Creo que te habría molestado que yo hablase de ti, y por eso no voy a escribir tu nombre. Nos llevábamos mal. Intercambiamos frases agrias a través del muro de Facebook de una amiga mía (a la que siempre criticabas, porque no te gustaba nada de lo que decías).
Pensabas que mi amiga y yo, y las personas que opinan como nosotr*s, hacíamos mucho daño al colectivo transexual, porque confundimos a la gente. Pensabas que les hablábamos de un tercer sexo, o de que habían muchos sexos, y que conseguiríamos que todo el mundo creyese que todos los transexuales somos así de raros, cuando tú sólo querías ser una mujer normal y corriente. Una mujer como otra cualquiera.
Eras guapa, y eras pasable. En estos días se habla de si te querías operar o no. Yo creo que el mensaje que nos has mandado a todos es que no te querías operar. Lo que querías era haber nacido ya con esos genitales «de serie», y vivir toda tu vida con la tranquilidad que da sangrar cada mes, y saber, aunque nadie lo haya visto, que cada célula de tu cuerpo lleva un pequeño sello «XX» certificando que eras una auténtica mujer.
Esa era la unica manera de ser una mujer como otra cualquiera, y tú lo sabías. Esa era tu verdad, la verdad que no podías compartir con nadie, y la que veías en los ojos de los demás. En la mirada de los hombres que quizá te gustaron, y te rechazaron. En los gestos de la gente con la que te cruzabas en el portal.
Tenías la suerte de ser muy pasable, pero ¿vivías sin miedo? ¿O estabas preguntándote constántemente cuanto tardaría esa persona en enterarse de que eras transexual?
Te tiraste desede un sexto piso, pero ¿cuantas manos te empujaron?
Jo, Pablo. Qué vacío en el estómago se me ha quedado.
Ains, con estas cosas se queda uno planchado.
Cuando leo algo así se me hace un nudo en el estómago, ya no solo por lo terrible del suceso sino porque me pregunto, precisamente, de quiénes son esas manos, qué motivos inducen a alguien a querer acabar de ese modo con su vida. Siempre he pensado que el suicidio es de valientes aunque sea un acto desesperado. Me da pena que no se encuentre otra salida. Como dices tú: buen viaje…
Jo tío, eres grande.
Es una pena que hechos así ocurran. Yo era uno de los que pensaba como esa persona de la que hablas. Que la única manera de SER es ser, como dices que pensaba esa persona, desde que naces. Pensé muchas locuras, de todas formas sólo era un niño de 12-13 años. Sin embargo esas locuras aún día persisten de vez en cuando. Afortunadamente mi mente progresó en ese sentido (aunque a veces reincide por miedos e inseguridades varias).
Por esas edades tempranas mi cabeza sabía quién era y lo que sentía con respecto a todo. Desde muy pequeño (como en la mayoría de los casos) sentía ese qué se yo que de hecho era y soy YO, que me decía que la vida que llevaba a mis espaldas y la que me venía de frente no era la mía.
Me sentía perdido, aunque tenía un camino marcado. Uno trazado a conciencia por los demás (con ‘los demás’ me refiero no a otros sino a mi familia y las presencias externas ajenas a mí. Que aunque parezca que no, me enviaban mensajes desde muy pequeño. Mensajes que me hicieron pensar como he comentado al principio.), por aquel entonces creía (a pesar de mis sentimientos) que lo correcto y la única vía, era seguir ese camino (porque lo demás no me convencía, no era suficiente) aunque tenía claro (desde los siete años) no era ni es el mío.
Posteriormente cambié de parecer, principalmente porque llegué a un punto de desesperación que acabó por destruirme la mente y querer acabar con todo. Comencé a informarme y quizá vi una luz allá arriba, lejos del pozo en el que estaba metido. Pero era luz.
Y es que para vivir como se siente y no como te han condicionado, hay que ser fuerte. No fuerte a secas, sino FUERTE en letras mayúsculas. Por desgracia, no todos tenemos esa fuerza y los que nos condicionan, como dices, nos empujan desde un sexto piso.
Creo que todos, o la gran mayoría de nosotros, pensamos en algún momento eso de que «los hombres son hombres, y las mujeres son mujeres, lo cual es una perogrullada inmensa, pero estamos tan acostumbrados a pensar que el sexogénero es una obviedad natural que tardamos muuuuucho tiempo en darnos cuenta de lo estúpido que es ese pensamiento.
Cuando nos damos cuenta (en caso de que consigamos darnos cuenta), el impacto es tan brutal que podemos pasar meses y años elaborando y reelaborando pensamientos para tratar de definirnos y definir las etiquetas sexogenéricas nuestras y de los demás.