En el post anterior no quise entrar en materia sobre la cuestión, no porque no la considerase importante, o porque no tenga opinión sobre ella, si no, simplemente, porque de lo que quería hablar era de las burradas del DSM-IV, y si me pongo a hablar de lo otro, al final me lio y no digo nada.

Lo primero; como dijo Harry el Sucio: “las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene una”. Y mi cul… estooo… mi opinión es que la disforia de género no es una enfermedad. Sin embargo, no tengo argumentos muy sólidos para defenderá. Significa que, a pesar de que tengo una convicción al respecto, todavía soy permeable a diferentes opiniones. Mis puntos de vista al respecto aún no se han consolidado y quizá nunca lo hagan.

Hay diferentes posturas al respecto. Empezaré por las que me resultan más lejanas, es decir, las que presentan la disforia de género como enfermedad.

Existen algunas teorías científicas que apuntan a que un incidente durante la gestación puede causar que el fenotipo cerebral del feto no concuerde con su genotipo. Es decir que un feto XX, en determinadas circunstancias podría desarrollar un cerebro de configuración masculina, mientras que un feto XY, podría tener un cerebro femenino. La disforia de género, por tanto, sería una enfermedad física producida por una malformación neurológica. Son bastantes los estudios científicos que apuntan hacia esta teoría como causa del transexualismo, y algunas las personas transexuales que quieren creer que esta es la explicación de lo que les ocurre. Sin embargo, estas teoría, a fecha de hoy, siguen siendo teorías, lo que significa que aún no han sido demostradas, por más que a algunos les gustaría que sí.

Tampoco se puede afirmar que todas las personas transexuales tengamos una configuración cerebral físicamente distinta a las personas no transexuales. Para ello deberían abrirnos el cerebro y examinarlo pieza a pieza. Y no creo que nadie en vida se deje, porque eso luego ya no se puede volver a armar…

Después está el criterio de la OMS, que en 1958 definió la salud como “estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad”. Lo cierto es que aquellos que sufrimos disforia de género nos sentimos bastante alejados del “completo bienestar físico, mental y social”. Vamos, que andamos bastante jodidos (con perdón).

Más tarde, en 1984, la OMS redefinió la salud como “la capacidad de realizar el propio potencial personal y responder de forma positiva a los problemas del ambiente”. Bien, la capacidad de realizar el propio potencial personal es justo lo que la persona transexual siente que le falta. A lo que no se le permite acceder.

Sin embargo, la OMS ha dado definiciones de salud, pero no de enfermedad. ¿Tengo que dar por supuesto que una persona que no está sana, se encuentra enferma? Entonces, una persona que, por ejemplo, está en un proceso de duelo por el fallecimiento de un ser querido (por ejemplo un hijo o la pareja), que está mucho más jodido, y puede desarrollar su propio potencial y responde mucho menos positivamente a los problemas del ambiente que una persona transexual ¿también está enferma? ¿Y el que un día se levanta con el pie izquierdo y todo le sale torcido, debería ir al médico a pedir la baja? Responda usted mismo.

Dicybug apuntó (sin querer) en este comentario otro de los argumentos a favor de que la disforia de género se considere como una enfermedad. Si es una enfermedad, habrá que curarla ¿verdad?

Así lo veía Harry Benjamin, el endocrino que pensó que medicar a las personas con disforia de género utilizando hormonas correspondientes al sexo contrario al sexo biológico del paciente, y que, ya de paso, acuñó la palabra “transexualismo”, pensaba que se trataba de una enfermedad, aunque no física, si no psiquiátrica. No obstante, después de investigar llegó a la conclusión de que tal enfermedad era incurable (como también se consideraba una enfermedad incurable la homosexualidad), pero que se podía lograr el bienestar del paciente mediante una Terapia de Reemplazo Hormonal, y Cirugía de Reasignación Sexual. Es decir, que no se podría adaptar al mente al cuerpo, pero sí del revés. Una vez conseguido esto, el sentimiento de disforia desaparecía y el paciente estaba curado.

Hay que tener en cuenta que todo esto sucedió en los años 50 y 60, y desde entonces la mentalidad de la gente ha cambiado mucho. No seamos severos con el Dr. Benjamin: teniendo en cuenta la forma de pensar de su época, era un pionero de mente increíblemente abierta.

Pero siguiendo esta línea de pensamiento, mucha gente señala que las personas transexuales necesitamos tratamiento endocrinológico y, en ocasiones , cirugías. La disforia de género es una situación que requiere tratamiento médico, y, por tanto, podría verse como una enfermedad.

Bien, no puedo decir que todo esto no tenga una cierta lógica, pero no acaba de convencerme. Seguiré escribiendo sobre ello.