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Se repiten las elecciones al parlamento, y se repite la campaña electoral. Esta vez con más rabia, con más ganas, con más actos, y con unos candidatos que durante los pasados meses ya nos han dado una muestra de cómo será la próxima legislatura dependiendo de los resultados.

Además, coinciden las elecciones con el Orgullo [Gay] (porque, por más que nos empeñemos en intentar llamarlo «Orgullo» a secas, para englobar a todos los grupos del amplio espectro de la diversidad afectiva, identitaria y sexual, sigue siendo el Orgullo Gay para la mayoría de la gente. Incluidos los gays). Un acto que se vende como una fiesta, pero que también tiene un alto componente político, coincidiendo con las que el que va a ser uno de los momentos claves de esta etapa de la democracia española.

Así que lo que viene estaba cantado: un montón de eventos de campaña electoral sobre temática GLBt(i), en los que se hablará de cuales van a ser las políticas GLBTI, y donde seguramente se tocará el tema de los derechos de las personas trans, ya que actualmente se encuentra en el centro de la agenda política, junto con la cuestión del acceso a los servicios de reproducción asistida de las parejas homosexuales no mixtas (en las que las dos personas son cis, o son trans, ya que las parejas homosexuales mixtas pueden tener sus hijos al estilo tradicional).

Me consta que en el PSOE, Ciudadanos, y Unidos Podemos hay varias personas trans, algunas de ellas en puestos organizativos bastante importantes. Estoy seguro de que en todos ellos también debe haber personas intersex, ya que hay un porcentaje bastante alto de personas nacidas con algún tipo de intersexualidad, y por tanto, tienen que estar ahí, en algún lugar, aunque sea de manera invisible para la mayoría. Sin embargo, a la hora de hablar de políticas GLBTI, el único partido que está enviando a una persona trans (y, ojo, a una sola y siempre la misma) es el PSOE.

De modo que, una vez más, nos encontramos con la paella sin arroz. Nos encontramos con personas cis hablando de políticas trans, que en nada les afectan, en nombre de las personas trans. Sin pudor y sin revisión de conciencia. Sin plantearse siquiera buscar a personas trans que puedan participar en ellas, o que puedan hablar públicamente por si mismas.

Nos encontramos que GLBTI significa realmente GLBt(i), donde dominan las voces gays, y en menor medida, las lésbicas, y lo bisexual se toca por extensión. Donde se hace todo por la t, pero sin la t. Donde la (i) no se ha presentado, ni se espera que venga, pero queda muy bien ponerla en las siglas, porque así parece que nos importa.

Hay nuevas políticas, pero viejas opresiones. Los cuatro candidatos son hombres, y por más que Podemos y Ciudadanos presuman de sus políticas de género y por la igualdad, y de listas «cremallera» en el caso de Podemos, el partido que más mujeres tiene cercanas al poder, es el PP. Qué vergüenza. Susana Díaz se presenta como una lagarta sedienta de poder que no aspira más que a derribar a Pedro Sánchez (como si, para empezar, Pedro Sánchez no hubiese llegado a donde está escalando puestos de poder, o si realmente el tipo tuviese algo que aportar como posible presidente del gobierno). Todos los partidos sacan a sus gays y sus lesbianas al campo de batalla, porque se han dado cuenta de que son muchos votos los que hay en juego, pero las personas trans seguimos siendo un objeto sobre el que se debate, y no un sujeto político con voz y espacio propio. ¿Intersex? ¿A quién le importa lo intersex? Seguro que la mayoría ni siquiera sabe qué significa la I que últimamente va colgando del resto de las letras.

Pero hay que votar. Bueno, yo no, porque con lo del voto rogado, me llegó la papeleta censal tarde, y aunque alargaron el plazo para solicitar el voto, yo no me enteré hasta un día después de que acabó el nuevo plazo. Así que, aunque estoy correctamente censado y tengo la mesa electoral a 2o minutos de mi casa, no voy a poder votar. Todavía tengo suerte: otra gente ni siquiera ha podido solicitar el voto porque emigraron después de que se cerraran los censos. Otra gente que lo ha pedido, no recibirá las papeletas a tiempo, y algunos de los que las han recibido, no han recibido la papeleta de Podemos (pero tienen dos del PP, por si se les pierde una).

El caso es que, podamos votar o no, hay elecciones, y si quieres que tu opinión cuente, aunque sea en una pequeñísima fracción, deberías votar. Hay que elegir a alguien, aunque ninguna opción sea totalmente buena.

El PP no tiene interés en las personas trans. Bueno sí, tiene interés en recortar nuestros derechos (todavía más) y aumentar el odio hacia nosotras. No es una opción a considerar.

El PSOE, es el único partido que tiene una política trans. Sin embargo, en las comunidades donde gobierna (por ejemplo, en Andalucía) es el principal partido que se opone a que las personas trans tengamos los mismos derechos que las demás. La ley trans de Andalucía no fue todo lo que podía haber sido por la oposición del PSOE (que, después de todo, eran los que tenían la sartén por el mango, la mayoría en el parlamento, y los que podían hacer lo que ellos quisieran). Siete personas tuvieron que amenazar con una huelga de hambre para que la ley entrase en el Parlamento, y aún dos años después de aprobada, continúa incumpliéndose vergonzosamente, con conocimiento de la Administración, y sin que a nadie del PSOE le importe un pimiento. En cambio el PSOE de Madrid, que está en la oposición, se sumó a las iniciativas de la Ley de Identidad de Género de la Comunidad de Madrid, apoyó e hizo presión (y luego Carla Antonelli corrió a ponerse en la primera fila de todas las fotos, como si todo fuese obra suya). Queda demostrado: el PSOE es mucho más favorable para las políticas trans en la oposición que en el gobierno.

Ciudadanos hizo algunas propuestas muy interesantes en su programa sobre políticas trans. Tiene una mujer trans en su equipo, aunque está ocupada en actos de campaña que no van enfocados concretamente a las políticas LGTB, sino en general. Parece que para esta campaña está más centrada trabajando a nivel de su provincia que a nivel de políticas LGTB, pero al menos ha participado en la redacción del programa en lo tocante a cuestiones trans. Es una pena que luego Ciudadanos (con el acuerdo del PSOE) proponga una reforma laboral nefasta, que no sólo reduce la indemnización por despido improcedente, sino que propone que el estado colabore económicamente a financiar dichos despidos. Al mismo tiempo, Ciudadanos ha propuesto eliminar todas las subvenciones al pago de la Seguridad Social, lo que incluye las reducciones de las cuotas de autónomos. Traducido a la realidad: si una persona trans sale del armario en su trabajo, no sólo será más barato despedirla, sino que el Estado colaborará alegremente a financiar el despido. Y si esa persona quiere ponerse a trabajar por su propia cuenta, se le retirará la poca ayuda que hasta ahora había. Sólo les falta decir «jódete y vive en la misera, por no someterte a lo que tu jefe quiere».

Finalmente tenemos a Unidos Podemos, con varias personas trans implicadas a altos niveles, a las que jamás se ha escuchado decir nada en público. Son el máximo exponente de la paella sin arroz, pero al menos, Podemos está intentando hacer paella. Los otros están liados haciendo una sopa para ti, mientras se guardan las gambas y las tajadas de pollo para comérselas luego ellos cuando lleguen a su casa (¿Arroz? El arroz es para los pobres). Además, Unidos Podemos ha fichado al que, en mi opinión, es el único político con cabeza de todo el panorama político español (Alberto Garzón, que no grita, no insulta, es muy educado, es coherente, amistoso, y no dice tonterías).

No todos los partidos son iguales, unos son más malos que otros. Sin embargo, lo que continúa sin cambiar es la ausencia de las voces trans en el panorama político español, algo especialmente alarmante cuando las cuestiones trans están en el centro de las agendas políticas de derechos GLBTI. Para nosotras, «a votar y a callar» sigue siendo el lema de la campaña electoral.