Hace cinco años, cuando empecé a escribir en este blog, cuando toda mi vida se vino abajo como si le hubiesen puesto una carga de dinamita, cuando empecé a ir a la UTIG y la incertidumbre sobre si me darían o no las hormonas, y cuanto tiempo tardarían, me tumbaba en la cama y no podía dormir.

Un dolor sordo, una angustia sin fin me atenazada el corazón mientras mi mente me mostraba todas las posibilidades horribles que podía depararme el futuro. Durante aquellos meses de tortura mental (la palabra tortura es la correcta para describir aquello) me decía que ojalá pudiese hacer algo para que nadie más volviese a pasar por aquello. Que yo fuese el último.

Con cada persona que me ha escrito, que me ha llamado, que se ha comunicado conmigo de alguna manera pidiendo ayuda para pasar por eso, siempre he deseado que fuese el último.

Un día, en junio de 2009, una mujer trans brasileña se despidió de mí por Messenger. Me dijo que se iba a suicidar porque después de años en la UTIG, seguían sin darle acceso a la endocrinóloga. No se suicidó. Probablemente nunca tuvo la auténtica intención de suicidarse, pero llevar a una persona hasta el extremo de la autolesión para pedir ayuda es grave.

Es el mismo extremo al que durante esta semana el sistema ha llevado a seis personas trans de toda España. Al anuncio de huelga de hambre de Ángela Gutiérrez (Madrid, con dos hijos en casa, uno de ellos menor de edad) y Mar Cambrollé (Sevilla) se han unido, a lo largo de la semana, Kim Pérez (Granada, 72 años), Tina Recio (Barcelona), Marta Salvans (Barcelona, diabética) y Marko Arias (Cádiz). Porque una huelga de hambre no es otra cosa que dañar el propio cuerpo con la esperanza de que alguien reaccione y te ayude antes de que te mueras.

Esta semana ha sido un infierno. Mientras trabajábamos hasta el punto en que dormir llegó a considerarse un lujo prescindible (o hasta el punto en que mis amigos me decían “vete a descansar YA”), no podía dejar de preguntarme hasta donde tendrían que llegar mis amigas con esta huelga de hambre… porque estaban dispuestas a llegar a morir. Si eso llegara a ocurrir ¿Qué haría yo?

Con esa pregunta en la mente, y junto a mis amigos y compañeros Ángela y Alejandro hicimos este video, con más angustia y necesidad que medios técnicos y conocimientos. El video más cutre del activismo trans, y tal vez, de todos los activismos habidos y por haber (lo dejo a continuación, para demostrarlo):

Al igual que cuando estaba en la UTIG y no sabía qué sería de mí, mi mente me presentaba un millón de futuros aterradores, que no debían de ser ni la mitad de inquietantes que los que pasaban por la mente de mis amigas. Sin embargo, al contrario de lo que ocurría cuando esperaba a que Trinidad decidiera mi suerte, esta vez no estaba sólo.

Esta semana ha sido mágica. Cualquiera que se haya molestado en tomar contacto con los movimientos reivindicativos trans, sabe que no existe un “colectivo trans”, sino muchos de ellos, que con frecuencia parten de principios y filosofías completamente incompatibles y aparentemente irreconciliables. Nos hemos peleado mucho. Nos hemos insultado. Y, de repente, todas, todos y todxs estábamos uniendo nuestras fuerzas para sacar adelante este proyecto.

En el mes de julio decía “tenemos lo que queremos, tenemos lo que nos merecemos”, un alegato desesperado y triste ante la indefensión aprendida del activismo trans. Pensé que tendríamos por delante una década de trabajo hacia dentro del colectivo antes de que estuviésemos listos para actuar. Una década que se ha condensado en una semana, cuando todos los grupos trans (menos, curiosamente, los más afines al movimiento por la despatologización, que todavía guardan un desconcertante silencio) han lanzado un grito común de libertad, creando una alianza trans que yo pensé que era imposible.

Al final, este medio día, los representantes de los grupos parlamentarios IU y PSOE, y los representantes de diversas consejerías se han reunido con lxs representantes de ATA y CD-AT, y se han negociado las los peticiones que demandábamos:

  1. Consensuar los puntos pendientes de la Ley que hacían referencia a la Atención Sanitaria, en la que se demandaba: una descentralización de todas las atenciones que pueden ser realizadas a través la red de los hospitales públicos de Andalucía, quedando la UTIG como un centro de coordinación, investigación y atención a las cirugías de reconstrucción genital.
  2. Solicitábamos también que la Ley fuera registrada antes del 20 de Diciembre, petición también aceptada.

Media hora antes de que la reunión terminase, mis amigos me habían mandado a dormir la siesta, porque ya se me estaba empezando a ir la olla (nos comunicamos por whatsapp y cuando estoy cansado, no entiendo bien lo que leo, y tampoco me expreso bien por escrito). Dos minutos antes de que sonara el despertador, sonaba mi móvil.

“¡Se desconvoca la huelga de hambre! ¡Lo hemos conseguido!” escuché a Alejandro, al otro lado de la línea ¿Se puede pensar en un despertar mejor que ese?

Entonces, me he acordado de todo. De las noches sin dormir deseando ser el último que pasara por aquello, de que parecía imposible. De que el proyecto “Autonomía Trans” nació la noche en que aquella chica brasileña me dijo que se iba a suicidar. De la incertidumbre esperando las hormonas, de las vueltas que le daba en la cabeza a cada pregunta y cada respuesta que me hizo Trinidad. De cuando Kim, otro amigo y yo fuimos a un abogado a preguntarle si lo que estaba pasando en la UTIG era legal, y nos dijo que no, pero sin pasar de la indignación. De cuando Ángela y yo nos dimos cuenta de que el Test de la Vida Real es anticonstitucional. De la primera vez que me matriculé en Derecho.

He llorado de alegría, durante toda la tarde.

Este es el principio del fin de la patologización, de la discriminación, de que no se reconozca la identidad de las personas trans. Muy pronto en este rincón de Europa que es Andalucía, habrá una persona que será la última en tener que pasar por lo que yo pasé, y estoy seguro de que con un poco de tiempo más, conseguiremos una ley mejor que esta, y para todo el Estado español.

La lucha no ha terminado. En estos momentos nos encontramos trabajando en el que esperamos que sea el borrador definitivo del texto de la ley, que contemple las demandas de acceso descentralizado a la sanidad para las personas trans, en condiciones de igualdad con el resto de la población. Aún nos falta mucho, pero estamos en el buen camino.