Esta semana pasada he estado de viaje. Las Maribolleras (grupo coruñés) me invitaron a participar en el curso de verano “Suxeitos Emerxentes: sexualidades e feminismos contemporáneos”, organizado con la Universidad de Coruña, y con las ganas que tenía de ir a Galicia (especialmente a Coruña, y también a Santiago), me faltó tiempo para decirles que sí. Ya que estaba, les pedí si podían reservarme el avión de vuelta para unos días más tarde, y de camino podía ver a algunos amigos de allí.

Pasé los primeros días en Coruña, asistiendo al curso de verano, porque no tengo muchas oportunidades de ir a jornadas, cursos y conferencias, y cuando surge la oportunidad, la aprovecho. Esta ocasión era, además, muy aprovechable, ya que todas las ponencias (al menos todas las que yo vi, porque me perdí algunas, con mucha pena) eran de gran calidad. Por fin pude poner cara a Pablo Andrade, con el que me hablo por Facebook hace ya bastante tiempo, y a Maria José Belbel, que forma parte del grupo de trabajo contra la experiencia de la vida real, y después de haber cruzado incontables e-mails tenía muchísimas ganas de conocerla en persona (aunque en realidad nos vimos fugazmente en las Jornadas Feministas de 2009, pero fueron tan intensas que hay muchas cosas que no recuerdo de las Jornadas).

También conocí a gente nueva. A otrxs maribollerxs, a un grupo de Oporto que trabaja en el equivalente portugués de nuestras unidades de identidad de género, y otros profesionales de salud que no trabajan en esa unidad, pero a quienes les interesa aprender más sobre cómo tratar a las personas trans que les van llegando. Este grupo era muy interesante por varios motivos. Lo primero que me llamó la atención es que son muy majetes. Muy accesibles. Muy humildes. Lejos del endiosamiento al que nos tienen acostumbrados lxs médicxs españoles que atienden a las personas trans, quienes, al parecer, no tienen nada que aprender y todo que enseñar, este grupo (dos hombres y una mujer) venía a aprender primero, y a compartir sus experiencias en plano de igualdad. Ojalá nuestros médicos pasasen un poco de tiempo con ellos, a ver si se les pega algo.

En segundo lugar, me llamó la atención que tienen consciencia de que los estudios respecto a la salud de las personas trans están en pañales, y, además, les importa. Muchas veces, cuando hablo con profesionales relacionados con temas trans, leo artículos, o incluso hablo con estudiantes de psicología, tengo la sensación de que cualquier esfuerzo por aproximarse a las necesidades de salud de los pacientes trans se hace desde una óptica deshumanizada, como el que estudia un insecto bajo un microscopio simplemente porque a la ciencia le interesa saber cómo funciona. No fue así en este caso. Creo que realmente les preocupaba la situación extrema que las personas trans todavía vivimos en esta Europa en la que “estamos mejor que queremos”. Me dio la sensación de que ellos estaban viendo las lagunas que existen en el campo de la atención sanitaria a pacientes trans, que tan trillado les parece a nuestros médicos españoles, y que realmente les preocupaba qué podía ocurrir, tanto a corto como a largo plazo con lxs pacientes si se les somete a un tratamiento que parte de una serie de premisas que no son ciertas, y que parecen estar formuladas solamente porque cambiarlas, a estas alturas, supondría reconocer que hasta ahora se ha estado actuando de manera equivocada.

Son jóvenes, y eso se nota. Una dilatada experiencia aplicando tratamientos y teorías erróneas es una carga pesada que puede impedir a lxs profesionales de salud mental maniobrar para actuar desde nuevos paradigmas.

Eso lleva a lo tercero que me llamó la atención (aunque realmente, fue lo primero en orden cronológico): en la unidad de Oporto se está tratando a lxs pacientes en régimen de autonomía, no de autorización. Es decir, cuando la persona llega solicitando atención médica, el único filtro es comprobar que no padezca una esquizofrenia que le esté induciendo a pensar que su cuerpo está transformándose y cambiando de sexo, y si esto no ocurre (es una circunstancia que se puede ver en una sola sesión), pues… ya lo que la persona quiera. Se le hace el diagnóstico psiquiátrico de trastorno de identidad de género a nivel formal, porque la administración portuguesa lo requiere, y a partir de ahí, se va ofreciendo al/la paciente lo que vaya necesitando (incluido acompañamiento psicológico, si lo requiere). Supongo que aquí también habrán ciertas limitaciones debidas a la escasez de recursos, como las hay en España, en todas las especialidades, pero eso es otra historia.

Así que ya sólo con haber estado en el curso, iba más contento que unas pascuas. Pero todavía me quedaban tres días más.