Hay dos preguntas que me han hecho y que no he podido responder satisfactoriamente hasta ahora. Estas preguntas son las siguientes: ¿Por qué ahora? y ¿De qué tienes miedo?
«¿Por qué ahora?» es la pregunta que me hicieron Mic, mis padres y Britrait (aka Gender Bender) cuando les conté lo que me pasaba. Después de 29 años viviendo de una forma, y tras más de 9 años de relación de pareja, justo en el momento en que, por fin, parecía que todo iba bien… ¿echarlo todo por la borda? ¿cortar con todo y empezar de nuevo? ¿por qué? ¿por qué ahora y no antes? ¿por qué tuve que dejar que las cosas llegasen tan lejos?
El miedo y el amor han sido los motivos que hicieron desarrollar toda esa trayectoria dentro de un género que no me corréspondía, durante un periodo de tiempo tan prolongado. Las motivaciones del amor son obvias. Ya lo he dicho antes: sabía que si mostraba a los demás cómo era, les causaría dolor y tristeza, por lo que decidí que prefería joderme yo antes que joderles a ellos. Y tenía miedo. Muchísimo miedo. Un miedo indefinido, no sabía muy bien a qué, pero completamente real y muy abundante.
De modo que, por amor y por miedo estuve durante años librando un combate diario dentro de mi mismo, que consumía casi todas mis fuerzas. A veces, cuando necesitaba de un aporte de energía extra, recurría a esa parte de mí que estaba siempre reprimida y extraía unas cuantas gotas. ¡Suficiente como para hacerme sentir que podia enfrentarme a cualquier cosa! Pero tenía que ser muy cuidadoso, porque sabía que, si me pasaba, no podría volver a guardarlo en mi interior. Mi mente era, pues, como una presa de la que se va dejando salir el agua poco a poco, con mucho cuidado de que no se desborde, procurando constantemente mantenerla aprisionada para evitar una riada. Todos sabemos lo enormes que son las presiones a las que se ven sometidas las presas.
Pero, en un momento dado, necesité aumentar el caudal de agua que dejaba escapar de la presa. Era eso o morir de sed. El momento clave llegó cuando, al suspender de manera muy injusta la oposición, me encontré con que, de repente ya no quería seguir discutiendo conmigo mismo. Necesitaba encontrar soluciones para mi futuro, y tenía que hacerlo empleándome al 100%. Llevaba demasiado tiempo supeditando mi futuro a lo que pudiesen hacer los demás, y eso tenía que terminar. Necesitaba depender solamente de mí. Tenía que convertirme de una vez en una persona adulta, y, según había visto, los adultos utilizan toda su energía para luchar, no sólo una pequeñísima fracción.
¿Y si hubiese aprobado la oposición? ¿Habría seguido viviendo de la forma equivocada para el resto de mi vida? Es imposible saberlo, pero probablemente la respuesta es no. Todo el mundo tiene problemas, y lo de aprobar o suspender una oposición, sinceramente, tampoco es tan grave. De hecho contaba con ello. Lo más seguro es que, tarde o temprano, Pablo habría acabado por salir. De lo contrario, habría llevado una vida bastante miserable.
Así que la respuesta a la pregunta «¿Por qué ahora?» es «Porque ha sido ahora cuando lo he necesitado». Hubo otro momento, hace dos años, en que estuve a punto de darme luz verde y me arepentí al final. Aun creía que en la vida se pueden encontrar soluciones cómodas para ser feliz sin arriesgarse.
Me he extendido mucho. En la próxima entrada explicaré de qué tengo miedo.
Las cosas que están dentro de uno, están ahí, aunque no sepamos verlas. Y estallan cuando menos te lo esperas, cuando se juntan una serie de factores… no es algo que podamos controlar. Es como mi depresión. Siempre he tenido bajones, es algo endógeno, pero nunca me derivó en una depresión seria. ¿Por qué esta vez sí? Pues porque tengo dentro el potencial para desarrollarla, y cuando se juntan factores externos que, sin ese potencial, no me harían nada… pues hala, estalla todo lo que estaba ahí guardado. Así son estas cosas de la mente, son complicadas de entender. Pero irás comprendiéndolo y perdiendo el miedo poco a poco. Ya verás 😉
Por otra parte, pienso que los factores externos no afectan tanto a las personas como nos creemos. Hay gente a mi alrededor que se ha llegado a echar la culpa de que de repente me haya decidido a vivir según el sexo que siento, y no el que se suponía que debía sentir, cuando la realidad es que es algo que habría terminado por hacer tarde o temprano.
Lo que quiero decir es que todos llevamos dentro varias «potencialidades» que pueden salir o no a la luz, pero también hay rasgos de la personalidad que es inevitable que se manifiesten, porque son inherentes a cada cual, como tener los ojos de un color u otro. Los factores externos no decidirán si se manifiestan o no, si no el «cuando».
No se si me explico.
«Aun creía que en la vida se pueden encontrar soluciones cómodas para ser feliz sin arriesgarse»
Me quedo con eso por sobre todo… ojalá!
Ojalá fuera tan sencillo… pero aunque nos encanta creer en los grises, en algunas cosas como por ejemplo, ser feliz o no, no existen.
Y realmente negarse a uno mismo es una de las acciones más injustas que podemos cometer. Y también egoístas.
Porque aunque desde afuera suena que lo hacemos por los demás, también hay una parte de egoísmo; no moverse, no jugarse, implica no arriesgar y por tanto no sufrir. Y si le podemos sumar la «causa noble» se nos hace más fácil escudarnos. Así que es comprensible que haya surgido a esta edad, comienzo a ver que muchos cambios tienen lugar cuando pensamos que ya tenemos la vida resuelta.
Estoy de acuerdo en que negarse a uno mismo es injusto y egoista… también para los demás. Siempre enseñaba a los demás la peor parte de mí, la que menos me gustaba. Aunque a veces parece que los demás quieren que les engañemos y que no seamos nosotros mismos, sino quienes ellos desearían que fuésemos, lo cierto es que quienes nos quieren de verdad, merecen que les mostremos nuestro auténtico yo.