Desde hace algunos años, pertenezco a dos comunidades de juegos on line. Son «sitios» en los que algunas personas con intereses comunes nos reunimos «virtualmente» para un fin concreto, que es el de jugar.
No tiene nada que ver con Facebook u otras redes sociales. La gente que entra en contacto a través de estas comunidades, no se conocen entre sí de antes, y no se dedican a hablar de sus cosas. O sí lo hacen, pero no es el objetivo prioritario. Simplemente invierten su tiempo de ocio desarrollando actividades en grupo «a distancia», normalmente debido a que no tienen posibilidad de hacerlo «en persona». Jugar en persona siempre es más divertido, pero no siempre es posible.
En estas comunidades, se pueden llegar a encontrar buenos amigos. Y no me refiero al amigo de «te cuento mis cosas y cuando apago el ordenador me olvido de tí», si no a amigos-amigos, de los de verdad, aunque vivan muy lejos.
Al igual que he tenido que «transicionar» en la calle, he tenido que hacerlo en el mundo virtual. Y al igual que he hecho con la gente que tengo cerca, no he dado explicaciones a todo el mundo, sólo a la gente con la que más contacto tenía y que para mi era necesario que supieran lo que estaba haciendo. El resto, que lo adivinen.
Pero claro, en la red el pasado aún es presente. Las fotos que puse, están colgadas (podría borrarlas, pero no quiero), los posts que escribí aun son legibles, y, en una de estas comunidades, los participantes pueden opinar los unos sobre los otros, y esa opinión se queda reflejada en su «perfil», con el único objetivo de que futuros jugadores sepan si la persona es fiable o te va a dejar tirado a la primera de cambio. Por eso en mi perfil, aparecen opiniones como «es una excelente jugadora», y cosas así.
Esta mañana, cuando he encendido el ordenador, he visto que una chica con la que hace mucho tiempo que no juego, y con la que realmente no he tenido demasiado contacto, había editado, no solo sus opiniones sobre mí, si no las respuestas que había dado a mis opiniones sobre ella. Yo no le había contado nada, ni, desde luego, se me había pasado por la cabeza pedirle que cambiase nada, pero al ver las modificaciones que he hecho en mi ficha personal, ha sumado dos más dos, y sin preguntar nada, simplemente ha cambiado las «a» por «o» y ya está.
Me he quedado de una pieza. Sorprendido, impresionado, y más contento que un ocho. Cuando empecé con todo esto, lo hice porque no podía seguir viviendo de la forma que lo estaba haciendo. Pensé que era algo que tenía que hacer, y no sabía hasta que punto iba a sufrir por ello, aunque supuse que sería bastante. Pero nunca imaginé que, al mismo tiempo, empezaría a encontrar alegrías en cada recoveco de la vida.
Hola Pablo,
desde luego es un detalle que muestra consideración hacia ti. Es normal que te alegre.
En cuanto al tema del apartheid lingüístico Zapatero es el presidente de España y el PSOE gobierna en Cataluña. Quizá no es directamente responsable de lo de la pastelera (indirectamente sí lo es), pero es directamente responsable del resto de acciones contra los derechos y las libertades en Cataluña: obligación de un policía de dirigirse a sus superiores en catalán, obligación de rotulación en catalán, y «violación lingüística» de los menores de edad. De eso es directamente responsable. De lo otro, indirectamente.
Es cierto que Aznar no fue ejemplar en esto. Ciertamente no fue perfecto.
Un abrazo
No hace falta que me comentes a todo, Pablo, hay confianza, hombre…
En cuanto a tu entrada, vamos, lo que viene siendo en roman paladino que has ligao, ¿no?
jeje..
Un abrazo.
Te sorprenderías de los criterios que se siguen para elegir al chófer del papa… (se conocen toda Roma)
Y yo encantado de que te guste comentar, quería que tuvieras claro que no estás obligado (aunque pensarás que eso ya lo sabes).
Un abrazo.
Se supone que quiero decir lo que quiero decir. Tú interpreta lo que quieras – de eso se trata-.
De todos modos no andas muy desencaminado si extrapolas la poesía a todo… en general.
Un abrazo, amigo.