Durante el primer año de mi transición noté que dos amigos (varones) se habían distanciado considerablemente de mí a raiz de mi transexualidad. No es que hubiesen dejado de tratarme, pero su relación conmigo había pasado de «muy buenos amigos», de poder hablar de todo durante horas y horas, a «conversación cortés». Al principio pensé que ya se les pasaría, pues al no manifestar una oposición abierta, simplemente pensé que no sabían como tratarme ahora.
Un par de años más tarde me enteré por una persona muy allegada a uno de ellos que el problema que ese en concreto tenía era que yo le gustaba como mujer… y si me admitía como hombre significaba que le gustaba un hombre, o alguien que había llegado a serlo, o algo así. Y eso ¿en qué lugar le dejaba? ¿En algo así como un gay, o un bisexual?
No sé si al otro amigo le sucedía lo mismo, pero apostaría que sí, pues sus caracteres y su relación conmigo eran muy similares en ciertos aspectos.
Esto es el «reto a la heterosexualidad»: hacer que los heteros tengan duda sobre su orientación. Y es que muchas personas heterosexuales basan su percepción de la propia orientación sexual en cómo se relacionan con los demás, y no en la percepción de lo que les atrae. En lugar de decir «soy heterosexual, me gustan sólo las personas del sexo opuesto» (claro, para ser heterosexual hay que pensar que existe un sexo opuesto), dicen «me gustan sólo las personas del sexo opuesto, debe ser que soy heterosexual». Una extraña lógica inversa que les lleva a definir sus preferencias en función de cómo se relacionan con los demás, en lugar de relacionarse con los demás en función de sus preferencias.
El reto a la heterosexualidad se produce cuando una circunstancia externa hace que las personas presuntamente heterosexuales (presuntamente, porque su orientación sexual está permanentemente en tela de juicio) ven amenazado su status heterosexual. Además, generalmente sólo les ocurre a los hombres. Que yo sepa, nunca he visto ninguna mujer que tuviese problemas con eso.
El reto a la heterosexualidad causa en quienes lo sufren una terrible sensación de inseguridad. Yo diría que es casi angustia. Supongo que después de toda una vida haciendo chistes sobre gays, y entendiendo a los gays como «los otros», la mera idea de dejar de ser sujeto de burla para convertirse en objeto, te pone los pelos de punta. O quizá son plenamente conscientes de los privilegios que conlleva ser heterosexual (y ser visto como tal por los demás) y temen perder esos privilegios que su condición u orientación sexual conlleva.
A mí, todo hay que decirlo, me encanta provocar el reto a la heterosexualidad. Cuando algunos hombres se me quedan mirando el pecho atónitos y preguntándose «¿dónde están? no puede ser», por una parte me produce cierto sentimiento de disforia, pues me siento empujado a un lugar femenino, situado en el lugar de objeto de deseo, de quien existe para ser mirado y disfrutado. Por otra parte me resulta divertido ver las dudas que mi identidad crea sobre la suya, con un efecto demoledor que les va a dar mucho que pensar.
El reto a la heterosexualidad puede producirse en muchas otras circunstancias. Por ejemplo, el mero hecho de ser visto con alguien «no heterosexual» puede generarlo. ¿Qué pensarán los demás si me ven con fulano o mengana? ¡Pueden creer que soy lo que no soy! Cuanta más estrecha sea la relación, mayor es el reto. Si en vez de tener un conocido gay, es tu mejor amigo, es malo. Si tienes muchos amigos gays, peor. Si, encima, pasas mucho tiempo con ellos en lugares públicos, más peor todavía. Si te ven entrando en lugares de ambiente, es el apocalipsis. Si te ven dentro de un lugar de ambiente, entonces… entonces no pasa nada. Los dos estáis comentiendo el mismo pecado… ¡mejor no tener prejuicios!
El reto a la heterosexualidad es motivo de muchas agresiones y asesinatos de personas trans. «Yo creía que era una mujer, y cuando descubrí que no lo era perdí el control…» suele ser la explicación que dan muchos asesinos de mujeres transexuales. Hace algún tiempo, unos heteros apuñalaron repetidamente a un gay porque les daba miedo. También es motivo de vergüenza para las familias, especialmente para los hijos de padres/madres homosexuales o transexuales. «¿Pensarán mis amigos que yo soy homosexual porque mi madre es lesbiana?». O peor «¿pensarán mis amigos que yo soy gay porque mi padre es gay?». O peor «¿Y si resulta que lo de ser gay/trans es genético, y yo también soy?».
No deja de sorprenderme que muchas personas basan su autoconcepto en la percepción que los demás tienen sobre ellas, especialmente los hombres (también les ocurre a algunos gays, aunque en este caso, sería el reto a la homosexualidad… y también reto a la cisexualidad). Mirarse en los ojos de los demás como si fuesen el espejo que nos dice quienes somos nosotros. Relativizar nuestro papel en función del rol que cumplimos frente a otros. ¿No es un poco raro? Pues ocurre.
No es tan extraño si tenemos en cuenta que nuestra identidad nos la construyen en gran parte los demás, con sus valoraciones, opiniones, críticas… el que más y el que menos ha sentido alguna vez que la mirada del otro puede destruirle. Es toda una tarea, supongo que pertenece al proceso de salir de la adolescencia y hacerse adulto, irse desprendiendo de las cargas que otros echaron sobre nosotros y que no nos son útiles, conservar lo que es útil, y forjar una nueva identidad verdaderamente nuestra. Buen post 🙂
También para desprenderse de esas cargas, muchas veces hay que ser consciente de ellas ^_^
¡Qué interesante!
¡¡Gracias!!
A ver si me explico un poco más…
Es cierto, y el comentario de Vengatriz lo confirma, que la mayoría de la gente, en lo que se refiere a su género, da un enorme valor a la opinión ajena. No hasta el punto de que sean ellxs los que otorgan el género ajeno, pero sí que, como mínimo, funcionan como un espejo («mirroring» creo que lo llama el psicoanálisis) que corrige las posibles discrepancias con el «modelo ideal» de la sociedad, y de cada cual (que suelen coincidir; a qué negarlo).
Esto lleva a los «expertos» de la UTIG de Madrid a decir que realmente no eres una mujer/un hombre «viable» si no les pareces una mujer/un hombre a lxs demás, pasando a depender totalmente tu identidad (ante los Jueces) de la opinión ajena.
Semejante falacia no es hipótesis; por increíble que parezca, eso es lo que manejan como «conditio sine quanum» para darle el «nihil obstat» a tu identidad… (Perdonad los latinajos).
Dejando a un lado que ese «lxs demás», en su boca, significa «nosotrxs» o «yo», fundamentalmente implica que se confunden «identidad de género» (por definición, interna, subjetiva e incomunicable) y «expresión de la identidad de género», que está mediatizada y sometida a las circunstancias vitales y personales de cada cual, como no podía ser de otra manera, puesto que nadie es absolutamente libre de hacer «lo que le dé la real gana».
Esto lleva a la aberración de que las personas trans debemos demostrar, al «experto», que somos lo que decimos ser cumpliendo con la imagen que ese «profesional» tiene en la cabeza de una mujer/un hombre «viable».
Si consideramos dos aspectos:
1.- Que la psicología no es una ciencia, sino una pseudo-ciencia en formación (en pañales, mejor dicho) que todavía no tiene la más mínima herramienta incontrovertible para diagnosticar NADA DE NADA.
2.- Que estamos en 2011 (mal que les pese), y YA no existen expresiones de género objetivas, estandard, de «hombre» y «mujer», que pudieran ser exigibles, como en la edad media, o como entre los Amish… y … Que tal cosa se considera un ataque frontal a los derechos conquistados por los movimientos de liberación de la mujer, y por los derechos civiles (por extensión, a los Derechos Humanos).
Sólo nos queda preguntarnos qué narices le pasa a esta gente… ¿Se creen superiores al común de los mortales, una raza elegida de semi-dioses que construyen y diseñan vidas mortales en el crisol de su infinita sabiduría?… ¿Son una gentuza totalmente desalmada, consumida por el ansia de poder sobre personas indefensas?…
Lamento decir que no se me ocurre ninguna otra explicación a su comportamiento, y a sus exigencias ilegales e intolerables…
Se me ha olvidado decir que en esa mayoría de la gente (de la que hablaba al principio) que considera la opinión ajena parte importante de su identidad de género, no nos contamos, lógicamente, las personas trans, puesto que eso es lo que nos «define» (valga la expresión): llevarle la contraria a lo que nos «refleja» la sociedad.
Ese es el fundamento de la reclamación de que los «expertos» de las UTIG’s sean trans, o al menos, LGTB; si no te has visto realmente en la situación de constatar que tu percepción interna no tiene nada que ver con lo que trata de imponerte la «Cis-sociedad» (valga la rebuznancia), parece demostrado que, SIMPLEMENTE, no puedes entender a las personas transexuales.
Eso nos lleva a la demente situación actual: personas que NO comprenden la transexualidad, se arrogan el derecho de decidir sobre las vidas de las personas transexuales…
Menuda mierda, ¿eh?…
Yo creo que en ese grupo de gente que considera la opinión de los demás como parte importante de la identidad de género sí podemos incluirnos las personas trans.
Ejemplo: la chica que se opera porque le daría vergüenza mantener relaciones sexuales sin haberse operado.
Ejemplo: La Marta S. que se niega a reconocer como mujer a las mujeres trans que no se adapten a los patrones de feminidad establecidos, y que encima afirme que dejar que esta gente se visibilice y se la trate como a las transexuales es perjudicial para sus propios derechos, porque puede llevar a que «la gente se confunda» y piensen que son lo que no son.
Ejemplo: el o la que esgrime su diagnóstico de disforia de género para demostrar que es una auténtica transexual, otorgándo así a los médicos el poder de convertirla en mujer u hombre, de la misma forma que aquellos dos amigos míos me otorgan el poder de convertirlos en gays.
Etc…!!!
Claro, guapetón, pero eso es a posteriori. Quiero decir que si esa chica se hubiera tenido que plegar a lo que opinaba y reflejaba de ella todo el mundo cuando le salió la barba y le crecieron los genitales, no hubiera llegado nunca a plantearse nada parecido a la CRS.
Si la Marta S. (y todas las que son como ella) tuviera un mínimo de dignidad, de decencia, recordaría cuando era el señor maduro casado, y con una hija, al que ella misma le negaría el pan, la sal y la vida, ahora que está por fin al otro lado.
Y sobre los certificados de TIG, tú mismo recordarás la alegría que me dió tener el mío (¡transexual verdadera!) por todas las puertas que puede abrirte (o cerrarte el no tenerlo), pero, aunque lo agites en la cara de todo el mundo, un papel es sólo eso; y si ahora se despatologiza la transexualidad, yo no voy a ser menos mujer, ni tú menos hombre (ni ambos menos trans)…
Aceptamos «efecto retroactivo» como animal acuático para el primer caso, pero para el segundo caso no hay excusa, y en el ejemplo tercero una cosa es alegrarse de que te den el diagnóstico porque es una barrera a superar (¡yo también me alegré un montón!) y otra muy distinta esgrimirlo como un reconocimiento de ser unx verdaderx hombre o mujer, porque alguien lo dijo.
Eso sí, llevas razón en que en el momento «inicial» somos, en cierto modo, imunes a lo que los demás opinan que somos, aunque no completamente imunes. La opinión de los otros nos hace daño, por más que queramos evitarlo.
Creo que llevas toda la razón en lo que dices. El «reto a la transexualidad» (entendido como que se concede a otras personas el poder de definir la sexualidad propia) y la autorización-arbitraje por parte de las UIG que les concede el poder de definir la identidad de género de otras personas son diferentes facetas de una misma situación, que sería la necesidad de vernos reflejados en los demás para reconocernos.
Me pregunto si esta idea podría ayudar a nuestra querida amiga, que hace justo lo contrario: buscarse a si misma mirándo únicamente en su interior. Quizá sea necesario hacer ambas cosas a la vez. ¿Es posible?
Exactamente eso le he dicho a Variablex en varias conversaciones; que quienes lo vemos desde fuera podemos intentar imaginarlo, podemos intentar empatizar, podemos escuchar lo que se nos dice, podemos respetar pero jamás lo podremos entender verdaderamente, pues sólo lo comprende quien lo experimenta.
Si le preguntas a cualquier ci-sexual qué es lo que define su género o, por ser más directos, encuentra una máquina del tiempo (XD) píllame a mí misma antes de haber comenzado a leer este blog y pregúntame qué es lo que me define como mujer.
Estoy convencida de que te habría contestado algo parecido a lo siguiente:
1. Mi cuerpo, desde la parte visible (genitales, senos) hasta la menos visible (cromosomas).
2. Mi educación. Te ponen nombre de chica, te cuentan que eres una chica, te visten como a una chica, te compran cosas «de chica» y te transmiten una idea de qué es lo que tiene que hacer una mujer en la sociedad.
3. Como consecuencia de todo ello, mi manera de relacionarme con los demás y la manera que tienen los demás de relacionarse conmigo.
4. Mi orientación sexual. Hay un cierto pensamiento de «soy mujer porque me gustan los hombres», «soy hombre porque me gustan las mujeres», por más que sepamos que una cosa es la identificación con un género y otra muy distinta la orientación sexual. De hecho, es curioso ver a homosexuales (hombres y mujeres) que, en función del rol que desempeñan dentro de sus relaciones de pareja, adoptan, por decirlo de alguna manera, comportamientos y atuendos «masculinos o femeninos». Se puede escuchar a gays diciendo «Manolo es que tiene mucha pluma» o a lesbianas comentando «Juana es muy femenina, pero Antonia es una machorra». Estas personas, con estos comportamientos y atuendos, parecen transmitir que, aunque se sientan sexualmente atraídos por personas de su mismo sexo, psicológicamente están buscando «el rol opuesto»; con lo cual partimos de que existen los opuestos y se buscan.
Y ante estos comentarios seguro que me habríais dicho cosas como:
1. ¿Nunca has fantaseado con vivir como el otro género?
2. ¿Te gustan las cosas que tradicionalmente se atribuyen a tu género?
3. ¿Te sientes realmente cómoda con el género que desempeñas y con las cosas que los demás demandan de ti?
Y el caso es que creo que no pocas mujeres se habrán preguntado «¿cómo sería yo si fuera hombre?» (yo lo he hecho y también he conocido hombres satisfechos con su género que han fantaseado con ser una mujer e imaginar qué siente una mujer embarazada) e incluso, tal y como está la sociedad, pienso que toda mujer ha tenido que pensar «si fuera hombre, esto sería más fácil», así como pienso que todo el mundo se habrá planteado alguna vez los tópicos que se atribuyen al propio género, por ejemplo, en el caso femenino, el papel de «objeto del deseo» que parece que ha de desempeñar la mujer, porque ella no puede cortejar a una pareja con la misma libertad con la que corteja el hombre, o porque se le atribuye que por el hecho de ser mujer ha de desear forzosamente ser madre… de tal manera, que pienso que casi todos los cisexuales andan en contra de cosas que se atribuyen tradicionalmente al propio género (cosas que son culturales, no naturales) y seguro que quien más y quien menos ha chocado con ciertos aspectos de lo que se atribuye al propio género; siguiendo con los ejemplos anteriores, si eres una mujer sexualmente directa, ya te toca cargar con el estigma de ser un putón de verbena y si decides no tener hijos porque tal vez prefieres dedicarte a trabajar, a viajar y a tocar la mandolina, ya te consideran una desnaturalizada.
Y pese a todo lo expuesto, aunque alguna vez haya fabulado acerca de cómo sería mi vida si fuera chico, aunque no me guste toda la lacra educativa que tiene todavía la educación de hombres y mujeres, aunque no encaje con todas las cosas que de mí se demandan (ni yo ni nadie encaja totalmente con un molde), que piense que muchas de las cosas que se dan por naturales son culturales y que el mundo tiene muchas cosas que cambiar (por algo me considero feminista), no querría ser un chico ni harta de Coca Cola, me gusta mi aspecto, me gusta mi vida y me agrada mi modo de relacionarme con la gente ya que procuro relacionarme y vivir como me parece adecuado; ser mujer no es cumplir con el decálogo de «cómo ser una aceptada hembra de tu especie en el siglo XXI según la revista Cosmo».
Total, hay muchos modos de ser mujer, como hay muchos modos de ser hombre. Son cosas que van cambiando, adaptándose a la personalidad de cada uno y al devenir de los tiempos.
Por eso somos incapaces de entenderlo. De pronto supone poner en tela de juicio una serie de conceptos que teníamos como claros, estables y universales, pero entender no es importante; que entienda quien esté capacitado. Lo importante es respetar y hay un hecho: Hay gente que sufre por la disforia de género y tienen derecho a sentirse felices, integrados en la sociedad y completos, es decir, a vivir como sienten que deben vivir.
¡Nos leemos!
Bueno, hay estudios psicológicos que indican que los hombres interpretan los contactos con el sexo opuesto como oportunidades que deben ejercer a los efectos de que finalmente resulte un ligus o un contacto, que de no hacerse se perderían por muy pequeños y exporádicos que sean. Es decir, que cualquier contacto que pueda tener una mujer con un hombre, para este último representa una expectativa más allá del propio contacto. También parece que no ocurre lo mismo para las mujeres que no lo interpretamos así. Partiendo de esta teoría, es posible que tus amigos de forma más o menos consciente tuvieran esa expectativa, más o menos lejana que supondría tener un «affaire» sexual o más allá de la amistad contigo. Si ahora resulta que, aunque les gustaras como persona, o incluso su expectativa fuera de pareja, ya no tienes la apariencia «adecuada», pueden tener incongruencias en su pensamiento, por un lado el hecho de que aquella expectativa aún esta presente, y por otro la disonancia de que no tienes la apariencia que les provocaba atracción (y más teniendo en cuenta que ahora ya no tienen donde mirar jajajajajaja). Para resolver esta disonancia cognitiva tendrán que realizar un ejercicio que les lleve a resolverla, probablemente tendrán que cambiar su esquema original sobre tí, lo cual puede llevar un tiempo, y si no lo hacen tendrás que pensar en que lo más seguro es que hayas perdido a un amigo.
Por otra parte tengo que decir, que en mi experiencia como infiltrada entre los tios, el trato y la conversación con amigos y con amigas varía una barbaridad, entre los amigos se da una tremenda complicidad (que por cierto hecho de menos, porque para que negarlo me gustaba, ¡había tanta sinceridad!, eso sí no contenía motivos emocionales apenas), ya que en general no se pretende nada más allá de ser colega de alguien, sin embargo con las amigas, la cosa cambia, porque las pretensiones y expectativas son distintas. El juego consiste en parecer algo que la amiga quiera para conseguir algo que a mi me interese, o sea, el juego del sexo o de filtrear o de caer bien, algo así como: ¿Quieres un chico malo?, pues yo puedo serlo, pero si quieres un chico bueno, yo puedo ser el más bueno. Si finalmente se consigue lo que se esperaba se cuenta a los amigos como un gran logro, y si no… pues no se cuenta.
En mi caso, yo hecho de menos esa complicidad que tenía con alguno de esos amigos (por supuesto no por las batallitas de sexo, que la verdad me aburren bastante), que ahora, cuando ya lo han sabido, resulta que la han perdido, es como si me dijeran, no, no, tu ya no eres de los nuestros, y por tanto has pasado al otro lado, eso implica que ya no hay complicidad. Y en tu caso es algo como, o sea, que te quieres colocar entre nosotros, pues tendrás que merecértelo. O algo así.
Esto nos coloca, en su mente, «en tol medio», puede ser que queramos estar ahí, o no, si no es así lo deseable sería la integración total como uno u otro sexo, o como simplemente lo que soy. ¿Se consigue?, no lo sé.
Besos
¡Hola Isabel!
Vaya estudios psicológicos hay por ahí. Debe ser que yo no soy un hombre (ni, de paso, muchos de mis amigos) porque yo puedo relacionarme con una persona del sexo opuesto (sea eso lo que sea… aunque supongo que te refieres específicamente a mujeres, y el estudio se referiría más específicamente a mujeres que no fuesen trans) sin estar pensando en tener un contacto sexual con ellas. En realidad, por más que muchos se empeñen en decirlo, señalarlo, demostrarlo y recalcarlo una y otra vez, los hombres somos algo más que animalillos en celo permanente deseando realizar una cópula con cualquier hembra de la especie. Sí, aunque parezca increible, nosotros también tenemos sentimientos y necesidades afectivas. ¡No son un patrimonio exclusivo de las mujeres! Esta es una teoría erronea, probablemente proveniente de estudios manipulados de un modo un otro, destinada a perpetuar la diferenciación binaria de los roles de género (porque si la admitimos como cierta, habrá que separar a las adolescentes de los adolescentes, y permitir que a ellas les de solamente clase mujeres, puesto que los hombres no las ven como «aprendiedos» sino como posibles parejas sexuales. Y nada de que los hombres o las mujeres casados tengan amigos «del otro» sexo. Señora, si quiere conservar a su marido, que trabaje sólo con hombres. Por supuesto, sabiendo esto, la que disfruta en entornos masculinos, ya sea por interés profesional, o por afición, es una puta. Por tanto, no puedo partir de esa teoría para explicar nada.
No se trata tampoco del clásico «ha cambiado de bando y ya no sé como tratarla, o tratarle, o tratarla. Mierda. A tomar por culo todo, que gente más rara hay en el mundo». Esa experiencia también la conozco y es totalmente distinta. Esto es, simplemente, concederme a mí el poder de convertirles en gays o en «menos hombres» a ellos.
Llevas mucha razón en lo que comentas, que nos situamos en to el medio, y eso causa (a vosotras más que a nosotros) ciertas dificultades de integración, que además dependen de otros muchos factores (por ejemplo, de la zona geográfica donde vias, tu nivel de estudios, en qué trabajes, tu poder adquisitivo…) y pueden ir desde «ni lo noto» hasta «asesinato», pasando por una percepción de que ni siquiera somos seres humanos de pleno derecho. Sin embargo en esta ocasión, es otra cosa.
Un beso ^_^
Por todo eso que explicas, Vengatriz, a mí no me gusta utilizar el término «cisexual», si bien reconozco que tener disponible un concepto abstracto puede ser bastante útil de cara al análisis de situaciones.
«Cisexual» hace referencia a una persona que fue asignada a un sexogénero al nacer, y permanece en él durante toda su vida (y, de paso, asumimos que felizmente, porque si no estuviese feliz, habría cambiado). No obstante, eso se da para muy, muy pocas personas. Todo el mundo tiene ciertos conflictos respecto al género asignado, y no llega a ser la mujer o el hombre que la sociedad y sus padres querían o esperaban que fuese, por tanto muy poca gente es completamente cisexual. Del mismo modo, las personas trans conservamos en muchas ocasiones rasgos que están generalmente calificados como del «sexo de origen», por tanto existen muy pocas personas 100% trans. La distinción entre trans y cis es, por tanto, una división artificial y binaria, que puede hacernos perder de vista que en realidad tal división también es artificial, cultural y, sobretodo, difusa. Si no se considerase que lo «natural» es permanecer en el sexo género asignado al nacer, sin hacer modificaciones, tal distinción no existiría, o no sería trascendental, del mismo modo que la división que existe entre mujeres que se someten a una operación para ajustar sus pechos a los patrones socialmente aceptables y las que no lo hacen, es una división carente de importancia.
En cierta ocasión escuché hablar del concepto de transición MaM… De mujer a otra clase de mujer distinta.
A ver, el estudio no concluía con una generalización exclusivamente en términos sexuales, ni tampoco estrictamente con todos los contactos, ni siquiera se refería al hecho depredador con alevosía o conciencia del hecho. El estudio se realizó con compañeros-as de trabajo, y las espectativas no eran exclusivamente sexuales, ni a priori conscientes por el propio sujeto estudiado, si no que iban desde salir a tomar un café hasta el contacto más íntimo. Pues bien, en los varones las perspectivas eran más de «picha tiesa» que en las mujeres, venía a ser algo como: Si me invita a un café solamente, pues bien, si quiere hablar, fenomenal, si luego tomamos una copa, pues muy bien, si me invita a su casa estupendo, y si sigue la historia en la cama pues maravillosamente, cuestión que las mujeres no preveían tan extensas, dentro de que siempre habrá alguna que pudiera tener dicha tendencia.
Por otra parte, también se ha estudiado que la tendencia entre varones es a ser más infiel que entre las mujeres, la testosterona hace que la líbido esté más alta que en los sexos que tienen menos alta esta hormona, de esta forma, tener una aventura, casi siempre se justifica diciendo aquello de: «es que me provocó», «perdí la cabeza»… En muchos casos el propio varón se arrepiente de tal conducta. Curiosamente, también se ha comprobado que en las relaciones amorosas a las mujeres tampoco les preocupa tanto que su pareja les sea infiel sexualmente, tanto como el hecho de que se sienta atraída emocionalmente por otra mujer, dado que es esto esencialmente lo que puede hacer que definitivamente su pareja la deje, más que por la aventura sexual, que simplemente pudo ser un calentón.
También esta claro que generalizar siempre lleva a estereotipar y esto tampoco es positivo ni realista. Concluyendo, como tu eres el que mejor conoce a tus amigos, tal vez puedas deducir si alguna de estas tendencias les ha influido o no.
Por último y sin quitarte la razón del todo, a mi no me cuadra que por el hecho de que tu seas trans a ellos, por el hecho de tratarte, puedan pensar que se les pueda considerar gays, esto sólo sería posible si efectivamente hubieran querido o quisieran una relación más íntima contigo; pero si sólo había amistad creo sinceramente que su sentimiento no es ese, a mi me da la sensación de que todo pasa por «resetear» el esquema que tienen de tí, y eso implica que o te aceptan del todo, para lo cual deberán modificar el mismo esquema que tenían añadiendo o quitanto «algo», y entonces puede que todo vuelva a ser como antes, o bien, generen otro esquema nuevo diferente, y entonces es como si comenzaraís de nuevo desde prácticamente cero.
Besos
Ah, visto así, y aunque sea una generalización que no siempre es cierta, hay que reconocer que algo de «razón» tiene el estudio. Las mujeres (hetero) tienen la tendencia a separar a los hombres en dos categorías: los follables y los amigos, y un amigo nunca, nunca, nunca, pasará a la categoría de follable. Curiosamente, las mujeres lesbianas no suelen tener ese problema, y las bisexuales, depende. Mucho más listas. Generalmente los hombres consideran que todo el mundo es follable si se dan las circunstancias adecuadas y la otra persona está dentro de su rango de preferencias sexuales… excepto algunos, que sí establecen esa diferencia entre follables y amigxs.
Volviendo al tema de la entrada… es que ese es el quid de la cuestión. La atracción sexual de mis amigos hacia mí, existía, y eso es, precisamente, lo que les produce inquietud a la hora de relacionarse conmigo. Además, una vez detectado, me resulta muy fácil notr que la tensión con el chico con el que aún hablo de vez en cuando (con el otro rompí todo contacto hace mucho) es clara mente sexual. ¡De eso iba la entrada!
Yo repito lo mismo que digo siempre, que no me gusta nada generalizar, ni que generalicen conmigo. Si alguien me dice: «es que las mujeres hacemos, o somos, o…» lo espontaneo es que me salga un colérico: «¡eso lo harás, serás, etc., tú! y tu madre!»…
Eso no va por nada de lo que dices, Isabel, ni menos tú, Vengatriz (me quedo con tus sabias expresiones: «hay muchas formas de ser mujer» y «entender no es importante, lo importante es respetar»).
¿Fantasear en cómo serías si fueras…?. ¡Para mí resulta imposible saberlo!
A ver… La diferencia entre una mujer bio y una trans está en el cuerpo, por eso te resultará mucho más fácil ponerte en mi lugar (o en el de Kim, Isabel o Mara), que en el de Pablo. Imagina que tú eres tú (del todo tú), excepto porque tu cuerpo es el de tu hermano, o tu primo… No es tan difícil como lo otro…
Hubo una época en la que yo casi sabía como se siente Pablo, o mi hijo de 16 años, pero ahora no soy capaz de recordarlo… Porque yo soy yo, y nadie más que yo es yo…
No sé si me estoy explicando muy bien…
Es curioso eso que dices… Hubo una época en la que yo creía saber como puede sentirse una mujer. Sin embargo descubrí que lo que creía saber, no era correcto, y también me pasa que ahora me cuesta más trabajo recuperar esas sensaciones. Ante podía pensar qué haría «otra» mujer si estuviese en mi lugar en un momento dado, mientras que ahora me resulta muy difícil imaginarlo (también es verdad que he acabado por descubrir que mis hipótesis sobre qué haría una mujer estaban muy alejadas de la realidad).
En el cerebro tenemos un tipo de neuronas especiales, las «neuronas espejo», encargadas de reproducir en nuestra mente «lo otro». Algo así como el sitio de la empatía. Parece inevitable construir lo propio con retazos de materiales ajenos. ¿Somos algo más que la suma de nuestros intercambios? ¿No vamos apropiándonos de trozos de otros para levantar nuestra visión del mundo (y de nosotros mismos)? Aunque casi siempre es una especie de «esto lo podría haber dicho yo». La biología es la biología y tenemos que pagar ciertos peajes. Inevitables. Es muy manido, pero somos «seres sociales». Construir, o descubrir, en parte, la propia identidad con lo que vemos en el espejo (de los otros) no parece ninguna barbaridad ni le quita valor. A lo mejor para solucionar los problemas de identidad sería conveniente no darles tanta importancia, ni comerse el coco con ellos.
¿Quién soy? Soy lo que soy. Contestada la pregunta. Contestar con alguna frase que nos defina es la muerte. Creo que el problema surge, no en la fase pregunta-respuesta sino en la fase práctica. El problema viene en la fase expresión de lo que sea que se sea. ¿Puedo expresar eso que (creo que) soy con libertad, sin sufrir el apartamiento del otro? ¿Puedo hacer (con total libertad) mis pruebas y contrapruebas? Si los otros nos aceptan seamos lo que seamos sin colocarnos más etiquetas que nuestro nombre (por cuestión práctica) creo que la identidad no sería ningún problema. Mucho miedo es lo que hay.
Saludos.
M
¡Hola Mara!
Que bonito eso que has escrito. Creo que lo curioso del «reto a la heterosexualidad» quizá sea, no por la simple constatación de que nuestra identidad está formada en parte por lo que vemos reflejado en los demás, sino porque este efecto de «reflejo» es más fuerte cuando no somos conscientes de ello.
Es decir, las personas trans somos conscientes de que nos preguntamos quien y qué soy, y luego tratamos de averiguar como podemos estar segurxs de la respuesta, cómo llevar eso a la práctica y por qué no somos lo que se esperaba que fuésemos. Es decir, por qué si lo que los demás ven de nosotros forma gran parte de quienes somos, no somos lo que los otros esperaban que fuésemos.
Sin embargo, las personas hetero no se hacen esta pregunta. No se preguntan de dónde surge su identidad, quienes son, qué son y por qué lo son, y por tanto pueden estar más indefensos ante perturbaciones tales como que la chica que te parecía atractiva resulte ser un tío, colocándote de forma automática en un lugar que nunca quisiste visitar.
Creo que ahora ya lo has explicado de maravilla, y por fin he comprendido del todo a qué te referías. Eso me pasa por tener el cerebro al pil-pil…
Besos!
¿Mucho miedo es lo que hay?… ¿Tú no tienes miedo?…
¡Claro que los sueños son preciosísmos, y el mundo de la fantasía rebosa de alegría y perfección, de promesas de sol, playas y brisas que alborotan nuestras melenas, mientras corremos a cámara lenta con Cher de banda sonora!…
En eso estoy de acuerdo contigo, no hay que dejar de perseguir los sueños…
Os voy a dejar un video que parece que no tiene relación, pero la tiene con eso de perseguir los sueños. Llevo una temporada en la que cada día o cada dos días lo veo. Espero que os guste 🙂
http://www.youtube.com/watch?v=9Z2HjgzN7oc
Me gusta mucho ese video, aunque mi favorito es el de «protector solar». Lo malo es que es un poco largo.