Ayer fuí a la despedida de soltera de una amiga mía. Esto se explica porque, después de unos quince años de amistad, no podía ser que un detalle tan insignificante como que yo asuma otro género (no digo «cambie de género» porque siempre fuí un hombre, sólo que no se lo había dicho a nadie) impidiese que asistiese a una ocasión tan señalada. Uno se puede casar varias veces, pero sólo una vez en la vida se deja de ser soltero. Luego, en todo caso, será divorciado…

Lo bueno es que, después de tanto tiempo y tantas buenas experiencias, ya puedo ir a estas cosas sin ningún miedo. Mi amiga sí que estaba algo preocupada por si estaría o no estaría cómodo, pero yo sabía que todo iría bien.

Los pros y los contras ocurren como ya viene siendo habitual. Las chicas, todas estupendas, tratándome con total naturalidad. Yo, más felíz que una perdíz (que una perdíz a la que nadie se está comiendo, por supuesto) de poder ser yo mismo. No me acostumbro a lo bueno, y lo sigo disfrutando con los cinco sentidos.

Con los desconocidos, también lo de siempre: ven un grupo de chicas y, por comparación con el entorno, todos me identifican como mujer, y, además, como mujer machorra, de aspecto descuidado (ropa cómoda, sin maquillaje, sin adornos, sin gracia para moverse…), nada atractiva y de poco interés. No sé qué hacer en esa circunstancia. No encuentro lugar ni modo en el que poder estar cómodo. Cuando se sale de fiesta, las relaciones con desconocidos son fugaces, banales, y con una alta carga sexual. Todo bastante aburrido, desde mi modesto punto de vista, porque soy así de raro, pero mucho más aburrido es quedarte solo.

En estos momentos, entablar conversaciones triviales con desconocidos que presuponen erroneamente que soy una mujer, me hace sentir bastante torpe y ridículo, fuera de lugar. Por eso intento evitarlo en la medida de lo posible.

Entonces es cuando pienso que si mi aspecto fuese más acorde a mi género, las cosas serían más fáciles. Es el deseo de la normalización, otra vez. Y otra vez las preguntas: ¿por qué no me permiten acceder al tratamiento hormonal que necesito? ¿Cuanto tiempo voy a tener que estar así? Y otra vez las respuestas: porque tienen que asegurarse de que no me autolesione, y de que algún día no voy a querer dar marcha atrás. Yo soy el primer interesado en que no se me permita tomar un tratamiento que a la larga me va a hacer más mal que bien, así que debo tener paciencia. Tomará el tiempo que sea necesario, y preocuparme por ello es una tontería, puesto que no puedo hacer nada por cambiar la situación.

Parece que, en el fondo, confío en el criterio de la psicóloga. Santa paciencia y santa inocencia…

Me frustro porque no puedo conseguir lo que necesito, pero sé que la espera también es necesaria, y entonces me frustro por necesitar esperar. Luego salta el «interruptor» (también conocido como «razonamiento Dicybug») diciéndome que no le de más vueltas, porque por más que lo piense lo único que voy a conseguir es hacerme la mala sangre y, con un poco de suerte, llevarme yo solito a una depresión o una crisis de ansiedad.

De esto ya he hablado muchas veces. Es un razonamiento al que he dado muchas vueltas, y de tanto escribir sobre ello, empiezo a pensar que me repito más que el ajo. Pero he conseguido algunos avances:

  • Ya no me dan bajones ante la idea de tener que esperar. O al menos, hace mucho que no me dan. He tenido amagos, pero pude controlarlos.
  • Noto mi identidad más sólida. Ya no dependo tanto de lo que piensen o como me traten los demás. Yo soy yo, y si no todo el mundo lo ve ¿qué vamos a hacerle?
  • El que otros problemas (oposición, padres) estén empezando a moverse hacia una resolución me hace ver las cosas desde una perspectiva relativista. Ahora estoy jodido, pero espero dejar de estarlo en el futuro. Las cosas van cambiando poco a poco, y, teniendo en cuenta que peor que ahora no voy a poder estar (al menos en lo que refiere a la cuestión del género), cualquier cambio será para mejor. Además, creo que estoy haciendo las cosas bien, así que solo tengo que esperar.

Sí, estoy dentro de un bucle, pero al menos no es circular, si no aspiral ascendente. Cuesta mucho avanzar, y a veces parece que retrocedes, pero en realidad, vas subiendo todo el rato.

P.D: Encarni, que sepas que me lo pasé muy bien en la fiesta (y ya que lees, podías comentar de vez en cuando, leñes), y que lo que me llevó a esta reflexión fue simplemente el buitreo bestial que nos encontramos en todas partes. No es que me molestara o me hiciera sentir mal… simplemente, me dió que pensar un poco.

Pero estuvo muy bien, de verdad. ¡¡¡Fue una despedida de soltera que pasará a la historia!!!