¡Cuanto tiempo sin pasar por aquí! ¿Ya han pasado dos semanas? ¡No puede ser! Me habían dicho que según uno se va haciendo viejo, el tiempo pasa más deprisa, pero esto empieza a parecer cosa de brujería…

Como he estado super liado, voy a hacer un resumen de lo que he estado haciendo estas últimas dos semanas.

¿Os acordáis de mi amigo Jorge Santana, que había desaparecido? Por suerte, sólo fue un susto ¡Pero menudo susto! Tenía previsto un viaje a Perú para principios de septiembre, y una buena mañana, así como quien no quiere la cosa, le dio el punto y se fue si avisar a nadie. Al cabo de una semana, cuando ya la cosa parecía definitivamente seria, el Ministerio Fiscal del Ecuador comenzó las investigaciones, y muy pronto descubrieron que había cruzado por tierra la frontera con Perú, un día después de marcharse. Ese mismo día, Jorge llamó a su familia para decir que estaba bien. A mí, la verdad, en ese momento me dieron ganas de matarlo, pero ahora me alegro de que esté bien.

Luego vino el exámen. Después de haberme pasado todo el verano estudiando Historia del Derecho, el día 6 de septiembre era la hora de la verdad. Y tenía que repasarlo todo. Casi 700 páginas de temario para una asignatura CUATRIMESTRAL que abarca nada menos que 18 siglos. Desde los prerromanos hasta el S. XV, 1700 años para metérselos en el coco, así como quien no quiere la cosa. Las dos semanas anteriores me las pasé pegado a los apuntes como si me hubiesen soldado a ellos. Me levantaba pensando en los emperadores romanos, y me acostaba pensando en los reyes visigodos. Alfonso X casi era un viejo amigo. Vamos, que me lo he estudiado hasta donde era humanamente posible… Y si lo llego a saber, me paso todo el verano en la playa, porque para aprobar el súper examen que han puesto, hay que ser primo hermano de Dios, por lo menos.

A ver, si no he estudiado, y no me se las preguntas, no me voy a quejar. O si me las sabía, pero me he hecho un lío, pues mala suerte, culpa mía. Pero es que este examen… Hay que ser hijo de ministro, que, como todo el mundo sabe, es un nivel de cabronismo mucho mayor que el del hijo de puta, ya que generalmente los hijos de las putas no van buscando molestar a nadie, o al menos yo nunca he tenido problema con ninguno de ellos, mientras que los hijos de los ministros sí me roban todos los días. Como decía… hay que ser un grandísimo hijo de ministro para poner un examen como ese.

En cuanto vi el examen pensé que había suspendido, y hasta estuve a punto de levantarme y salir. Pero ya que estaba allí, pensé en ponerme a escribir, porque lo cierto es que de todas las preguntas sabía algo (ya que había estudiado), aunque no las dominase (porque a quien coño se le ocurre preguntar el fuero de Vitoria, si eso no lo estudian ni en los colegios vascos, no me fastidies). Y ya que estaba escribiendo, me animé a ser un poco creativo, porque había algunos datos y fechas que me sonaban… así que pensé ponerlos, porque si los ponía y estaban bien, iba a quedar como Dios, y seguro que los profesores pensarían «por lo menos ha estudiado algo», mientras que si no los ponía, muy probablemente iba a suspender con un 4, y si los ponía, y son incorrectos… bueno, tanto da suspender con un 4 que con un 2 ¿no? Así que vaya usted a saber. Si ese día la Virgen se me apareció y mis arranques creativos estuvieron inspirados por la divina providencia, a lo mejor hasta apruebo con nota y todo. Pero, la verdad, no me hago muchas ilusiones… más bien, ya he incluido «pagar segunda matricula de Historia del Derecho» entre los gastos a tener en cuenta para el próximo trimestre 🙁

Lo único bueno de este examen, es que ha sido el primero que he hecho bajo mi propio nombre. ¡Que alegría escribir Pablo en el exámen! ¡Y que los profesores no se sorprendan cuando les das el DNI al entregar los folios! En uno de los folios estuve a punto de equivocarme y poner Elena… cosas de la costumbre. La verdad es que hasta que no vi salir el examen de la valija electrónica no las tenía todas conmigo de que fuese a poder examinarme, y ahora, hasta que no vea las notas, tampoco tengo nada claro que me vayan a llegar la nota sin problemas, así que, por si acaso, pedí el justificante de que he estado en el examen. Por lo que pueda pasar.

A todo esto, una semana antes del examen, empecé a encontrarme mal. Estaba cogiendo un catarro. Como no. A mí es que el estrés me baja mucho las defensas, y aunque tomo vitaminas y tengo cuidado de no enfriarme… como si nada. Me resfrié, pero a base de fuerza de voluntad, conseguí mantenerlo a raya.

El día siguiente al del examen, me tocaba coger el avión para el 4º Consejo de TGEU en Dublín, del que próximamente escribiré un post (ya lo tengo casi listo, lo cuelgo el miércoles, por seguir el ritmo de publicación de la.trans.tienda). A todo esto, los de Ryanair seguían sin cambiarme el nombre en el billete de avión, pero se lo comenté a los de TGEU, y rápidamente me mandaron un e-mail para decirme que no me preocupara, que había gente que había volado con Ryanair en las mismas circunstancias que yo, y sin problema, y de paso me explicaron por qué tenía derecho a coger el avión. Yo imprimí el correo, descargué e imprimí las leyes que venían mencionadas en él, y confié en que con eso y un poco de suerte, fuese suficiente. Imprimí mis billetes, y me fui a dormir.

Por si acaso, llegué al aeropuerto dos horas y media antes de que saliese el vuelo, aunque no llevaba maleta y por tanto podía ir directamente a la puerta de embarque. Pero en lugar de eso, me fui directamente a la oficina de Ryanair en el aeropuerto de Málaga (aquí es donde se nota que uno ha estudiado turismo ^_^) y les expliqué lo que me pasaba. Me costó un par de intentos que la chica que me atendía entendiese que no se trataba de un cambio de nombre normal, de esos que cuestan 150€ (al principio se quedó un poquito aturullada, pero eso nos ha pasado a todos alguna vez), pero pronto reaccionó y llamó a su jefe. Se lo volví a explicar al jefe, que sí lo pilló a la primera y le pidió a otra compañera que hiciera unas llamadas… a todo esto, yo llevaba encima toda la información que me habían pedido que mandara por fax para cambiarme el nombre del billete, incluyendo el recibo de que el fax se había recibido en la oficina de Ryanair en Dublín (esa es la gracia de los faxes, que te queda una prueba de que ha sido recibido). Es decir, llevaba el recibo del fax, el texto de la solicitud, el auto de la jueza, fotocopia de la partida de nacimiento nueva, y hasta una fotocopia del DNI. Luego, la chica de Ryanair que hizo las gestiones me dijo que le habían preguntado si llevaba algún papel que demostrase que yo era la misma persona y dijo «sí, un tocho». Al final, después de una horita, me consiguieron cambiar el nombre, y todo fue estupendamente. Muy amables y muy bien.

Hasta ahora, no he tenido nunca problemas a la hora de pasar un control de policía con mi viejo DNI a nombre de Elena. Nadie me ponía caras raras, ni hacían aspavientos, ni nada. Lo más normal del mundo. Pero oye, ir con un DNI que no va explicando a todo el mundo que eres transexual… da bastante tranquilidad. Lo de ser visible y tal, está muy bien, sin embargo… creo que no pasa nada por ahorrarme algunas emociones fuertes. Ya puede decir quien quiera que me estoy armarizando, que me da igual. Estoy muy contento con mi nuevo DNI. ^_^ 

Total, que allá me fui a Dublín, y estuve en el Consejo de TGEU, que fue una experiencia maravillosa (¡Mañana la posteo! ¡De verdad!), sobre la que no me voy a alargar ahora. Pero fue un poco demasiado para la garganta, que ya la llevaba tocada de antes de los exámenes, y cuando volví, me encontraba bastante regular.

Me habría venido muy bien tomarme un par de días extra de descanso, pero no pudo ser… tengo mucho trabajo atrasado después de los exámenes, y tengo que preparar la tienda para que todo esté listo para el próximo curso y no se me empiecen a acabar las cosas cuando más liado esté. Aún así, el resfriado iba mejorando, mejorando… hasta el miercoles por la noche, que me forcé un poco más, y el jueves estaba fatal. El viernes empecé a sospechar que estaba a punto de volver a tener neumonía. Estaba como un trapo. El sábado me lo pasé en coma. O en cama. O ambas cosas a la vez, no sé. No recuerdo qué comí. Creo que unas salchichas que había en la nevera y algo de zumo de naranja y miel (de eso sí me acuerdo, qué rico estaba). El domingo resucité por la noche, aunque no había tenido fiebre en todo el día. Hoy, a currar otra vez, pero con tranquilidad.

A veces pienso que debería mudarme a un planeta que tuviese los días más largos, pero luego después me parece que mejor que no… seguro que se me ocurrirían más cosas para hacer.