El Día 17 de mayo es el IDAHO, día internacional contral la homofobia y la transfobia, que en los paises hispanoparlantes se está convirtiendo en el día contra la LGTB-fobia, lesgabitransfobia, y otras denominaciones similiares que creo que no terminan de satisfacer a nadie, por motivos obvios.

No me gusta los «días de», porque suelen ser la excusa para recordar algo puntualmente, y luego olvidarse de ello el resto del año. De hecho han pasado tres semanas desde ese día, y ya tengo la sensación de que escribir sobre fobias hacia las distintas formas de manifestación de identidades y orientaciones sexuales que no sean heterosexuales resulta inoportuno. Más razón para escribir sobre ello.

El mes pasado me apunté a clase de 12 pares, es un arte marcial filipino, del que nunca había oido hablar, que se puede practicar con espada, puñal, manos o armas improvisadas. Un amigo mío, cuando se enteró me comentó que cómo se me ocurre apuntarme a cosas de esas. Me conoce lo suficientemente bien como para saber que la coordinación no es mi especialidad, y que tampoco soy una persona especialmente agresiva.

Sin embargo, yo llevaba algún tiempo con ganas de practicar artes marciales, y si no lo había hecho antes, fue por falta de oportunidad. En realidad, no quiero pegar a nadie, y nunca me he peleado con nadie (me refiero a agresiones físicas), al menos durante mi vida adulta. El problema es que de vez en cuando, una vez cada dos o tres meses, salta a los periódicos la noticia de una agresión a un gay, lesbiana, o persona transexual, en España. Una personas trans muere asesinada cada tres días. El mes pasado, una chica trans de los EE.UU. recibió una paliza al entrar al baño de señoras en un McDonalds, ante la mirada impasible de clientes y trabajadores. Sólo dos personas (el encargado y una señora mayor) la defendieron.

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Este año también hemos podido ver el video de una mujer transexual asesinada en Brasil

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Ya hablé de Evelyn Ormeño, en Quito.

De vuelta a España, hace unos meses una pareja de lesbianas fue expulsada de la discoteca granadina «Buda», y, ya en la calle, los guardias de seguridad les dieron una paliza. Una lesbiana en Ceuta recibió otra paliza hace unos meses. En la pasada feria de Abril una pareja de gays fue expulsada de la caseta por querer bailar juntos, aunque al menos nadie les pegó. A un amigo mío, al salir de su trabajo, unos chicos subidos en una moto le lanzaron una botella de cristal, al grito de «maricón».

Un día alguien va a venir a pegarme a mí, porque es un crimen terrible ser transexual y no ocultarlo. O tal vez el día que me peguen sea por motivos de orientación sexual, vaya usted a saber. A lo mejor nadie intenta pegarme nunca, pero no puedo saberlo, y no puedo evitar preguntarme cuando me tocará el turno a mí. Por eso quiero aprender a defenderme, para que, aunque no llegue a ser un auténtico virtuoso de las artes marciales, golpearme no sea algo tan fácil que lo pueda hacer cualquiera, sin riesgo. Eso es lo que pensaba el miércoles pasado, mientras mi maestro me enseñaba llaves para parar un golpe y, de paso, luxar el brazo, desarmar al rival, y quedarte tú con su arma. También pensaba que si alguna vez viene alguien a atacarme de verdad con un arma, necesitaré tener mucha más destreza de la que tengo ahora para defenderme, y que aún así, no importa lo bueno que pueda llegar a ser yo, porque siempre habrá alguien que sea mejor. O que venga con una pistola. O con cuatro amigos.

Es transfobia que los periodistas descalifiquen la validez de Carla Antonelli como política porque es transexual, como si por ser transexual una persona no pudiese hacer nada relevante (aunque, claro, las personas transexuales somos trastornadas mentales, así que no se puede dejar en nuestras manos ninguna tarea que requiera gran responsabilidad).

Las lesbianas que pretenden acceder a los servicios de reproducción asistida que ofrecen los servicios sanitarios públicos están teniendo problemas. Ya han habido algunas parejas que han sido rechazadas porque eran parejas de dos mujeres. Supongo que si la pareja solicitante tuviese un componente transexual, también sería rechazada… fuese la pareja heterosexual o no, fuese transexual la persona a embarazarse o no. Si quieres apoyar la campaña para la igualdad de derechos reproductivos de las lesbianas, puedes colaborar firmando esta petición.

Es homofobia que el PP haya recurrido al Tribunal Constitucional el matrimonio homosexual, y que prometan que cuando ellos gobiernen (no «si ellos gobiernan») cambiarán la ley (no han explicado si lo harán con efecto retroactivo, y qué ocurrirá con las parejas homosexuales que ya existen). Es homofobia que haya muchas personas a las que esto les parezca bien, y para las que esto sea un motivo más que las incline a votar al PP.

Es homofobia que en cada país en el que se debate si debería permitirse el matrimonio homosexual, se esgrima el argumento de «¿y los niños? ¿qué pasará con lo niños?», reconociendo la incompetencia de una pareja homosexual, ya sea de hombres o de mujeres, para la crianza de sus hijos o hijas. También es homofobia que algunos paises se nieguen a entregar en adopción criaturas a parejas homosexuales. Probablemente creerán que están mejor atendidos y que son más amados en un orfanato que debe hacer juegos malabares con su presupuesto. En cierta ocasión un responsable de adopciones ruso le dijo a una pareja gay que preferiría que los niños muriesen congelados por dormir en una parada de autobús antes que entregarlos a una pareja homosexual.

Es transfobia inolerable que en este país, que nos creemos que estamos en la Europa del S. XXI, y seguimos en el África del S. XIX, hayan madres a las que se amenaza con quitarles la custodia de sus hijas e hijos por vestirlos con ropa del género que no toca, llamarles y tratarles en función del género que sus hij*s piden ser tratad*s, y exigir al personal del centro docente al que asisten que les traten de igual forma, respetando las preferencias de la niña o niño en cuestión. O que el hijo biológico de un hombre transexual, entre en la escuela llamándole «papá» y salga llamándole «mamá» porque la maestra dice que es lo correcto.

Podría estar así hasta mañana, y se me olvidaría algo seguro. Pero el miércoles tengo un examen, así que lo dejaré aquí de momento.