Así pues, como se ha visto, conseguir el primer requisito para poder cambiar de nombre no consiste en un sólo paso, sino que es un proceso largo complejo: autoreconocimiento, acudir al médico de cabecera, que te dervien a la UTIG (que tampoco es nada fácil ya que, o bien el propio médico no sabe hacerlo ni sabe dónde informarse, como me pasó a mí, o, si te está atendiendo un psicólogo o psiquiatra de salud mental en la seguridad social, es posible que «se resista» a enviarte, y que te pida esperar hasta que «lo tengas claro». Aquí se pueden ir, perfectamente, dos o tres meses de tiempo), ir a la UTIG durante tanto tiempo como tu psicólogx o psiquiatra considere necesario (con plus de dificultad si en tu Comunidad Autónoma no existe tal Unidad, porque te tocará trasponer a Málaga, aunque existan otras unidades que estén más cerca, ya que Málaga es el único Centro de Referencia nacional), hasta que al final te dan el dichoso papelito (o no te lo dan, que también hay casos de eso). Durante todo este tiempo, por cierto, no puedes emigrar de España, ya que el papelito debe expedirlo un psicólogo o psiquiatra español, o con licencia para ejercer en España.
Ahora, puedes ir a por la segunda prueba de la gymkana. Certificado de que has estado dos años en tratamiento, expedido por el médico que dirija tu tratamiento. En este caso la ley no exige que sea un médico español, pero habría que ver que dirían en el Registro Civil si llevas un certificado de otro sitio.
Lo primero que necesitas es empezar a hormonarte, que eso es fácil dentro de la Seguridad Social, y un poco más difícil fuera, porque no hay muchos endocrinos que lleven ese tipo de tratamientos (pero haberlos, haylos, yo conozco a dos). Luego, dejar pasar dos años. Tampoco es muy difícil dejar pasar el tiempo, pero sí es aburrido.
En este tiempo, tu cuerpo empieza a cambiar, y, si tienes suerte, como es mi caso, ya tienes un medio más de prueba para demostrar que eres hombre o mujer. «Tráteme según lo que ve», decía un conocido mío, a quienes no sabían como tratarle. Yo nunca he necesitado verbalizarlo. Pero funciona, porque a estas alturas de la película, la gente ya no me pide que les demuestre que soy un hombre. Ahora la pregunta es: «¿Por qué no te dejan cambiar el DNI?» Y es que el conflicto se ha empezado a producir del revés… lo que tengo que demostrar, en las ocasiones en que es necesario mostrar mi DNI a desconocidos, es que soy una mujer… cosa que no hago (excepto mañana, cuando vaya a darme de alta como autónomo, que a las mujeres les hacen… digoooo… nos hacen un 30% de bonificación).
El nivel superior dentro de esta categoría, son las cirugías, sobretodo la reconstrucción genital. «Operación de cambio de sexo», le dicen algunos. «Cirugía de reasignación de sexo», dicen otros, como si la intervención del cirujano tuviese la virtualidad de transmutar, con la reconstrucción de tu cuerpo, la esencia de tu espíritu, convirtiéndote por fin em una mujer u hombre de verdad.
«Soy mujer, porque tengo cuerpo de mujer». Es la prueba definitiva, hasta el punto de que, una vez realizada tal cirugía, cualquier razonamiento en contra es muy difícil de oponer. Una vez que te operas, los que tienen que demostrar que no eres mujer, son los otros. Y encuentran argumentos, pero son débiles, porque en el fondo saben que uno de los peores miedos de todo hombre es perder su pene, y ni siquiera son capaces de imaginar que un hombre se someta voluntariamente a una operación para quitárselo y hacer con lo que quede de él, bulva y vagina, convirtiéndose así en inofensivas e impotentes (en realidad, si hay hombres así, pero eso daría para otro blog entero). Del mismo modo, la existencia de un pene en un cuerpo, pone inevitablemente ese cuerpo en el lado de los hombres. Del peligro. Del poder.
Entiendo que esta forma de pensar es mucho más fácil, más intuitiva, que pensar «Si soy un hombre, y tengo cuerpo, mi cuerpo debe ser un cuerpo de hombre». Entiendo que hay muchas personas que sólo se sienten verdaderamente hombres o mujeres si se han operado. Incluso entiendo que hay quienes sólo admiten que alguien es auténticamente transexual si se ha operado, o tiene la firme intención de operarse. Sin embargo, como ya decía en la entrada anterior, la verdadera prueba de que eres hombre o mujer es la explicación que te diste a ti el día que te convenciste. La gran mayoría no pensó «me quiero operar, soy hombre (o mujer)», sino «el que sea hombre (o mujer), por fin explica que tuviese tantas ganas de operarme».
Volviendo a mi gymkana, el día 26 hice por fin los dos años de hormonación. Pero eso no completa el juego. Todavía no tengo el papel. Llamé a Málaga el lunes anterior a cumplir los dos años (el día 26 caía en jueves). Volví a llamar el martes posterior a ese día, y me dijeron que la doctora acababa de dar el visto bueno para expedir el certificado. Todavía no me han llamado para decirme que lo han enviado, es decir, que no lo han hecho. Pasado mañana volveré a llamar. Y así hasta que me lo envíen (¿tendré que llegar a poner una reclamación por escrito? ¿Se juntará con mi próxima cita en Málaga, que creo que es en abril o mayo?). Con eso tendré completada la segunda prueba de la gymkana para demostrar, ante el Estado, que soy un hombre.
Luego toca el resto: reunir el certificado de nacimiento (me llegó el miércoles, ha tardado unos 20 días, aunque si lo pides con certificado digital, te lo hacen instantaneamente), y el de empadronamiento (ese es rápido, lo dan en el acto, al menos en mi ayuntamiento). Hacer el escrito, que ya lo tengo preparado, y llevarlo al Registro Civil.
En mi Registro Civil (y en algunos otros) se inventan «pruebas extra». En el mío, por ejemplo, te exigen que hagas una entrevista. Esa entrevista no es obligatoria, y de hecho, me da que es ilegal que te la exijan (no pueden inventarse trámites que no están previstos). Yo supongo que lo hacen por error. La manera de evitar esto es presentar la solicitud por correo. Pero eso vendrá luego. Y luego vendrá lo que tarden en resolver (en algunos sitios, un mes o menos. Aquí, cuatro meses y medio, la última vez que lo intenté, cuando el máximo son tres). Después, ni idea de qué más hay que hacer…
Me queda gymkana para rato. Ya iré contando que tal.
Hola Pablo! En primer lugar, me gustaría decirte que deberías sentirte muy orgulloso de lo que estás haciendo. Como sabes, te leo siempre, aunque no te deje comentarios y, aunque no te conozco en persona creo que el cambio en estos dos años ha sido completamente espectacular. No ya en el exterior, que no lo puedo juzgar, sino en el interior, que es el que se refleja en lo que escribes.
Recuerdo que en el primer comentario que te dejé te dije que ojalá la mitad de la gente que escribe blogs tuviera tantas cosas que contar y tan interesantes como tú. Durante el tiempo que te llevo leyendo he aprendido muchísimo pero, sobre todo, y si me permites, he visto cómo crecías y cómo ganabas seguridad en tí mismo. Y asistir a un proceso así es impagable.
Perdón por la parrafada y un abrazo desde Viena 🙂
(A ver si los jodíos certificaos llegan de una vez 🙂