El lunes empezó gracioso cuando tuve que soltar 250 machacantes para pagar el seguro del coche, que no sé qué es peor, si eso, o tener que soportar el insufrible peloteo de mi corredor de seguros, que no sabe donde acaba su boca y empieza el culo del cliente. Ya que estaba en el banco sacando la pasta con mi flamante tarjeta de crédito nueva, decidí hacer caso a mi amiga Encarni, que trabaja precisamente en el banco del que soy cliente, y que me aconsejó muy encarecidamente que llevase mi DNI para que me lo digitalizasen.

A mi, la verdad, es que tengan por ahí más copias todavía de mi DNI por ahí dando vueltas, maldita la gracia que me hace, pero ella insistió tanto que decidí hacerle caso, porque, como ya he dicho alguna vez, Encarni es la depositaria de toda la sabiduría universal.

Después me vine a Granada, y a retomar la rutina. Se acabaron las vacaciones y la oposición está a la vuelta de la esquina. ¡Estaba dispuesto a estudiar a tope!

Por la noche, quedé con Astrid para tomarnos unas cañas, ponernos al día de las últimas novedades (esto me recuerda que tengo que llamar a Encarni también) y de camino, me regaló un libro que tiene muy buena pinta.

El martes me porto como un campeón, hago todas las cosas que tengo que hacer, y aún me sobran ganas para rellenar una solicitud de empleo del Opencor. ¿Número de Seguridad Social? Ni idea. Voy a buscar la tarjeta sanitaria, que la tengo en la cartera… Mierda. ¿Y la cartera? Si anoche la tenía. Me acuerdo porque pagué una ronda. Y la saqué por error al llegar al portal mientras buscaba las llaves. Y me senté sobre ella cuando fuí a apagar el ordenador. Tiene que estar en casa, pero ¿dónde?

Mierda ¿Y la cartera? ¿Entre los cojines del sofá? ¿Debajo del sofá? ¿En el suelo? Debajo de alguna mesa? ¿Debajo de la ropa? ¿En algún cajón? ¿En los bolsillos de la ropa que llevaba ayer? ¿En la nevera? ¡¡¡¡Mierda!!!!

De verdad, no exagero, he mirado hasta dentro de la nevera.

Llevaba 70e, el carné  de identidad, el de conducir, la tarjeta de la seguridad social… ¿Os he dicho que tenía 70 euros? Mierda, mierda…

El miércoles, el primer trabajo, ir al bar del lunes a ver si la habían encontrado allí. Pues no. Hala, a comisaría, a poner denuncia y a intentar hacerme los carnets nuevos. Mierda, mierda… pero si seguro que está en casa. Pero para el caso es igual. Necesito los documentos. El día 25 tengo que coger un avión para ir a Las Palmas de Gran Canaria, y el día 27 la oposición, y tengo que examinarme. Y necesito el carnet de conducir para circular con el coche. Precisamente el jueves tengo que pasar la ITV. Joder, vaya mierda. Bueno, me haré el DNI y el pasaporte, que es más rapidito.

– Oiga ¿para hacerse el carné de identidad?

– Tiene que pedir cita previa llamando al número que pone ahí.

En la pared había un cartel que ponía «en caso de pérdida o sustracción del DNI tiene que traer dos fotos de carnet y 10 euros» o algo similar. Bueno, 10 euros no es mucho, y así cambio la foto del DNI, que en la que tengo voy de drag queen, con pendientes, maquillaje y todo. De hecho cambio la foto en todos los documentos…

Llamo por teléfono. ¿Cita para el DNI? Claro… para el jueves día 10 de septiembre. Ah. Que pronto. Gracias.

Mierda, mierda, mierda… si seguro que la cartera está en casa.

Por lo menos más tarde quedé con un*s amig*s que me presentaron a una mujer que me abrumó con sus inmensos conocimientos sobre feminismo y psicoanálisis, a parte de ser alguien de caracter firme, inteligente, y para nada «endiosada». Además, me habían hablado tanto de ella que ya tenía ganas de conocerla.

Jueves… Bien, en vista de que no puedo conseguir el DNI hasta dentro de una semana, lo intentaré con el carnet de conducir. Me levanto temprano para que me de tiempo a estudiar despés, pero no… justo la empresa de mensajería que llevo dos semanas detrás de que me recoja un paquete, me llama para decirme que se va a pasar esta mañana. A las 11 llega y por fín puedo marcharme. Entre pitos y flautas no he podido estudiar casi nada.

Bueno, ya está. Me llevo los apuntes y estudio mientras hago cola. Lo mejor es coger el autobús nº8, que me recoge en la puerta de mi casa y me deja en tráfico.

Mierda, tenía el bonobús en la cartera. Bueno, como casi no lo uso, pagaré un billete sencillo y ya está.

En tráfico una señora muy amable me informa de que, como mi carnet de conducir es de los nuevos, lo único que necesito es llevar el DNI y pagar las tasas para que me hagan el duplicado. Creo que eso significa que voy a tener que conservar mi foto de drag queen hasta que pueda cambiar de nombre legal, allá por el S. XXII.

– Disculpe, el problema es que tampoco tengo el DNI, y en la comisaría me han dado cita para dentro de una semana, pero necesito circular con el coche… precisamente hoy tengo que pasar la ITV…

– ¿En qué comisaría has pedido cita?

– En la del Campillo.

– Pues pásate por la del Zaidín, que está mucho menos saturada. Allí te lo hacen seguro. Luego con eso ya puedes hacerte la copia del permiso de conducir.

– Muchísimas gracias.

De modo que vuelvo a coger el 8, que casualmente llega casi hasta la puerta de la comisaría del Zaidín. Menos mal que no me ha dado por ir en bicicleta, porque si tráfico está relativamente lejos de mi casa (tardaría unos 45 minutos andando, porque es cuesta arriba), el Zaidín está donde Cristo perdió el mechero.

Compro otro billete sencillo y pregunto a la conductora del autobús, que me dice que está bastante lejos, y que se lo recuerde dentro de veinte minutos o así. Al cabo de ese tiempo, y también gracias a las indicaciones de otra pasajera, vuelvo a preguntarle, y, finalmente, cuarenta minutos más tarde, llego a la comisaría.

– Hola ¿para hacerme el pasaporte?

– Claro chico, no hay problema, toma el número y pasa que te lo hacen enseguida.

Pero no, porque para hacerse el pasaporte hay que tener el DNI. Pero es que me han dado cita para dentro de 7 días, y yo no puedo estar 7 días sin ninguna identificación.

– A las 8:30 de la mañana damos número. Ahora es que ya se han acabado. Vente mañana a las 8:30 y para eso de las 9 te hacemos el DNI y luego ya puedes hacerte el pasaporte.

– Bien gracias.

Me marcho de la comisaría, pero antes paso por un estanco. Me parece que voy a necesitar un bonobús. Vuelvo a coger el 8, y casualmente lo lleva la misma conductora amable que tan bien me ha ayudado a encontrar la comisaría.

– Hola otra vez.

– Vaya ¿has encontrado la comisaría?

– Sí, pero me han dicho que me vaya a casa y vuelva mañana.

– ¡Los funcionarios si que viven bien!

Pues sí, pero entre tanto, yo que también quiero ser funcionario, no estoy estudiando nada, y encima, estoy empezando a sentirme bastante cansado. Al menos toda la gente que me voy encontrando es amabilísima. Debe ser porque acaban de llegar de las vacaciones.

Por último esta tarde toca pasar la ITV. Lo primero, limpiar el coche, que si está sucio, da mala impresión y te lo miran más. Hasta me permito el lujo de gastarme 4 euros en meterlo en el tunel de lavado. ¡Que bonito ha quedado, tan limpio! ¡Ya no me acordaba de que era azul! Es una pena que duerma en la calle el pobre.

Hagan sus apuestas. ¿Quién de los lectores cree que pasé la ITV? Con el trayecto que llevo esta semana, era obvio. No la he pasado. La verdad es que hacía un par de días que le escuchaba un ruidillo, como de llevar algo flojo. Y, efectivamente, algo flojo llevaba. Mierda. A todo esto, sería genial si encontrara la cartera. 40’14€ me han soplado por la ITV. Menos mal que la tarjeta de crédito no la llevaba en la cartera y puedo ir sacando dinero del cajero.

Lo bueno de que te echen la ITV es que para el año que viene tendré más días de margen para presentarlo (es decir, en vez del 3 de septiembre, será aproximadamente el día 7), y, además, como he dejado el coche directamente en el taller, no he tenido que buscar aparcamiento. Lo malo es que no sé cuanto me va a costar la reparación.

De modo que… me han regalado un libro que parece muy interesante, he conocido a una persona muy interesante, he pasado un par de buenos ratos con mis amigos, voy a cambiar de una vez la terrible foto de mi DNI… pero todo lo demás ha sido una mierda, y estoy estudiando tan poco que me da vergüenza hasta decirlo.

Llegados a este punto, hay que descargar la frustración. Mis amigos suelen hacerlo golpeando cosas. Paredes, o si las paredes son de pladur, armarios. Mis amigas prefieren darse un baño relajante, con sales perfumadas, beberse una copa de vino, comer quizá algún dulce, escuchar música y leer un libro. Definitivamente, las mujeres son más complejas que los hombres.

Pues en este caso, sin vergüenza ninguna, voy a usar el método femenino. Así que me llego al Mercadona en busca de una botella de vino de aguja, de ese de 89 centimos. Cuando voy a entrar, me llaman la atención y me dicen que no puedo entrar con mochila.

– ¡Pero si las chicas llevan todas bolso! – protesto sin acritud. Ya sabía donde me metía cuando me cambié de acera y sabía que estas cosas pasan.

La cajera se encoge de hombros y se ofrece amablemente a guardarme la mochila. Otro comprador me sonríe con un gesto cómplice, reconociéndome cuanta injusticia hay en este mundo. Lo curioso es que al entrar por fin al supermercado… ¡¡¡todo el mundo llevaba bolso o mochila menos yo!!! Creo que la cajera me ha visto cara de chorizo.

Finalmente, con mi botella de vino, mi bonobús nuevo, unos pasteles de la panadería de la esquina, que se llama «La Gracia de Dios» y hacen repostería como los ángeles, sin mi DNI, ni mi pasaporte, ni mi carnet de conducir, ni la tarjeta sanitaria, ni los 70€, ni la ITV pasada… he llegado a casa, he metido la botella en el congelador, y me he puesto a blogear mientras se enfría.

Ahora voy a ver si me emborracho un poco, que eso no arreglará nada, pero al menos me tranquilizará, a ver si mañana estudio algo. Ya puedo olvidarme de descansar el domingo, tendré que recuperar.

Que paren el mundo, que yo me bajo. Vaya mierda de semana, y aún queda la mitad.