Dos horas estudiando. Ya no sé si estudio derecho constitucional, o si el derecho constitucional me estudia a mí. Me está mirando, de eso no hay duda. Esto no es normal. Mejor hago un descanso.

Es sábado. Toca raparse. Yo diría que cada vez tengo más pelo, y me está creciendo más duro. Mi madre dice que ya podía dejármelo crecer otra vez, pero me he acostumbrado a verme así y me gusta, además de que es muy cómodo y ahorro en peluquería. Ya nadie me viene con la cantinela «tienes muy poco pelo», «gracias por avisar, no lo había notado». Además, supongo que cuanto más tiempo me siga rapando, más fuerte se me pondrá ¿no? Todavía no hay riesgo de que nadie vaya a confundirme con el león de la Metro.

A rapar. Cada vez lo hago mejor, más rápido y sin transquilones, aunque creo que no me he repasado bien lo pelitos de la nuca. Bueno, a ver si mañana tengo más maña.

Aprovecho y recorto los cuatro pelos que tengo en la cara, que últimamente me estoy dejando crecer, y que no pueden ser llamados «barba». Me he pasado un poco y en algunos sitios se me ha quedado a roales, pero como ya está a roales de su natural, tampoco es una gran desgracia. Además, es la primera vez que hago esto… ya iré aprendiendo con la práctica, digo yo.

Me han dicho que es mejor afeitarse antes de ducharse, pero yo prefiero hacerlo después. Los otro cuatro pelos que me salen en la cara, que no pueden llamarse tampoco barba, pero que no me estoy dejando crecer, se quedan donde están hasta después de la ducha.

Ducha. Mola lavarse la cabeza después de raparse, la sensación en la mano y en el cuero cabelludo es muy agradable.

Ahora sí, afeitado de lo que queda. Lo que queda, además de poco, es muy blando y no me cuesta nada afeitármelo. Al contrario, me agrada afeitarme, porque luego se me queda la piel muy suave. No se me irrita ni me hago cortes, de momento.

Después toca la «reconstrucción facial». Esta semana la dermatitis parece que está remitiendo, así que va a ser más fácil. Tampoco estoy seguro de que el orden sea el correcto, pero primero me paso una crema exfoliante, a ver si consigo arrancarme todas las pielecitas muertas (que asco, un día de estos se me va a caer la cara), y me consuelo pensando que también es bueno para los puntos negros y para prevenir las espinillas. Después crema hidratante, de farmacia, especial para la dermatitis atópica. No es milagrosa, pero alivia mucho. Después el aftershave… en realidad, no sé si el aftershave debería haber ido antes que la crema hidratante, pero todavía no me ha salido nada raro en la cara (a parte de lo que ya tengo, ay) así que debo estar haciéndolo bien.

Paso final: limpiar el cuarto de baño. Para ser alguien con tan poco pelo, parece mentira la de pelos que suelto.

En total, unos tres cuartos de hora dedicados a «acicalarme». Y lo peor de todo es que me gusta dedicar este tiempo a eso. Cuando termino puedo decir que me gusta el resultado que veo… cosa que antes no me pasaba, porque ni me gustaba el resultado, ni tampoco es que lo viese, en realidad.

Me estoy volviendo un poco presumido. Ahora ya no voy a poder criticar a mi hermana. Pero tampoco muy presumido, creo. Lo justo como para que me relaje dedicar algo de tiempo a cuidar mi cuerpo. Me estoy acostumbrando a hacer cosas agradables relacionadas con mi cuerpo de manera rutinaria, lo cual es una agradable novedad.