Después de haber dado una vuelta a los argumentos que se pueden esgrimir para decir que la disforia de género es una enfermedad, toca ver los argumentos en contra.

Lo cierto es que, después de los comentarios de Dicybug y Ariovisto en el otro post, poco más queda que decir. Si la causa de la disforia de género fuese un desarrollo anormal del cerebro durante la gestiación, esto podría considerarse enfermedad tanto como el que nace con once dedos, o con una pierna o brazo más corto. O como el que nace con los ojos verdes, o negros… Simplemente has nacido así. ¿Como puede pensar alguien que eso es una enfermedad?

También las enfermedades mentales son otra cosa. Decidir si eres hombre o mujer es más parecido a decidir si te gusta o no el jamón serrano, y, aunque parezca increible, resulta que hay personas a las que no les gusta el jamón serrano. De hecho hay personas a las que, simplemente, no les gusta comer. Y a nadie le parece mal, ni les obligan a acudir al psicólogo, ni se enfadan con ellos. Como mucho, se ve como algo raro, pero… ¡es que es raro que haya personas a las que no les guste el jamón! (Cuando me refiero a «raro», quiero decir «poco habitual»).

El problema es que en nuestra cultura tenemos la idea de que el sexo y el género son la misma cosa, y, además, existen sólo dos, y ambos vienen determinados por la biología. Los bebés sólo pueden ser niño o niña, y si son «niño» tendrán género masculino, y si son «niña», género femenino.

No se deja pues lugar a los individuos «dudosos», o que no se encuadran dentro de esas categorías, o que no se sienten cómodos dentro de la categoría asignada. Esto lo saben bien las personas intersexuales (comunmente llamadas «hermafroditas», aunque esta palabra resulta inexacta). El nacimiento de un bebé intersexual suele provocar perplejidad en los padres. ¿Niño? ¿Niña? ¿Ahora de que color le compramos la ropita y las sábanas? ¿Que nombre le ponemos?

La intersexualidad es un fenómeno mucho más común de lo que la gente cree (me parece que una de cada 2.000 personas tiene algún tipo de intersexualidad), y, desgraciadamente la comunidad médica ha desarrollado una estrategia para que esos recién nacidos con los que nadie sabe qué hacer, dejen de ser «individuos dudosos» y se conviertan en personas normales. Esta estrategia es: «bien, si el sexo no viene determinado, lo determinaremos nosotros».

– Enhorabuena, señora, puede usted elegir el sexo de su bebé. Que prefiere ¿niño o niña?

Y luego se corta lo que sobra, se remodela lo que hay, y ya está, problema solucionado.

De modo que, como iba diciendo, el sexo se considera una característica determinada por la biología, y determinante del género. Si la biología resulta ser indeterminada, la determinamos a la fuerza, mutilando bebés, que total, no pueden protestar. Si el sexo asignado no resulta ser determinante, lo determinamos a la fuerza, presionando a quienes desean ejercer su libertad para desarrollar su personalidad como deseen, para que la desarrollen mejor conforme a lo que estaba previsto.

Hay una cosa curiosa con respecto a las personas intersexuales. Como ya he dicho, es práctica habitual (por desgracia) mutilar los genitales de un bebé intersexual para ajustarlo a un sexo determinado. Y a veces la persona intersexual, al llegar a la edad adulta, está acuerdo con el sexo-género que se le ha asignado, y otras no. Yo pensaba que en el caso de que esta persona no estuviese de acuerdo con el sexo-género asignado, nadie se sorprendería, ya que digamos que su biología les permitía ser hombre, mujer o un término intermedio, y supongo que los padres podrían pensar que tenían el 33% de posibilidades de acertar. Sin embargo, lo que al parecer ocurre en realidad es que, cuando al llegar a la edad adulta, la persona intersexual manifiesta no estar satisfecha con el sexo-género que le asignaron de manera totalmente arbitraria, y en contra de su propia biología ¡¡¡tienen los mismos problemas que las personas transexuales!!! Hasta para cambiar sus datos legales, la batalla es inmensa. Hasta tal punto llega la cerrazón de nuestra cultura con respecto a la libertad de elección del propio género, de acuerdo con las caraterísticas de la personalidad, que incluso entre las personas cuya biología podría dar la oportunidad de ser una cosa u otra, si no se adaptan a lo que les han impuesto, en este caso a través de medios artificiales, se convierten en parias.

De cualquier modo, hay un último punto a tomar en consideración. Yo no opinio que las personas transexuales seamos enfermos, pero sí que se que necesitamos tratamientos médicos. Si para que estos tratamientos médicos vengan incluidos dentro de las prestaciones de la seguridad social se nos tiene que considerar «legalmente enfermos», pues que así sea.

Sin embargo, la forma que tiene el sistema de la Seguridad Social de tratar la disforia de género como enfermedad, tampoco es coherente. Eso lo dejo para otro post.