriza las relaciones sociales a finales de ésta segunda década del S. XXI, la polémica desapareció tan rápido como llegó, y ya nadie se acuerda de ella. Sin embargo, tanto el actor como el director debían saber de antemano que iba a ocurrir, porque ya se había debatido sobre el tema antes. Y en ese momento no les importó un pimiento, o tal vez hasta les pareció buena cosa. Más polémica, más promoción, más audiencia, y a reirse de los ofendiditos. Especialmente si las ofendiditas somos personas trans, que, al fin y al cabo tan sólo importamos cuando se puede sacar tajada de nosotras.

Un tiempo después, Paco dijo en su twitter «hoy por hoy no volvería a aceptar un papel de mujer trans. Crees que estás ayudando y el efecto es el contrario. Es un tema complicado«. De Manolo Caro lo último que sé es que defenía su libertad como creador, que nadie pone en duda. Espero que a estas alturas se haya dado cuenta de que igual que existe la libertad de crear, existe la libertad para criticar la obra y los medios utilizados por el autor.

Hoy no voy a entrar sobre esa polémica. Hoy voy a explicar por qué se nota que en La Casa de las Flores no han colaborado personas trans.

¿Son las mujeres trans hombres con faldas? Cómo representar mal la transexualidad.

La serie empieza mal. Ya muy al principio nos presenta la otra Casa de Las Flores. Un cabaret de travestis o transexuales (no se aclara la cuestión)
no son más que ceros a la izquierda, al servicio de los personajes cis protagonistas. Esperpentos vacíos de personalidad que pasan del llanto al baile, de la canción al lamento, que tan sólo se preocupan de su maquillaje y su vestuario, y que tienen que ser dirigidas por una persona cis para sacarles rendimiento y que la familia obtenga pingües beneficios gracias al cabaret mientras que ellas no sabemos cómo viven.

Entonces aparece María José, aka José María (el personaje de Paco León). Una abogada española que viaja a México a salvar al padre de su ex mujer de un lío en el que se ha metido. Un personaje fuerte, inteligente, con habilidades…

Es un personaje que casi me convence de cerrar los ojos a que la persona que lo interpreta es un hombre cis. Una de las primeras frases que nos deja es «ésto no es un disfraz», resfiriéndose a su indumentaria, y respondiendo a una de las objecciones que las activistas trans ponen a los actores cis: que dan a entender que una mujer trans no es más que un hombre con faldas.

Pero es que Paco León lleva falda todo el rato. El resto de los personajes femeninos van alternando, pero María José no. La vemos constantemente con falda. Y con ese pelucón rubio (en las escenas en las que Paco hace de José María, le vemos con su pelo natural, castaño, un poco cano y algo ondulado, que contrasta con esos pelos rubios y estirados de peluca barata del Aliexpress).

Aún así, lo habría pasado por alto. Yo estaba dispuesto a darle una oportunidad. Si no fuera porque el personaje, una abogada de la ostia, ha tenido el pequeño fallito de no cambiar su nombre y sexo legal. «¿Pero no has cambiado de nombre?», le pregunta su ex mujer. «Ups», responde María José. Porque claro, las personas trans somos demasiado tontas para saber que si no te cambias de nombre y sexo legal, vas a tener problemas sin cesar.

Podría haber sido que María José no hubiese podido cambiar de nombre y sexo legal, pero de ser así, el personaje lo habría explicado. Podría ser que María José hubiese decidido no cambiar de nombre y sexo legal a modo de reivindicación de la visibilidad trans, pero María José no dice ni pío. María José sólo dice «ups», porque aunque es una abogada de la ostia, ni se le había ocurrido que no cambiar de nombre legal le podría traer complicaciones. Al parecer María José vivía hasta ese momento en una España paralela donde la vida de las personas trans es maravillosa y nadie tiene ningún problema en conservar su nombre y sexo asignado al nacer. O a lo mejor María José no vivía en una España paralela. A lo mejor es que simplemente es lela, como las otras trans del cabaret. A lo mejor es que al director le hacía falta meter una o varias escenas en que a María José la tratan mal para demostrar lo transfriendly que es, y lo mucho que se preocupa por la situación de las personas trans.

Entre nosotros: yo creo que es la tercera opción. Al director le hacía falta maltratar a María José para quedar bien él. Porque últimamente maltratar a las mujeres en la pequeña pantalla es lo más. Por eso no hay película, ni serie española en la que no haya una mujer-víctima, sufriendo un montón por la crueldad de la sociedad.

Pero bueno, era un detallito. Tampoco hay que ser tan quisquilloso, y yo estaba dispuesto a hacer la vista gorda otra vez. Me gustaba ver que había posibilidad de que María José y su ex se reconciliaran. Me habría gustado todavía más que no hubiese tenido que salir del armario ante toda su familia política, y que ya lo hubiesen sabido de antes, pero no se puede tener todo. Además, no me pusieron la típica escena de «me tomo mis hormonas», en la que hasta mis adoradas hermanas Wachowsky cayeron en Sense 8. Eso era un punto a favor.

Hasta que de repente las tetas de María José de repente son territorio público. Porque los pechos femeninos no. Los pechos femeninos son una cosa privada. Pero una tetas de mujer trans, son tetas de hombre, así que son territorio público. Todo el mundo las puede ver, preguntar por ellas, y hasta palparlas. Sin ningún problema, oiga, como lo más normal del mundo.

Y entonces, de manera totalmente gratuita, me meten a María José en el vestuario de los hombres, diciendo «¡No nos vamos a asustar, que tenemos todos lo mismo!». Y ahí sí. Ahí ya no puedo hacer más la vista gorda. A pesar de todos los alegatos de los dos primeros capítulos en los que aparece, María José, con la boca de Paco León, nos lo ha dicho con todas las letras: «soy un hombre con falda y pelucón».

Bueno, pues gracias por la aclaración, Paco y Manolo. Ahora ya sabemos que teníamos razón desde el principio, aunque haya tenido que tragarme once o doce capítulos de la serie hasta llegar aquí.

Cómo había podido funcionar bien.

Las serie habría podido funcionar bien, con un personaje trans y con Paco León, si Paco hubiese interpretado a otro personaje. Por ejemplo, a Juan Pablo Medina, el novio de Julián. Así se protegía el espacio para que entrase un actor español conocido, y se dejaba hueco para que una actriz trans interpretase a María José.

María José no tenía por qué ser española. Podría haber sido Mexicana y habernos hablado de los problemas que tienen las mujeres trans en México para cambiar su nombre y género legal. O podría haber sido una mujer trans empoderada, y la abogada de la ostia que se supone que es. Y así, cuando la hubiesen tratado en masculino, o la hubiese intentado cachear un hombre, les habría sacado su cédula de identidad (o lo que tengan en México, si es que tienen algo, que la verdad es que no lo sé), habérsela restregado por el morro al idiota de turno, y luego haberle puesto una reclamación como la copa de un pino que lo hubiese dejado empapelado y temblando. Y la siguiente vez que hubiesen ido a la cárcel, todos los funcionarios habrían sido super amables con María José, y la hubiesen tratado de señora y se habría achantado ante una mirada feroz de ella.

Porque eso es lo que hacemos las personas trans hoy en día. En España y en México. Nos comemos con patatas al que se ponga por delante y escupimos sus restos con desprecio. O al menos, lo intentamos cuando podemos. Cuando sabemos que tenemos opción de ganar, o cuando nos pilla con el pie torcido, o cuando ya nos hemos cansado de aguantar idioteces. Así, Manolo y Paco, es como se representa a una persona trans.

(Ya de paso, me encantaría ver más personajes de mujeres empoderadas que evitan el abuso y el mal trato, que le paran los pies al maltratador mucho antes de que les ponga un ojo morado, que se defienden y plantan batalla, que van más allá de ser meras víctimas supervivientes, y que no dan pena, sino ganas de quitarse el sombrero y romperse las manos aplaudiendo).

Y cuando hubiese sabido que su ex es dueña de un cabaret trans, habría ido a pasárselo bien, y a tomar copas, y a hacer redes de apoyo, porque eso es lo que hacemos. A lo mejor habría salido espantada, porque no siempre nos llevamos bien, o habría hecho amigas, pero habría ayudado a desarrollar la personalidad de los otros personajes trans, haciéndoles más visibles en la trama, y mostrando más estilos de género no binario.

La escena en que entra al vestuario de los hombres en el gimnasio, era gratuita. Os la podíais haber ahorrado. Eso sin contar con que un vestuario es un sitio peligroso para una persona trans. Habría sido más seguro que entrase la progenitora cis, o, mejor aún, un empleado del gimnasio.

María José se podría haber vestido con trajes de chaqueta y pantalón, no sólo con faldas. Y habría mandado a la mierda al que le pidiese tocarle las tetas. Incluida a su ex. ¿Pero qué se han creido?

María José podría haber sido muchas cosas, pero ha sido lo de siempre: el personaje LGTB que hay que poner para ser guay y moderno, para llamar la atención y subir los índices de audiencia. El personaje trans que las personas cis usan para ganar premios a la mejor actuación. En el S. XXI esa es la función de las personas trans: ser utilizadas para que una persona cis cumpla sus objetivos. En espectáculos y trabajos artísticos, en la academia, en estudios médicos, o en programas electorales de toda índole. Y cuidadito con quejarte, que encima que hacen visibilidad…