El otro día fui a renovarme el DNI (con el nombre de antes, pero es que lo tenía caducado, y nunca se sabe cuando eso puede ser un problema. Estaba «aguantando», a ver si daba tiempo de que me llegase la partida de nacimiento nueva y ahorrarme un viaje, pero como vaya usted a saber cuanto tarda eso… al final no me ha quedado más remedio que renovarlo).

Nada más empezar, la funcionaria se dirige a mí como «Elena». Un cálculo rápido sobre si merece la pena sacarla de su error o no, da como resultado que sí, que merece la pena sacarla de su error,  porque acabamos de empezar, todavía vamos a tener que hablar mucho rato, y mejor una vez colorado que ciento amarillo. Así que le digo que me llamo Pablo, y se produce una situación ligeramente incómoda, en la que la señora no sabe si enfadarse porque me he tomado mal que me llame Elena, o si disculparse. «Es que aquí pone Elena, y no llevas un sello en la frente que ponga Pablo», dice. «Claro, por eso le tengo que decir que me llame Pablo, porque si no, es imposible que usted lo sepa de otra forma», respondo yo, también un poco incómodo, porque ella todavía está optando entre enfadarse o disculparse, y yo no quiero que haga ninguna de las dos cosas. No necesito que se disculpe (lo de que es imposible que sepa como me llamo si no se lo digo, no lo digo por contentarla, lo digo porque es verdad), y, desde luego, prefiero evitar que cualquier persona se enfade conmigo. Al final me salgo con la mía, y ella ni se disculpa, ni se enfada. Todo está amistosamente aclarado.

Me comenta que no sabe muy bien cual es el trámite, pero que, le parece que debe ser difícil cambiar el DNI, y que lleva mucho tiempo. Yo le digo que sí, que llevo cuatro años con ganas, pero que ya me falta poco, y que con un poco de suerte en unas semanas estoy de vuelta por allí para hacerme un DNI nuevo. Ella me cuenta que en Motril ya hay otras personas que lo han conseguido, y que ella misma ha atendido a una chica trans que lo consiguió, cosa que le parecía muy bien ya que el nombre de antes no le pegaba para nada. «Una chica muy guapa, jovencita». Se notaba que se alegraba de que ella hubiese podido cambiar el DNI, y que le gustaría que no fuese tan difícil… creo que en parte porque si nos dejasen cambiar el DNI, ella y el resto de personas que trabajan identificando a la gente con el DNI, se ahorrarían situaciones incómodas e innecesarias. ¡Pues claro que sí! Obligar a la gente a llevar una identificación que no le identifica, no beneficia a nadie. ¡Sólo perjudica! Y no hace falta ser policía para darse cuenta. ¡Es de sentido común! Lo que pasa es que el sentido común suele ser el menos común de los sentidos…

Me indica que ponga el dedo en la maquinita. Hay que ponerlo sobre el cristal y girarlo. Es un movimiento muy sencillo, y ella me lo explica correctamente. Yo no lo entiendo y lo hago mal. Al final ella coge mi dedo y me lo mueve para que vea lo que me quería decir. Luego sonríe y comenta «siempre son los hombres los que no lo entienden. Las mujeres lo hacen bien a la primera…». Ya me ha dejado contento para toda la semana. ¡Qué fácil es hacer felices a las personas trans!

Muchas veces he visto en otrxs esos pequeños detalles que te parecen típicamente masculinos o femeninos, y que es imposible aprender. Los veo especialmente en mi amiga Marta, que es muy bruta para algunas cosas (ella misma lo dice je,je,je), y sin embargo es bruta con un estilo femenino. Es decir, normalmente se considera que «ser bruto» es una característica masculina, y muy poco femenina, pero en ella es una forma femenina de hacer las cosas… con una falta de delicadeza que no verás nunca en un hombre. No sé explicarlo mejor, pero los detalles que ella tiene en su forma de ser la hacen mucho más femenina que los amaneramientos exagerados de algunas chicas trans que se esfuerzan en poner de relevancia su feminidad llevando a cabo comportamientos estereotípicamente femeninos, que, sin embargo, probablemente no se corresponden con su forma de ser mujeres. Veo esos pequeños detalles en muchas de las reacciones de mi amiga Kim, que tanto me recuerdan a la forma de pensar de mis abuelas (pero nunca me recuerdan a mis abuelos). Cosas que me enternecen, y al mismo tiempo me hacen pensar que sí debe haber algo, más allá de las construcciones sociales de género.

Sin embargo, rara vez las veo en mí mismo (porque verse a uno mismo es muy difícil). El otro día, leyendo el blog de Ismael me di cuenta de que también había una coincidencia entre él y yo, que es que los dos decidimos «salir del armario» con las personas más cercanas (él con su madre, yo con mi novio de aquella época) en el peor momento y de la manera más directa y carente de tacto posible. Me ha gustado saber que yo también tengo esos pequeños detalles masculinos que no se aprenden. No sé por qué. Ni siquiera se si será una actitud criticable desde un punto feminista, o si tendré problemas y recibiré burlas y críticas por decir que me agrada ver estos detalles en otras personas y saber que yo los tengo, así que es una suerte que lo teóricamente criticable de mis agrados o desagrados me importe un pimiento. Supongo que las personas que se sienten cómodas con su rol de género (consciente o inconscientemente elegido) encuentran agradable que se les refuerce su «pertenencia» a dicho género. O algo así.