El jueves pasado leí en el periódico «Alba Digital» el artículo «Transexualidad, la mueva batalla de la izquierda», que también apareció, más ámpliamente descrito, en la edición en papel.
Inicialmente había enlazado directamente ese artículo, pero un amigo me ha dicho que la foto que han usado para ilustrarlo está cogida sin permiso, y algunos de los hombres trans que aparecen en ella está muy preocupados, pues mucha gente de su entorno desconoce que son trans, y temen que la difusión de esa foto les pueda afectar. Por ello quito el enlace y paso a copiar aquí mismo el artículo aparecido en el diario.
Con una población de cuarenta y cinco millones, España tiene una cifra de entre tres mil y ocho mil transexuales, según las asociaciones promotoras de su causa. Las mismas asociaciones afirman que nueve de cada diez transexuales están en paro, al tiempo que, según relata Carla Antonelli, coordinadora del Área Transexual del PSOE (sic), el 85% de las transexuales “ejerce la prostitución porque no tiene otra salida”.
Como fuere, el activismo en materia de transexualidad parece interesar menos que nadie a los propios transexuales: tras la aprobación en marzo de 2007 de la Ley reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas, por la cual, tras un somero dictamen psicológico, cada persona puede modificar su sexo y su nombre en el Registro Civil y el DNI sin esperar a tratamientos hormonales o a la cirugía de “reasignación de sexo”, sólo unas pocas decenas de personas -unas cuarenta en 2009- han optado por dicha modificación. A pesar de lo cual, PSOE, IU, ERC y NaBai hablan de hacer extensiva la medida a los menores, ya que “la edad más difícil para todos es la pubertad”.
Éste es sólo uno de los pasos legislativos que están previstos para una batalla, la de la transexualidad, que está siendo la más rápida de las batallas ‘liberacionistas’, partiendo de la base de que “las personas transexuales nacen en sociedades equivocadas, no en cuerpos equivocados”, de que “es necesario transmitir un discurso contra las imposiciones morales, no sólo en torno a la orientación sexual sino también hacia la identidad de género” o de que “la identidad de género y la identidad sexual deben ser artificios libres de ataduras”.
Machos y coquetas
La estrategia política de la izquierda, bien arropada por una campaña mediática, busca ahora avanzar en tres frentes: la definitiva normalización de la transexualidad entre los adolescentes y preadolescentes, la discriminación positiva de los transexuales en materia laboral y mediante la educación sexual de los menores, y la cobertura sanitaria a cargo del Estado de todas sus demandas de asistencia, tanto en tratamiento psicológico como hormonal o quirúrgico.
De hecho, puede pensarse que la transexualidad es algo que ahora sólo está generando críticas entre algunos sectores del feminismo, que encuentran que los transexuales cambian de sexo para “perpetuar roles de género estereotipados” de hombres muy machos y mujeres muy coquetas.
En el ámbito legislativo, han sido varias las comunidades que han incluido -de forma parcial o en su totalidad- el tratamiento clínico de reasignación de sexo desde 2005, sumándose a la senda iniciada por Andalucía en 1999: Aragón (2005), Cataluña (2005), Asturias (2007) y Madrid (2007), pese a que en este tratamiento, según recoge un documento de IU, “existe un elevado grado de incertidumbre por los riesgos y contraindicaciones que conllevan este tipo de intervenciones, así como por las dudas previas sobre la funcionalidad o no del nuevo órgano génito-urinario y, en especial, sobre la sensibilidad erótica del mismo”.
Un informe de evaluación para pacientes operados ofrece un test con preguntas de gran pintoresquismo sobre el “proceso transexualizador”: “¿Tengo problemas para orinar? ¿Cuándo puedo nadar? ¿Cuándo puedo ir en bici? ¿Cuándo puedo montar a caballo? ¿Cuándo puedo empezar a hacer aquaerobic?”.
Además de las cinco Unidades de Trastorno de Identidad de Género que hay en diversos hospitales españoles, Navarra ha sido la primera comunidad en dotarse de una ley propia sobre reconocimiento de transexuales, impulsada por NaBai. Andalucía y otras comunidades siguen por este camino, para el cual también hay movimientos a cargo de los grupos de la izquierda parlamentaria en el Congreso de los Diputados.
Financiación pública
Entre las reclamaciones que buscan atenderse, destacan la “penalización de la transfobia y su tipificación como delito”, “la regulación específica de derechos laborales de las personas trabajadoras sexuales” (prostitución), “el tratamiento sanitario integral de la transexualidad dentro del Sistema Nacional de Salud”, “las medidas para estimular la contratación de personas transexuales”, “medidas de discriminación positiva”, “medidas de sensibilización social y educativa sobre transexualidad”, “financiación pública de las asociaciones” pro transexuales y “formación del personal de las administraciones públicas” para generar sensibilidad hacia los transexuales. Son, entre otras, las promesas realizadas por el Partido Socialista de Madrid al colectivo transexual, en una recentísima reunión.
Se trata de “socializar una actitud favorable a la diversidad de vivencias en torno a la identidad de género”. Las medidas médicas prevén cuestiones como “logopedia para modular la voz de mujeres transexuales, dermatología para la depilación del vello facial y/o corporal en mujeres transexuales”, “mamoplastia”, “extirpación de útero y ovarios” y “faloplastia, mediante el implante de un pene con tejidos extraídos del antebrazo”.
Es, sin embargo, en el ámbito de los menores donde se centra con más énfasis la batalla. Uno de cada diez pacientes atendidos en las Unidades de Trastorno de Identidad de Género ya es menor de edad. Y lo que viene es peor: las clínicas especializadas en el tratamiento de estos desórdenes dan cuenta de una “explosión”, según Hanna Rosin, ante todo en lo referente a preadolescentes y adolescentes.
Un ‘tsunami’ de menores
Así, la mundialmente famosa clínica del Dr. Zucker, en Toronto, “ha visto cómo su lista de espera se cuadruplicaba en los últimos cuatro años, hasta ser de ochenta niños”. Por su parte, la doctora Peggy Cohen-Kettenis, a cuyo cargo está la otra clínica más famosa del mundo en tratamientos de género, situada en Holanda, ha visto cómo descendía la media de edad de sus pacientes desde el año 2002, de los 14-16 años a los 12-13. En este mismo sentido, Catherine Tuerk, que lleva una red de apoyo a padres con niños con trastorno de identidad sexual, indica que, si antes la mayor parte de las llamadas tenían que ver con la posible homosexualidad en niños, ahora mismo “el noventa por ciento de las llamadas” tienen que ver con la posible transexualidad del preadolescente.
Tras pensármelo bastante, he decidido escribirles una carta, aunque dudo mucho que la lea alguien, y mucho menos que ese alguien sea el responsable de la publicación del artículo en cuestión.
La carta dice así:
Estimado señor o señora:
Me dirijo a usted en referencia al artículo publicado en las ediciones digital y en papel de su periódico, del día 19 de marzo de 20010, titulado «Transexualidad, la nueva batalla de la izquierda».
Mi nombre es Pablo, tengo 30 años y soy diplomado en turismo, aunque actualmente no ejerzo en el sector. Además de todo esto, soy transexual masculino… lo que ustedes conocen erróneamente como «mujer operada», y digo erróneamente porque ni soy mujer, ni me he operado de nada. Bueno, sí, me sometí a cirugía bariatrica para bajar de peso puesto que padecía obesidad mórbida, y también me sacaron una muela de juicio en un quirófano, pues estaba colocada en una posición muy complicada y fue necesaria la intervención de un cirujano maxilofacial, pero sospecho que la persona que se refirió a los hombres transexuales como «mujeres operadas» estaba pensando más bien en faloplastias.
En primer lugar, quisiera advertirles de que dicho artículo está plagado de datos erroneos. Por ejemplo, Ley reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas, tiene como condición para realizar dicha rectificación registral someterse a algún tipo de modificación corporal durante dos años, ya sea hormonación, o cirugía. Por otra parte, un dictamen psicológico nunca puede ser «somero» (dicho palabra significa «ligero, superficial, echo por encima»), sino que, en todo caso, lo será el proceso de diagnóstico. En mi caso, este proceso duró tan sólo un año, aunque hay personas que tardan dos años, e incluso siete, e incluyó un gran número de entrevistas en profundidad, tanto a mi como a personas de mi familia. Tal vez sea posible que el señor Ignacio Peyró desconozca el significado de la palabra somero.
En realidad podría analizar el artículo publicado en la edición digital, párrafo por párrafo e ir indicándoles dónde y como se han incluido otros datos erróneos o se ha manipulado la información presentándola de manera parcial, pero pienso que, aunque contraten redactores con problemas de conocimiento semántico, son ustedes un periódico que trabaja de manera sistemática y profesional, y sabe muy bien lo que se hace. Por tanto, no cabe atribuir a la ignorancia semejante artículo, sino que sólo cabe asumir que ha sido redactado de tal forma de manera deliberada, buscando intencionadamente el insulto y el ataque a la comunidad trans en general.
Después de leerlo, me quedé pensando qué les habré hecho yo para que me insulten de esa manera, o qué les habremos hecho las personas transexuales en general. Lo comenté con un amigo y este no supo tampoco qué decir, aunque sugirió que lo mejor sería preguntárselo directamente a ustedes. De modo que les traslado la pregunta que me hacía a mí mismo: ¿Qué les he hecho yo para que me falten al respeto de esa forma? ¿De dónde viene ese odio que transpira su artículo hacia las personas trans en general? ¿Qué hemos hecho que sea tan terrible?
Yo también preferiría que los fondos públicos destinados a las organizaciónes GLTB se destinasen a otras cosas, como programas para la prevención de la violencia doméstica. Eso significaría que nosotros ya no los necesitamos. ¡Ojalá todos los y las activistas GLTB pudiésemos tomarnos un respiro y dedicarnos a coleccionar sellos! Sin embargo, mientrastengamos problemas a la hora de hacer efectivos derechos básicos como el acceso a la atención sanitaria, a la dignidad (un ejemplo al ataque contra mi dignidad es el pie de página de su periódico), a la protección de la intimidad, al libre desarrollo de la personalidad, etc… será necesario invertir fondos públicos. O, dicho de otra forma, si ustedes nos dejasen vivir nuestra vida tranquilamente de la misma manera que nosotros les dejamos a ustedes vivir la suya, no sería necesario invertir fondos públicos para financiar las asociaciones LGTB. Tampoco sería necesario que yo hubiese invertido una hora entera redactándoles este correo, por lo que ustedes no tendrían necesidad de leer (aunque reconozco que no estoy del todo seguro de que lo vayan a leer), y tanto la persona encargada de leerlo como yo, dispondríamos tiempo para dedicarlo a otros menesteres.
Respecto a la inversión en terapias sanitarias, también desearía que no fuese necesaria, y que yo pudiese declarar que soy un hombre, y tener reconocimiento social, legal, e incluso reconocerme a mi mismo como hombre, sin necesidad de realizar ninguna modificación corporal. A nadie le gusta ir al médico o meterse en un quirófano, pero a veces no queda más remedio. Uno de los motivos que obligan a las personas trans a realizar esos cambios corporales es precisamente la idea de que nosotros no somos hombres, sino mujeres que parecen hombre, y biceversa para las mujeres transexuales. La idea de que para ser un hombre hay que tener cuerpo de hombre, y para ser mujer, hay que tener cuerpo de mujer, es la que nos obliga a acudir al médico, y la causa de que sea necesario invertir dinero en nuestros tratamientos médicos. Si a ustedes les interesa el ahorro en la sanidad pública, empiecen a transmitir la idea de que lo importante está en el interior, y de que el hombre o la mujer no nacen, sino que se hacen, independientemente de la forma del cuerpo de cada cual.
También deben darse cuenta de lo peligrosa que es la idea de que un hombre transexual es «una mujer operada». La idea de que siempre seremos mujeres, hagamos lo que hagamos, porque eso es una cosa «de nacimiento» lleva al suicidio a cientos de personas transexuales cada año, en todo el mundo. Estas personas no soportan pensar que, hagan lo que hagan, nunca podrán ser hombres o mujeres reales, sino tan solo un remedo, una imitación, y desesperados, incapaces de ver una salida, no comprenden otra opción que no sea quitarse la vida para abandonar una existencia ingrata. En palabras de Pepi, una mujer transexual que se suicidó en el año 1992 «es como un cáncer que me devora por dentro». Probablemente no habían pensado en esto, pero es posible que artículos como el suyo hayan supuesto un pequeño empujoncito más para alguna persona transexual y desesperada que quizá ahora tenga más claro que suicidarse es una buena idea. ¿Podrán dormir sabiendo esto? Seguramente sí, porque no van a creer en mis palabras. O quizá porque piensen que la gente como yo es lo que merece, sufrimiento y muerte, no ayuda y comprensión. Si yo fuese el Sr. Peyró, el editor de este periódico, o incluso el director del mismo, no podría dormir después de haber publicado un artículo como ese.
Tal vez en realidad no nos odian tanto y sólo publican artículos así para vender más periódicos. No sé si funcionará la estrategia, pero a mí me parece que ganar dinero a costa de lo que sea, es deleznable, repugnante. Replantéenselo, hay muchas formas de hacer negocio sin dañar a nadie.
Si han sido capaces de leer hasta aquí, les agradezco mucho su atención.
Les saluda atentamente, Pablo Vergara.
Pese a tus justificadas prevenciones, Pablo querido, te han publicado la carta, y haciendo referencia al blog.
En una lectura superficial de la revista digital, me parece que es muy triste que quienes dicen seguir la doctrina de Jesús, estén más preocupados en realidad de atacar-defenderse de sus adversarios político-sociales, y de salvarle la cara como sea a la jerarquía católica, en una especie de sucia «batalla sin cuartel» (en la que no importan los «daños colaterales»)…
Ojalá de verdad volvieran la vista de corazón a las palabras de Jesús, y pusieran su capacidad crítica en la interpretación que de ellas hacen quienes dicen estar justificados para ello…
En fin, tu carta es excelente, como no podía ser de otra manera, y estoy segura de que las personas de buena fe que leen esa revista (que se sienten brutalmente atacadas, y de forma injusta, por «la izquierda») gracias a tu testimonio, podrán ver que no todo vale para defenderse del «enemigo», y que el fin (por «santo» que sea) no justifica los medios…
Al menos, espero que otra vez se sientan impelidos a informarse un poquito más, antes de atacarnos sin razón real alguna.
Lo repito: ¡¡Excelente carta, querido amigo!!
Muchos besos!!
Ángela.
¡Andá! ¡Pues es verdad! Imagino que en realidad la han «pillado» no a través del mail que les he mandado a su dirección de contacto, sino a través del enlace que he puesto al artículo en cuestión.
¿La habrán leido? ¿Se habrán reido mucho? ¿Les habrá parecido una sarta de sinsentidos? Al menos es loable que también den voz a las críticas ¿no?
Jo, me he quedado de piedra.
Querido amigo,
Parece que sí que la han publicado, lo cual dice mucho de ellos…
Me siento muy identificado contigo, o mejor, me sentía…yo pasé por un bache, por grandes dificultades para aceptarme, por problemas de integración social y adapatación al entorno…sin emabrgo, ahora, tras una larga lucha, tras un desierto complejo, por fin soy lo que siempre fui pero nunca creí, lo que la naturaleza me creó y para lo que nací: un hombre, con una sensibilidad especial y con algunas diferencias culturales respecto a la sociedad, pero una persona con una dignidad completa, de un hombre completo…menos más que la sociedad no me hizo cambiar lo que no se puede cambiar!!, qué liberación cuando lo acepté!!
Por ello, desde el cariño y el respeto te digo que, lo siento, ya que, si bien la mayoría de las cosas que dices son políticamente correctas, pero que parten de un desconocimiento antropológico del ser humano bastante claro. Por supuesto que es mujer quién nace mujer, y hombre quién nace hombre, ya que el género no se elige, sino que viene predeterminado, de forma natural, y lo contrario es tratar de revertir la naturaleza.
No creo que hablar del suicidio -aunque por desgracia sea frecuente- como solución sea el mejor antídoto para personas con problemas de aceptación de su género(no de su sexo, que aquí está el gran problema de las teorías feministas que tanto daño hacen a nuestra sociedad). En realidad el que sea frecuente debería hacernos reflexionar, porque, se produce el mismo fenómeno en las familias numerosas?, y en los matrimonios «tradicionales»? en definitiva, entre la gente feliz?
Ojalá tengas la valentía de revertir tus pensamientos, de buscar la felicidad en tí, en aceptar tu dignidad por tí mismo, no por tu condición…y el tiempo haga que todos nos aceptemos como somos…
Un fuerte abrazo, amigo
Perdona, Javier, que me inmiscuya (puesto que te diriges a Pablo), pero es que no entiendo muy bien lo que dices… ¿que significa que la sociedad no te hizo cambiar lo que no se puede cambiar? te prometo que no sé a qué te refieres… ¿eres una persona transexual, o variante de género?…
Perdona si te parezco indiscreta, pero es que estoy un poco obtusa, y te agradecería mucho que me lo aclarases.
Besos!
Ángela.
Estimado Javier:
Muchas gracias por tu amable comentario. Me alegro que consiguieses salir de esa situación difícil y hayas encontrado una forma de librarte de las dudas, los temores y la inquietud. No todo el mundo que no encaja perfectamente en su género encuentra que la solución de sus problemas pasa por iniciar una transición de un género a otro. La mayoría de la gente consigue adaptarse con sus propias peculiaridades, y eso también está bien.
Podríamos discutir largo y tendido sobre qué es ser mujer, y qué es ser hombre, pero ninguno conseguiríamos hacer moverse de su postura al otro ni un milímetro. Por supuesto, no interpreto eso que dices de que parto de la ignorancia total como una forma de descalificación, aunque decirle a otra persona «no tienes ni idea» es un argumento un poco pobre. Seguramente para tí que «un hombre es un hombre, y una mujer es una mujer» es algo evidente como que el sol sale por donde sale, y se pone por donde se pone. No merece la pena discrepar ante ese tipo de convicciones, al igual que a ti no te va a merecer la pena tratar de convencerme de que yo no soy un hombre.
No estoy seguro de que las familias numerosas y los matrimonios tradicionales estén compuestos por «gente feliz». Es más, mi experiencia me dice que en muchos casos estas son personas que se sienten tan atrapadas en sus destinos como algunas personas trans se sienten atrapadas en sus cuerpo. Simplemente hacen lo que se espera de ellos porque «es lo natural» o «lo normal» y no creen que exista esperanza para vivir de otra manera. Por eso la supuesta «gente feliz» se suicida, porque no eran tan felices. El suicidio nunca es una buena idea, sobretodo porque una vez que te has suicidado, ya no puedes cambiar de opinión.
Finalmente, gracias por tus buenos deseos, que ya se han hechho realidad. Soy feliz por mi mismo (aunque a veces también sufro), y estoy orgulloso de quién soy. Me considero una persona con una gran dignidad, a pesar que de haya quién quiera arrebatármela, pero… hay cosas que a uno no le pueden quitar, en todo caso, uno acaba renunciando a ellas.
Un abrazo, Javier.
Ten por seguro que la han leido. Nadie es tan torpe de publicar un articulo de un «anonimo» sin leerlo.
Apostaria dinero a que no se han reido, aunque quizas lo perdiera ya que nunca se sabe con la gente….
Sinsentidos…. pues no tengo claro que piensan realidad como colectivo. A nivel individual puedes pillar desde el que solidarice con nosotr@s al 100% porque nos consideran hijos de Dios tambien y puedes pillar al que piense:» Se suicidan!, pues mejor , asi nos ahorramos dinero en «curarlos». Quizas exagere con esto ultimo, pero con la gente nunca se sabe….
Supongo que lo mas justo que podemos hacer nosotr@s para no caer en injusticias como hacen ellos (como colectivo) es no tratarles como colectivo y analizar cada persona como individuo y decidir si esa persona merece nuestro respeto o nuestra indiferencia. Si fuera mas sobrada de fuerzas quizas estaria tentada en odiarlas, pero como no hay mal que por bien no venga, tengo «la suerte» de haber tenido que gastar muchas fuerzas en defender mi autoestima que despues de tantos lustros de no poder gastar un Jule de energia en odiar, he aprendido a no hacerlo aunque un dia vaya sobrada.
Quizas tu carta les ha hecho plantear lo mismo que digo yo sobre ellos y han pensado que quizas habrian de tratar a la gente como individuos y no como colectivo. Quizas han dicho «Si todos fueran como este (educado, correcto, culto, con ganas sumar, ….) y no como ( no pondre nombres)….»
La cuestion es que ha sido un gran paso. Si de todos sus lectores alguien se lo plantea, puede que cambie su opinion negativa ( si es que la tuviere ) y entonces ya es uno menos del que tener miedo y/o verguenza a cruzarnos con el/ella.
Ya solo me queda agradecerte el tiempo que te tomas en hacer estas cosas. Eres un Sol!
Mónica
Pues ésta es la cruda realidad: existe esa «derecha» intolerante, que ni siquiera es consciente de su cortedad de miras, de su fanatismo religioso y de su completa falta de humanidad. No lo dices tú, Pablo, que has sido muy educado, lo afirmo yo. Pero es que la humanidad es así: somos borregos que nos sentimos buenos por ser miembros de asociaciones que dicen hacer el bien, de izquierdas, como el PSOE, o de derechas, como la iglesia católica. Y el común de los mortales no ve más allá, no es capaz de pensar por sí mismo y de analizar por qué siente rechazo hacia el que es diferente, hacia el que no encaja en su concepto religioso hombre-mujer-procreación. Ni siquiera son conscientes de que el problema en este caso son sus creencias. Por eso no creo que la lectura de tu carta les haga cambiar de opinión, ni un poquito. Solo cambiarán su forma de pensar cuando al ser intolerantes se vean marginados por su grupo, en este caso la iglesia. Tanto en ese momento, si algún día llega, como ahora, simplemente se comportan como creen que espera el rebaño. El ser humano no da para más; lo que no quiere decir que su actitud no sea reprochable.
«Nunca dejes que la moral te impida hacer lo correcto»
En realidad tampoco creo que haya servido para que cambien de opinión, ni siquiera un poquito, pero hay que intentarlo, y también hay que protestar… Por si acaso se dan cuenta de que las personas trans existimos de verdad y no sólo somos gente que sale en la tele.
Pues sí, Dicybug, creo que tienes toda la razón, y lo lamento, porque me da mucha rabia constatar que «la gente es así», como dice también Mónica…
Al menos, una persona que tiene un «mandamiento divino» que reza: «Amarás a tu prójimo como a ti mism@», debería darse cuenta de lo estúpido y contradictorio que resulta odiar a aquellos «prójimos» que no sienten como suyo ese mismo mandato…
Si cada persona que cree volviera a lo que sintió la primera vez que oyó a Cristo en sus corazón, y pudiera ver claro entre la bruma que han creado después los «intérpretes de Dios» (¿¿¿ein???, la sola idea me parece obscena)…
Pero eso no incluye, por supuesto, a los creadores de opinión de ese medio digital, cuya función parece limitarse a «darle caña» a todo, todo, y todo, lo que «huela» a izquierda y anticatolicismo, aunque eso signifique incumplir claramente lo más santo que dicen defender…
En fin, como dice Mónica, aparte de protestar (¡Gracias, Pablo!), lo mejor es no caer en sus mismas «reacciones humanas»…
Ángela.
No termino de entender por qué esa obsesión de algunos por aporrear cosas tan intransferibles como lo que a cada uno le corre por sus venas; no entiendo, además, por qué se generaliza de esa manera tan banal y por qué se da por supuesto lo que es «lo correcto».
Uno de los problemas que conlleva ser racionales es la triste mañana en la que uno se levanta con la eufórica sensación de estar en posesión de la verdad, y ya por la tarde, muy prontito, empieza a maquinar cómo imponérsela a las demás.
Al menos se podría tener la decencia de no opinar sobre lo que no se tiene ni puta idea.
Al menos yo, siempre que a mí se me ha pasado por la cabeza que no entiendo a los LGTB acabo concluyendo que es normal que no entienda lo que no siento. Como decía Kant, de lo que no percibo por los sentidos podré negar su contingencia, pero no su existencia…
Si a esto le sumas un poco de cordura, humanismo y ganas de empatizar, hace que el artìculo de estos insensibles se quede en chiste.
No abriré yo la boca jamás contra ningún gay, ninguna lesbiana, ningún trans,- porque soy incapaz de entender ese concepto- y sin embargo, sí me nace hacerlo a favor, porque estamos hablando de personas, no de estadísticas.
Un abrazo, Pablo
Muchas gracias, Ariovisto, por la parte que me toca!…
Si todo el mundo fuera como tú, nuestras vidas serían mucho más fáciles… «Decencia», dices, y esa es la cuestión… Creer que tú eres la medida de todas las cosas, siendo, como ser humano, imperfecto por definición… ¡y llamar a eso «ser buena persona»!…
Yo, al menos (y creo que le pasa a tod@ trans, y a tod@ LGB) me he debatido derante años entre la frustración y la rabia de no comprender por qué le cuesta tanto entender a la gente no-LGTB, que no tenemos la culpa de ser como somos, y de sentir lo que sentimos…
Luego, simplemente aceptas que las cosas son así, que la gran mayoría ni lo entiende ni lo quiere entender… solo nos queda exigir entonces el respeto que nos merecemos simplemente por ser personas como las demás… el mismo respeto que los demás nos pueden exigir a nosotr@s…
Gracias, otra vez!
Besos!
Ángela
Perdón, debería haber puesto LGTBQ…
Ya que me pongo a incluir a gente (siguiendo tu acertado ejemplo, Ariovisto),y aunque el ataque frontal haya sido contra nosotr@s, no es justo que «me deje fuera» a la Queer people, que también sufre la intolerancia de las mentes «bienpensantes»(¿?), y que es un concepto que, bien mirado, puede incluirnos a tod@s.
Humm… y también creo que no he sido sincera del todo… la verdad es que sigo sintiendo esa rabia y esa frustración de la que hablaba, y aunque me gustaría sentir fácilmente esa aceptación del «estado de cosas» de la que hablaba también, lo cierto es que me cuesta un esfuerzo enorme…
Por eso es tan agradable encontrar una comprensión y un trato como los vuestros…
Hola Pablo!
Me ha gustado mucho la carta. Está fenomenalmente escrita.
Un abrazo muy fuerte y todo mi apoyo.
Paco
Al cabo de los días, me doy cuenta de que lo del «pintoresquismo» se me ha quedado grabado… Convierten a personas normales con inquietudes normales (¿quién no se preguntaría esas mismas cosas, sometido a una operación tan importante?) en una caricatura, en un estereotipo de persona «rara» o tonta. ¿Qué hay de ridículo en hacer esas preguntas?
Supongo que no es lo más grave del artículo de Alba Digital, que para mí es el espíritu general del escrito, la falta de empatía, el distanciamiento emocional con unos problemas que seguramente no son los de la persona que escribe el artículo, pero que para otras personas, muchas o pocas, son importantes.
No sé si encaja en el concepto de «despatologización» que tienen otras personas, pero a mí no me gusta lo de «desorden», otro término usado en el artículo. Todos somos igual de «ordenados» e igual de normales. Al menos hasta que abrimos la boca y demostramos ser unos intolerantes con los que sufren injusticias, con los débiles y con los diferentes.
Si, Dicybug, es que ese párrafo es directamente oligofrénico.
Si te han operado de cirugía mayor, colocándote la uretra en otra posición, ¿cómo no va a ser importante controlar si tienes problemas para orinar?…
Podría seguir con la explicación médica de cada una de esas preguntas «pintorescas» (según el orgulloso autor del párrafo), pero además de ser evidentes para cualquiera que se haya visto sometido a una operación de riesgo elevado, no merece la pena… está claro que su intención es menospreciarnos a nosotros, y desprestigiar a las Unidades de Tratamiento Hospitalarias (a ver si las quitan) y le ha parecido que «ahí pillaba cacho»…
¿Como se puede ser tan ignorante y estar tan orgulloso de ello? ¿o es que a los que toma por descerebrados es a sus lectores?…
En fin, menos mal que existe la gente como tú, buena, sensible e inteligente más allá de preferencias políticas!
Un beso muy fuerte!
Ángela.
A mí también me llamó mucho la atención eso del pintoresquismo. Supongo que el autor del artículo nunca se ha sometido a una operación importante… Yo cuando me hice el bypass gástrico también tenía muchas preguntas pintorescas: ¿Cuando podré volver a comer pan? ¿Cuando podré volver a comer carne? ¿Se me descolgará la piel? ¿Será necesario operarme una segnda vez? ¿Cuando podré hacer abdominales? ¿Durante canto tiempo tendré que llevar puesta la faja tubular? ¿Cuantas veces tengo que masticar la comida?
Yo también pienso que la falta de empatía del autor con los problemas de otros es uno de los puntos importantes del tema. Esta falta de empatía que está presente en los que se ríen de los gordos, o de los discapacitados psiquicos (los «tontos», aunque en la mayor parte de los casos de tontos tienen muy poco, y mucho menos que quienes los ridiculizan), o de los feos, etc…
El tema de la despatologización va en el sentido de que deje de considerarse un «desorden» o un «trastorno», precisamente. El hecho de que una persona no tenga comportamientos idénticos a los de la mayoría de la gente no hace que tenga su mente «desordenada». De hecho, mi madre suele decir que «lo raro es ser normal». En este sentido, los autores del DSM-V han decidido que es cierto esto que dice mi madre, pero en vez de sostener que algo de «anormalidad» es normal, sostienen que en realidad casi todos estamos trastornados.
DSM-5… ¡El «tema estrella» de la temporada! (y así dejamos un poco de lado a maleducados y retrógrados).
A la vista de que ese utópico «completo equilibrio mental y emocional» es un estado transitorio que todos hemos sentido en ocasiones, pero no nuestro estado habitual, ¿no es más lógico considerar que TODOS podemos necesitar, en momentos dados y en mayor o menor medida, la ayuda-asistencia de un profesional?…
Yo prefiero no ver a los autores de la propuesta de revisión como doctores «malosos malos», ávidos de empastillarnos a todos, persiguiéndonos con sus camisas de fuerza «pret-a-porter»; sino partir de que cualquier médico o psicólogo quiere sinceramente colaborar en conseguir la salud de sus semejantes (aunque sólo sea por aumentar su caché, o que sus colegas le consideren «el rey del mambo»).
El estigma social que aún recae sobre los usuarios o los pacientes de salud mental puede hacer que no veamos las verdaderas implicaciones de esa reforma DSM-5, influidos por una percepción anticuada y prejuiciosa.
Yo no veo qué tiene de malo que alguien que se siente verdaderamente mal por una pérdida familiar (por imaginar un ejemplo) pueda disponer de un tratamiento, si le da la gana, cuando antes se lo tenía que tragar con patatas, sí o sí…
Es mi forma de verlo… Aunque siempre habrá quienes se aprovechen de su poder sobre las vidas ajenas, esa forma de «universalización» de la asistencia en salud mental, yo creo que les recorta las posibilidades.
Y el tema de la «Incongruencia de Género» ya es otro cantar…
Besos!
Ángela.
¡Bueno, sensible e inteligente! No mucho de ninguna de las tres cosas, pero me estoy poniendo rojo igual 😉
Un beso