Vienes a mi tienda, hablas conmigo, te sonrío y me sonríes, comentamos cosas interesantes, divertidas. Hablamos de nuestra vida, compras si quieres, y si no, no compras. Comentamos cómo nos va en los respectivos trabajos. A lo mejor tú también estás empezando un negocio, o empezaste hace algunos años y ya has remontado, o acabas de empezar igual que yo. Qué trabajo cuesta todo. Qué frío hace. Qué caros los alquileres en Edimburgo, y que oscuros son los días ahora. La navidad empieza cada vez más temprano. La política está fatal, con el Brexit y la independencia de Cataluña, la corrupción y todas las cosas que nadie se había imaginado que acabarían ocurriendo.

Nos despedimos y te vas. Yo me quedo haciendo mis cosas. Mis cosas de señor normal, casado, con gato pero sin hijos. Pero a veces me quedo con esa idea dándome vueltas en la cabeza. La idea de que todo éste rato tú has estado asumiendo que yo soy cis, que realmente tengo el nivel de privilegio de un hombre cis, hetero, blanco aunque inmigrante que aparentemente tengo. Y yo te sigo la corriente porque no tengo por qué explicarte que soy trans, que me asignaron otro sexo, que en una carpeta llevo guardado mi diagnóstico psicológico de «transtorno de transexualismo».

No es ningún secreto. La información sobre mi libro está en mi perfil de Facebook. Cualquiera que tenga intención de saber un poco más sobre mí e introduzca mi nombre en Google lo va a saber en cuestión de minutos. Es sólo que tú, concretamente tú, no lo sabes, y además has asumido que yo soy cis. Porque para ti aparento ser cis (bueno, en tus palabras seguramente dirías que «parezco un hombre» o «no se me nota nada»), aunque en realidad no es cierto. No aparento ser cis, tan sólo aparento ser yo mismo. No es mi culpa que mi apariencia no se encuadre dentro de la apariencia que en tu fantasía debe tener una persona trans. No es que «no se me note», no es que «parezca un hombre». Es que tengo mi aspecto encaja dentro de tus expectativas sobre lo que es un hombre cis, y no dentro de tus expectativas de lo que es una persona trans. Pero es algo que está en tu mente, no en mi cuerpo.

Yo no estoy en el armario; el armario está en tu mente. Es un armario que a mí, muchas veces, cada vez más, me da mucha pereza abrir. Tu armario me cansa, y al menos sí que tengo el privilegio de no tener que abrirlo y recibir toda la mierda que guardas en él escupida sobre mi cara.

Un privilegio que no todas las personas trans compartimos.

El 20 de noviembre es el día para recordar a las personas trans asesinadas. Éste año han sido 325, la mayoría mujeres, no-blancas, pobres. Algunas han sido asesinadas a causa de su activismo. La mayoría son menores de 35 años. La mayoría han muerto por ser trans, y no habrá investigación ni justicia para su muerte.

Puedes leer el informe con los nombre y los detalles conocidos sobre los asesinatos de personas trans aquí.