Una nueva entrega de mis aventuras y desventuras en el intrincado y opaco Servicio Andaluz de Salud.

En el último capítulo, recordamos que J.M., que al final resulta que es el jefe del departamento de Atención al cliente de mi localidad, me dijo que se encargaba de tramitar el volante para enviarme a la UTIG. Sin embargo, yo no tenía ningún medio para saber si realmente ese papel había sido tramitado, o si había sido guardado en un cajón.

Comentándole estas dudas a un amigo de Badajoz, él me dijo que también era paciente de la UTIG, ya que estaba pendiente de una cirugía que todavía no hacen en Extremadura, y me dió un número de teléfono y el nombre de una persona que podría informarme respecto a como iban mis trámites.

Al día siguiente llamé y… creo que nadie se sorprenderá si digo que en Málaga no tenían nada mío. Yo, desde luego, no me sorprendí. Lo que sí que hice fue explicarle a la mujer que me atendió los problemas que estaba teniendo, para ver si ella sabía qué podía hacer. Y lo sabía. Me explico punto por punto los pasos a seguir para poder tramitar yo mismo los papeles y así asegurarme de que esta vez se envíaban, y, además, se enviaban al lugar correcto.

Este es el «dificilísimo» recorrido que tuve que realizar:

1) Ir al médico de cabecera y pedirle que me escribiese un informe A MANO. Al parecer la UTIG es una especie de «fantasma» que sólo existe fuera del sistema informático del SAS. De no ser por eso, mi médico podría haberme pedido la cita por el sistema normal, y no habría habido ningún problema. Pero claro, las cosas no podían ser así de simples.

2) Llamar de nuevo a Malaga y preguntar qué tenía que hacer. Tomar nota en un folio.

3) Ir al estanco de enfrente del ambulatorio y comprar un sobre y un sello. Escribir la dirección recibida en el punto 2 en la parte delantera del sobre, y la mía en el remite (lo del remite era opcional, pero muy aconsejable). Introducir el papel conseguido en el punto 1. Pegar el sello y cerrar el sobre.

4) Ir a la oficina de correos, que se encuentra al cruzar la calle, en la misma acera del estanco, y echar el sobre en el buzón. Cruzar los dedos para que la carta no se pierda.

En total, sin contar el rato que me tuve que pasar en la sala de espera, porque mi médico siempre lleva retraso, tardé 15 minutos en total. En unos 15 días tendré noticias de la UTIG, y si no las tengo, ya se donde llamar para preguntar.

Hay que joderse con el pedazo de inutil de J.M. Inutil, desagradable y dejado. Estoy pensando en ponerle una hoja de reclamaciones.