Estoy de bajón. Todo empezó, curiosamente, con una buena noticia: por fin iba a conseguir el nuevo DNI.

Debería haberme alegrado mucho, y me alegré, sin duda, pero me quedaba un regusto amargo. ¿Cómo se lo iba a decir a mis padres? Ese regusto amargo fue subiendo poco a poco, hasta convertirse en un auténtico sabor a miedo. Cuando has pasado miedo, pero miedo de verdad, y una angustia que te llena hasta alcanzar cada fibra de tu ser hasta paralizarte de modo que si puedes moverte es sólo a base de vencer esa angustia en cada momento del día… ya nunca vuelves a quedarte igual. Al menos yo no me he quedado igual. Quizá otras personas más fuertes sí puedan recuperarse, pero en lo que a mí respecta… el tiempo lo cura todo, pero no lo deja como nuevo.

Ese tiempo de miedo fue cuando les dije a mis padres que era transexual, y me echaron de casa, y estuve muchos meses preguntándome cómo iba a sobrevivir, o si iba a sobrevivir. Las cosas con mis padres han mejorado desde entonces, pero no lo suficiente como para que cada vez que tengo que decirles algo importante relacionado con el tema de la transexualidad no me quede paralizado. Ya me pasó cuando entré en la lista de espera para las cirugías… me costó muchísimo decírselo a mi madre, lo pasé fatal, con mucha angustia, pero al final se lo dije, y ella no hizo ningún escándalo, ni me echó de casa otra vez, ni nada. Simplemente trató de persuadirme debilmente, adelantándome lo mucho que me iba a doler el postoperatorio y diciéndome «si estás bien así…» Lo cual, si bien indica que no ha entendido nada de nada, y todavía está esperando que su hija vuelva, o algo así.

Me ha vuelto a pasar lo mismo con esto del DNI. Me he quedado paralizado de miedo… pero con una diferencia: cuando uno está hospitalizado, no puede valerse por si mismo, y necesita la ayuda de otros. Me preocupaba pensar que me vería solo en el hospital, y también cuando me diesen el alta. También me deprimía un poco pensar en pasar varios días convaleciente y sin visitas, la verdad. Además, lo de la operación, me afectaba sólo a mí. En cambio, lo del DNI, por una parte, no requiere de la participación de ellos… en casi nada. Por otra parte, les afecta en la medida de que sería necesario cambiar el nombre en las cosas que tenemos conjuntas.

Hace unas semanas mi abuela me contó que había intentado hablar con mis padres para ayudar a que me trataran mejor. Mi padre se enfadó muchísimo y dijo que él había firmado «Elena» delante del juez. Los actos solemnes ante la ley, tienen siempre un cierto halo místico, de configuración de la realidad, similar al de los actos religiosos. ¿Como se va a tomar mi padre el saber que he cancelado su acto y lo he substituido por uno mío? ¿Se lo tomará como una derrota? Recuerdo que cuando les dije que era transexual, mi padre me preguntó que era para mí un un hombre, y yo le dije que los hombres eran como él. Él tuvo un arrebato, se puso colorado de ira, y dijo que yo no era como él, y que no iba a serlo nunca. ¿Y si al decirle que he cambiado el DNI se lo toma como que intento ponerme por encima de él, y para demostrarme que yo no soy más que una simple mujer que no puede vivir sin la ayuda de un hombre, me vuelve a echar de casa? Es que no se trata de la posibilidad remota de que a unos padres se les ocurra echar a un hijo de casa, sino de la posibilidad de que se repita algo que ya ha ocurrido.

Seamos sinceros: mi madre me pidió que me fuese de casa… pero también yo me fui. Seguramente si no me hubiese ido, no habrían cambiado la cerradura para impedirme entrar, no me habrían puesto las maletas en la puerta, o me habrían echado violentamente. Seguramente, si no me hubiese ido, me podría haber quedado.

Pero también está la otra cara: antes de ese momento en que les dije que era transexual, yo ya llevaba una larga historia de discusiones violentas (no con violencia física, pero el dolor emocional también duele) con mi padre, y no me veía capaz de soportar ni una más. Mis padres me han ayudado siempre, pero también me han cobrado la ayuda… a un precio muy alto. En aquelo momento no me veía capaz de aguantar una sola discusión más. Y hasta ahora no la he tenido. Pero sigo reconociéndome incapaz de afrontar una sola discusión más. Ya lo he dicho muchas veces: no soy fuerte. Intento llegar a serlo, porque he aprendido que la debilidad es machacada sin piedad, pero todavía no lo he conseguido. Ni siquiera se me da bien intentarlo.

¿Y entonces? He decidido no decírselo y cruzar los dedos para que el no cambiar de nombre las cosas que debería cambiar no me perjudique en nada. Sí, debería decírselo, y un día u otro se lo tendré que decir (ellos son jóvenes, y yo también lo soy, tenemos muchas décadas por delante), pero de momento… no hay huevos. Para qué me voy a engañar. Todos los pensamientos y repensamientos no son más que excusas causadas por el simple hecho de que me falta valor para enfrentarme a mis padres sin saber qué reacción van a tener. También me falta inteligencia para pensar una forma de tantearlos sin que se enteren.

Eso también me deprime, porque mis padres son importantes para mí. Partiendo de eso, ya han venido las demás cosas: no tengo dinero, y cada vez menos. La crisis no tiene pinta de ir a amainar, por lo que conseguir mejorar mi situación económica no parece muy factible a corto plazo. Si mi situación económica es mala, sigo teniendo motivos para temer la reacción de mis padres. Tampoco puedo salir de Motril, ver a otra gente, despejarme… y aquí sigo sin conocer a nadie. Me siento solo. Eso me lleva a preguntarme qué cosa debo tener tan terrible para que nadie me quiera (me refiero a quererme como pareja… claro que es evidente que un estado de ánimo como este es bastante poco atractivo. Así no voy a ir a ninguna parte.) Últimamente me siento desbordado de trabajo, y también de gente con muchas dudas y muchos problemas, que me los cuenta y, claro, me preocupa (Vir, por si lo estás pensando, esto no va para nada por ti . En tu caso, sería al contrario ¡Demasiado me aguantas!), porque me duele ver mal a la gente, si están pasando por cosas que yo he pasado antes y sé que puedo ayudarles a llevar mejor, o, pero aún, si son mis amigos y están pasando por algo en lo que no les sirvo de ayuda en absoluto (a veces creo que hasta les molesto 🙁 ). Y sí, mucha gente se acordó de mi en mi cumpleaños, y me han llamado para felicitarme, y un amigo me hizo una tarta que, por cierto, estaba muy buena, pero me pasé la noche solo en casa (y, para hacerlo más deprimente aun, era sábado), como la he pasado en muchos otros cumpleaños antes que este.   Si tuviese dinero, en lugar de quedarme esperando a que mis amigos viniesen aquí (para qué iban a venir aquí, claro, no es que haya nada importante. En dos años sólo he recibido dos visitas…) podría ir yo a verlos. También estaría menos preocupado por el tema del trabajo, y por la reacción de mis padres, y entonces me importaría menos que nadie me quiera, porque tendría menos necesidad de un abrazo, o de achucharme con alguien en el sofá, que es lo que realmente me está haciendo falta ahora. Y vuelta a empezar.

También tengo que decir que hoy me he levantado más animado (porque ayer me tocaba la inyección de testosterona, y eso es como inyectarse optimismo en solución oleosa intramuscular), y ya voy saliendo de la mala racha… A ver si llega ya el otoño, que es mi época favorita del año, y las cosas (todas las cosas) se empiezan a mover. Que llueva un poco, que empiecen las jornadas de cosas, las conferencias, y yo tenga la excusa o la oportunidad de viajar un poquito…