Jo. ¡Cómo me gustaría creerme las cosas que dicen los médicos sobre la transexualidad!

Dice el Dr. Mañero que ninguna de las personas a las que él ha operado de «cambio de sexo» se arrepiente (esto es mentira, yo conozco al menos un caso). También dicen que el psciólogo/psiquiatra es la persona adecuada para decidir cuando una persona está o no está preparada para tener acceso a la hormonación (aunque reconocen que tienen un pequeño índice de «arrepentimientos» y yo conozco también un caso de una persona a la que se le negó el acceso a la hormonación, y ahora que otro psicólogo le dió luz verde es más feliz que un ocho). Según dicen los médicos, esto es «sota, caballo y rey», o, lo que es lo mismo, terapia psicológica, hormonación y cirugía. Después de eso, ya eres un hombre o una mujer como cualquier otro y alcanzas la felicidad.

Otra de las cosas que están comunmente aceptadas, no sólo por los médicos, sino también en el ambiente trans, y entre la población en general (entre la parte de la población que puede entender la disforia de género), es que «cambiar de sexo» una vez es comprensible. Cambiar de sexo dos veces no. Eso se llama «arrepentimiento» o «te equivocaste la primera vez». ¿Cambiar de sexo tres, cuatro, cinco veces? ¿Dos veces a la semana? Eso es «estar desquiciado». De hecho, mucha gente afirma que ni siquiera cambian de sexo una vez, pues siempre fueron hombres o mujeres aunque el médico hiciese otro diagnóstico al nacer. Incluso hay quien afirma que, simplemente, no se puede cambiar de sexo, porque viene biológicamente impuesto.

Yo no nací ni hombre ni mujer. Yo naci bebé. No lo recuerdo, pero creo que a esa edad me importaba un pimiento que mi mamá me vistiese como a un repollo con lazos (que es como visten a las niñas) o como a un repollo sin lazos (que es como visten a los niños). Supongo que el hecho de haber nacido bebé hace que no tenga las cosas tan claras como los demás, que nacieron ya siendo mujeres y hombres.

¿Puedo achacar al hecho de haber nacido bebé el no creer en la palabra de los médicos? En estos momentos, al igual que me ocurre cuando voy a presentarme a unas oposiciones, envidio a la gente que tiene fe. Ellos creen que hay alguien sobre ellos que vela porque sólo les pasen cosas buenas. Yo creo que lo único con lo que cuento es mi esfuerzo y mi inteligencia, y hay momentos en que me siento un poco solo.

Cuando pienso en empezar a hormonarme, me pongo contento. Faltan ya menos de tres semanas, y creo que la espera se me va a hacer muuuuuy larga, como les pasa a los niños que esperan a que vengan los reyes magos. Cuando miro a algunos hombres (especialmente a esos hombres transexuales tan perfectamente masculinos) me da envidia, como siempre me ha dado, pero ahora pienso que ya me queda poco tiempo de envidiar. Realmente eso es lo que quiero.

Lo malo es que luego está esa vocecita impertinente que quiere saber por qué es tan importante para mí. ¿Y si en realidad simplemente lo hago porque me han dicho que es lo que hay que hacer? ¿O con la esperanza de ser reconocido por completo como hombre sólo por «parecerlo»? ¿Y si el hecho de «parecer» un hombre hace que empiece a sentir presiones para convertirme en un hombre «al uso», cosa que tampoco soy, ni quiero ser? ¿Y si empiezo a perder de vista, sin querer, mi parte femenina, con la que siempre he tenido una buena relación, de la misma manera en que una vez perdí de vista, sin querer, mi parte masculina? ¿Puedo volver a cometer dos veces el mismo error pero del revés?

Imagen tomada del blog de Aniel. http://freelikeus.blogspot.com

Me sentiría mucho más tranquilo si las cosas fuesen más flexibles. ¿Que quieres cambiar de sexo los lunes, miércoles y viernes? Pues oye, genial. Después del trabajo que me ha costado escaparme de las estrechas categorías de género, me da un poco de miedo volver a meterme en ellas sin querer. Tanta seriedad. Tanto interés por ser, definitivamente y de una vez por todas un hombre.

Si lo pienso bien, lo que en realidad me está pasando es lo mismo que les ocurre a las mujeres que afirman que los zapatos de tacón y las minifaldas son instrumentos de dominación. Aducen que les convierten en objetos sexuales para el placer del hombre, y renuncian a todo intento de parecer atractivas, o cuando lo hacen, sienten que actúan en contra de sus principios. Todo ello les lleva a una negación de su sexualidad, con lo cual acaban en el mismo punto en el que empezaron. «El sexo es malo» les decía la Iglesia. «El sexo es malo» dicen ahora algunas, porque sienten que están entrando en el terreno del sometimiento al hombre. Por suerte, ahora muchas están empezando a decir lo contrario, que el sexo es bueno, y les gusta practicarlo tanto como es posible, y vestirse de manera provocativa para que otros quieran practicarlo con ellas. De verdad ¿una mujer que se harta de follar con quien quiere, cuando quiere, que se viste enseñando u ocultando lo que quiere y no tiene remordimientos por ello es más sumisa y entregada al heteropatriarcado que una mujer que renuncia a tener un aspecto sexualmente provocador, y cuando folla está todo el rato mirando a ver como lo hace para no sentirse dominada? Pues no sé, pero seguro que, como mínimo, la primera se divierte mucho más.

Lo mismo conmigo. ¿De verdad puede decirse que una persona que, siendo designada como «mujer» decide realizar todos los cambios necesarios hasta imponerse como «hombre», se adapta y pliega sumisamente a las exigencias sociales? ¿No es la expresión máxima de la transgresión de la imposición del género? Si ahora renunciase a hormonarme por considerar que es algo demasiado «socialmente correcto», en realidad estaría volviendo al mismo punto del que partí. «Hormonarse es malo».

En realidad las cosas no son como son, ni significan lo que significan, sino que son como uno quiere que sean, y significan lo que cada uno quiera hacerlas significar. El mismo acto, con distinta motivación, puede ser la mayor sumisión o la mayor transgresión. En definitiva, me he dado cuenta de que lo que a mí me da miedo, no es el efecto que las hormonas puedan causar en mi cuerpo ¡Pero si ese efecto es el que llevo deseando toda la vida! Lo que me da miedo es regresar a una vida de sumisión.

Por cierto que de esto me he dado cuenta mientras escribía esta entrada. Que alivio. Ahora me siento mucho mejor, y más transgresor, así que puedo volver a estudiar tranquilamente para, algún día, llegar a ser un funcionario del estado, que es lo más plácido y menos transgresor del mundo.