Hoy estaba yo en el parque de la Carolina, tumbado en el cesped (porque ahí los parques tienen cesped y te puedes tumbar en él, ya que llueve mucho) leyendo un libro y escuchando música en el MP3, cuando se me acerca una mujer a hablarme. Después de recuperarme del susto (no es que fuese una mujer de aspecto inquietante, es que no me esperaba que se me acercase nadie), ella me dijo que se iba a organizar una excursión gratuita de dos horas para ver unas ruinas arqueológicas recientemente descubiertas al norte de la ciudad, y que como me había visto con el libro, pensó que tal vez me interesarían los temas culturales.

– ¿Pero es gratis? – dije yo con desconfianza.

– Sí, sí, es totalmente gratuita, dura dos horas y sale desde allí – la mujer estiró el brazo señalando una grada solitaria, parecida a las que se ponen en Semana Santa para que las personalidades vean las procesiones, pero construida en obra -. Estamos parqueados detrás de la tribuna. Empieza a las dos.

Decidí apuntarme, porque de hecho sí que me interesaba. Pero mientras iba pensando que eso de que fuese gratis… me daba mala espina. ¿Y si eran unos secuestradores de turistas incautos? ¿Y si eran de una secta cristiana, que usaban los tours gratis como gancho para atraer incautos? ¿Y si era un nuevo método para vender enciclopedias y/o colchones? Sin embargo, cuando me acerqué, vi que habían varias familias normales, con pinta de turistas algunos, y otros con pinta de haber ido a pasar el domingo al campo (ropa cómoda y un poco ajada, mochilas), y eso me tranquilizó un poco. Me tranquilicé mucho más cuando vi el autobús en el que se iba a hacer la excursión.

El autobús tenía un cartel que ponía «la chiva cultural» y otro del ayuntamiento de Quito. Y era gratis de verdad. Tres animadores iban en el bus, haciendo de guías, pero sólo uno de ellos hablaba (sospecho que las otras dos eran unas amigas que habían ido a acompañarle)… y para mí que ha sido uno de los mejores guías-animadores que he visto nunca. ¡Era buenísimo! Lo único que le faltaba al pobre era tener un micrófono, porque hacerse entender por encima del ruido del motor era muy difícil.

Visitamos dos museos arqueológicos, aunque más que museos son yacimientos. Entramos en ambos de manera gratuita, aunque la visita normal también es gratis (al menos de momento, según nos explicó el animador). Uno era el museo de Rumibamba, que es un yacimiento de 30 hectáreas de terreno, con restos arqueológicos tanto de viviendas como de estructuras civiles, como caminos, lugares de cultivo, etc… todo ello al aire libre.

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Después fuimos al museo del Sitio, que surgió de un intento de construir una cancha de baloncesto. Cuando empezaron a excavar en el terreno, empezaron a aparecer vasijas quitus por todas partes, de modo que se detuvo la obra (cosa que al dueño del terreno no debió hacerle ninguna gracia) y se iniciaron unas excavaciones en las que aparecieron varios enterramientos con unas 40 momias, ajuares, etc…

Me he quedado encantado con el recorrido, que si bien no mostró el museo de Rumipamba por completo, sino solo una ruta abreviada, fue muy interesante, con muchas cosas para aprender. Vimos plantas autóctonas con propiedades naturales, nos hablaron de la forma en que los indígenas transportaban mercancías (sobre los hombros y usando unos caminos excavados en la tierra, pero no subterraneos, que les protegían del sol de justicia y de la intensa lluvia ecuatoriana), y me enteré de que en Quito, antes de los incas habían vivido los quitus, a la orilla de una gran laguna llamada Iñaquito (en serio, se llamaba así) que se secó por falta de irrigación natural, y que había estado situada desde el parque de la Carolina hasta el aeropuerto.

Una de las cosas que más me han gustado ha sido el entusiasmo de quienes organizaban la excursión. Como suele ocurrir con las cosas culturales, no había mucha gente interesada, probablemente porque desconocían la existencia de dicha excursión, así que los organizadores se habían dedicado a ir por el parque invitando a la gente a que fuese a la excursión, del mismo modo que me invitaron a mí, hasta que por fin el autobús se llenó. Luego el trabajo que han hecho ha sido muy bueno, con alegría y con ganas de hacerlo bien. ¡Si hasta han hecho varias paradas a la vuelta, para la gente que sus casas les pillaban de camino! Así da gusto.