Ser normal es un objetivo tan legítimo como cualquier otro. Hay personas que aspiran a ser muy ricas, otros aspiran a ser muy sabios, otros a ayudar a los demás, hay quien quiere encontrar el amor perfecto, o quién desea llegar a convertirse en una referencia dentro de su campo profesional.

En cierta ocasión, un amigo me dijo que yo nunca llegaría a ser verdaderamente rico. Cuando le pregunté por qué, su respuesta fue aplastante: para llegar a ser verdaderamente rico hay que centrarse en ese objetivo y pensar únicamente en el dinero, y en opinión de mi amigo, eso es algo que yo nunca seré capaz de hacer. Lo cual, por otra parte, era el motivo de que fuésemos amigos.

Para conseguir un objetivo, es necesario concentrarse. Saber exactamente qué perseguimos y cuales son los pasos para conseguirlo, e incluso saber como sabremos que lo hemos conseguido. Cuanto más grande es el objetivo, mayor concentración requiere.

Ser normal significa ajustarse perfectamente a las normas, y hay muchas, muchas normas. Hay normas para todo, y el que desea ser normal, debe cumplirlas en todos los campos. Por tanto la normalidad es un objetivo enorme, que requiere una plena concentración.

Uno de los problemas de la normalidad es que las personas normales no luchan, ni destacan, ni pelean. Si lo hicieran, dejarían de ser normales, claro. Otro de los problemas de la normalidad es que las normas son tantas que en ocasiones resultan incluso contradictorias, otras veces son irreales e imposibles de cumplir, y en otras ocasiones, simplemente, son imposibles de cumplir para un individuo concreto. A veces van en contra de otros intereses personales, menores pero también muy necesarios.

Cuando esto ocurre, la persona que desea ser normal tan sólo puede hacer una cosa: ocultar que ha infringido una norma. El qué dirán es una de las mayores preocupaciones de quienes desean ser normales, y los ojos de los amigos y los vecinos se convierten en peligros potenciales que es necesario esquivar.

En el caso de las personas transexuales, el objetivo de ser normal significa regresar al armario, aunque sea un armario distinto, más bonito y con la ropa que nos gusta. Antes de iniciar la transición, la mayoría de nosotros fingíamos pertenecer a un género que no era el nuestro para ocultar la transexualidad. Para ello inventábamos opiniones y formas de expresión, y nos callábamos a menudo lo que realmente queríamos decir y mostrar.

Regresar al armario después de la transición significa fingir que siempre hemos pertenecido al género correcto, a menudo alejándonos de los parientes y amigos que nos conocían de antes, inventándonos un pasado, fingiendo que sabemos cosas que no sabemos (la disfunción erectil o la eyaculación precoz no han sido un problema para mí hasta el momento… en el futuro ¿quién sabe?), y callando nuestras verdaderas experiencias y conocimientos.

A mí todo eso me parece muy triste. Creo que si me comportase de esa forma, siempre me quedaría la sensación de vivir una mentira, al menos en parte.

Es una pena que las personas normales no luchen para conseguir lo que quieren, porque la única opción que les queda cuando no es posible adaptarse a las normas, es el miedo. Es una pena por lo mucho que sufren, y porque si luchasen, tendrían otra opcción.

La otra opcción que existe para ser normal es dejar de tratar de adaptarse a las normas y hacer que las normas se adapten a ti. Yo quiero ser un hombre normal, pero tal y como son las cosas ahora, eso no es posible. En cambio, si consiguiese cambiar la norma de forma que un hombre transexual pudiese verse también como un hombre normal, entonces yo podría entrar dentro de esa categoría.

Lo mismo puede aplicarse a casi todo. Una buena madre es la que está siempre pendiente de sus hijos. La madre que trabaja, hasta hace no mucho, no se consideraba una buena madre. Sin embargo, muchas mujeres trabajadoras han demostrado que no sólo se puede ser buena madre y trabajar fuera, sino que, además, lo han convertido en algo normal.

Pero las personas que cambian las cosas, como ya he dicho, no son normales. Las personas normales no luchan. Entonces ¿qué son las personas que deciden que las normas deben adaptarse a ellos y no del revés?

Yo diría que son personas extraordinarias, lo cual, a mi modo de ver, es mucho mejor incluso que ser normal.

Lo que no entiendo es por qué, pudiendo elegir los objetivos personales de cada uno, hay tanta gente que deciden que quiere ser normale, y tan pocos que quieren ser extraordianios. Si, total, la normalidad ni siquiera garantiza que vayas a tener menos problemas o que vayas a vivir más agusto…