Esta semana pasada no he tenido tiempo de escribir, y casi ni de pensar. Empecé el lunes pasado, en el que el día se presentaba ajetreado. A primera hora tenía visita con la psicóloga ¡¡¡Por fin!!! Después de todo lo que me ha costado lograr llegar hasta ella estaba muy, muy nervioso. También quedé con dos amigos del foro “el hombre transexual”, en el que estoy teniendo la oportunidad de conocer a otros chicos transexuales en diversos puntos de su transición, desde los que, como yo, están dando sus primeros pasos, hasta los que ya lo tienen todo hecho y se dedican a aconsejarnos, animarnos y tranquilizarnos a los más novatos.

Me estoy desviando del tema.

Como decía, aprovechando que iba a Málaga, quedé con dos chicos que, muy amablemente se ofrecieron a servirme como comité de recepción, y mientras estaba en la sala de espera, tuve la oportunidad de conocer a otras personas transexuales… Es un sitio curioso la sala de espera de la psicóloga de la UTIG, tanto que escribiré más adelante un post sólo para hablar de ello.

La visita a la psicóloga fue… uhm… anodina. Es decir, tal y como me había esperado. Se limitó a tomarme los datos familiares, a preguntarme como me siento, cómo se ha tomado mi entorno todo esto, y a explicarme cómo funciona el protocolo médico para diagnosticar y tratar los casos de trastornos de identidad de género. Hubieron ciertas cosas que me sorprendieron, como, por ejemplo, que en ningún momento me preguntó mi nombre, y lo dejó en blanco en varios sitios. Yo podría habérselo dicho, claro, pero pensé que quizá aun no era el momento adecuado. No sé por qué, pero no me pareció que tuviese que decírselo todavía.

También me comentó que, según el protocolo recomendado por la fundación Harry Benjamin, el diagnóstico de disforia de género se realiza en unas 6 o 7 sesiones, lo que significa que para mayo ya podría empezar el tratamiento hormonal, o estar a punto de empezarlo. Sin embargo, no me hago muchas ilusiones, ya que la mayoría de la gente tarda más tiempo, a veces uno o dos años, y a algunos no les dan nunca el informe de disforia de género.

Sea como sea, la cuestión es que ya estoy dentro del proceso, y eso me hace sentir mucho más tranquilo. Después de pasarme una buena temporada estancado, las cosas por fin se empiezan a mover.

Después de la visita a la psicóloga aun me quedó tiempo para tomar un café con el “comité de recepción malagueño”, pero no pude quedarme tanto tiempo como me habría gustado, ya que esa misma mañana tenía una entrevista de trabajo allí, en Málaga. No tenía muchas esperanzas de que me lo dieran porque fui vestido de chico, y eso, para un aspirante a un trabajo de oficina, ese es un pecado que no se puede cometer. En los trabajos de oficina, un hombre tiene que ser un hombre y vestir como tal, y una mujer tiene que ser una mujer y vestir como tal. Las personas que, como yo, estamos en tierra de nadie, no tenemos nada que hacer. Así es la vida.

Hice la entrevista tranquilamente, y en cuanto terminé, me marché corriendo, ya que esa misma tarde tenía otra entrevista de trabajo, aunque esta vez, en Granada.

Con esa segunda entrevista tenía más esperanzas, ya que era para trabajar como encuestador y… bueno, en ese tipo de empleos, que consisten en patearse la calle y pasarse el día llamando a las puertas de las casas, no quiere trabajar casi nadie, y cogen a todo el mundo.

Tal y como imaginaba, de los de la primera entrevista no he vuelto a saber nada, pero de la segunda salí con trabajo esa misma tarde. De modo que he vuelto a trasladarme de casa, y he retornado a un estado de semi-independencia que debo reconocer que no está nada mal.

Ahora llevo una semana trabajando como encuestador, y, la verdad, estoy muy contento. No gano mucho dinero, de hecho gano bastante poco, pero al menos me llega para mantenerme, y, además, no trabajo a tiempo completo, si no a tiempo parcial, con lo que me queda tiempo para seguir preparando la oposición e incluso un poquito para vivir (que es lo que estoy haciendo en este momento, con gran satisfacción).

De momento no tengo internet en casa, pero me he traído el ordenador para practicar mecanografía, y de esta manera en mis ratos libres podré aprovechar también para escribir los posts de este blog, que luego colgaré desde un cibercafé. También quiero aprovechar para darle un tironcillo a los tres proyectos literarios que tengo empezados y parados desde hace siglos: el libro del hombre que encontró un gato (intenté meterle caña aprovechando el NaNoWriMo, pero me fue imposible), la biografía de un pariente mío (muy interesante) y los relatos de “ser y parecer” inspirados en personas que conozco.

En resumen, que el futuro cercano se presenta con perspectivas muy agradables. Trabajo agradable que me deja tiempo para mí y mis planes a largo plazo, semi-independencia de mis padres, con todas las ventajas de vivir solo y ninguno de los inconvenientes, y varios proyectos interesantes que desarrollar poco a poco. ¡Ah! Y el próximo día 30 de diciembre, la segunda cita con la psicóloga.