Últimamoente me paso la vida esperando cosas. He estado esperando a que saliese la convocatoria de la oposición, a que saliesen las listas, a que saliese la fecha del exámen, ahora a que salga la nota del primer examen de la oposición, que parece que nunca llega… Este año, todo lo relacionado con las oposiciones del estado se retrasa de manera interminable, y da la sensación de que nunca se va a acabar. ¿Qué puñetas está pasando? En los foros hay hipótesis para todos los gustos, pero yo prefiero ni pensar en ello. Ya bastante tengo.

También llevo ya casi un año esperando a que la psicóloga deje de tener dudas respecto a lo evidente. Eso también es una cosa importante, porque vale que hago mi vida sin hormonas, pero… joer, no es lo mismo. Esta espera interminable me provoca angustia e inseguridad, y me paso horas pensando alternativas que me permitan ahorrar algo de tiempo, pero sin gastar dinero. No es fácil, porque todo esto es demasiado complicado, y aunque siempre pensé que el refrán de «más vale malo conocido» es una solemne estupidez, en este caso lo comprendo. ¿Y si estoy a punto de terminar con esta pesadilla (no se me ocurre otra manera de verlo), y me chupo 4 ó 5 meses más de espera por haberme cambiado a otra cosa?

Por supuesto, mis planes laborales alternativos a la oposición, también tienen que esperar, y mientras tanto, espero sosteniéndome en una situación demasiado precaria como para querer siquiera hablar o pensar en ella. También espero que la crisis empiece a escampar un día de estos, aunque me parece que eso es tener más moral que el Alcoyano.

Estoy pensando que en vez de Pablo, debería llamarme Job. Creo que puedo decir sin miedo que estoy dispendiando paciencia a espuertas. Toda la paciencia del mundo. El día menos pensado, hasta pondrán mi foto en el diccionario, al lado de la palabra «paciente».

Lo bueno es que, a diferencia de Sara Montiel, a mí todavía no me ha dado por fumar. Con el trabajo que me costó quitarme, ya sería la puntilla.