Este domingo leía en el blog de Ariovisto una entrada sobre la penúltima ocurrencia de la Comisión de Igualdad del congreso, que es, nada más y nada menos, que aprobar un reglamento para imponer los juegos no sexistas en los recreos. Como la noticia que venía enlazada era del ABC, quees un periódico que no me da mucha confianza, y como no me fío en general de nada que venga en ningún periódico, hice una pequeña búsqueda en la red a ver si encontraba la propuesta no de ley en cuestión. Tras navegar por varios periódicos digitales y algunos foros de maestros y profesores, la encontré en el blog de Nacho Camino, que amablemente nos enlaza el documento original.

A primera vista, esto es una gilipollez como la copa de un pino, que a la larga podría dar lugar a que los profes y maestros acaben escribiendo cartas como la que aparece en el blog de Nacho, y que me ha hecho sonreír. Mientras navegaba observaba que todos los comentarios iban en la misma línea: ¿habrá que darles balones a las niñas y muñecas a los niños? ¿Reprender a las niñas que quieran jugar a las cocinitas y a los niños que jueguen al fútbol? Tal vez incluso se les puede obligar a intercambiar los estuches, y que se queden ellos con los horrorosos estuches rosas de la insoportable Hello Kitty y ellas con los estuches azules y rojos de Spiderman. Creo que en esto último, ellas salen beneficiadas: Spiderman mola, Hello Kitty es un asco. Seguro que en realidad ellas querían el estuche de Spiderman pero sus madres les dijeron «¿cómo te vas a comprar eso tan feo? ¿no te gusta más el de Hello Kitty?», y hala, estuche de Hello Kitty al canto. Es imposible que nadie compre una cosa tan hortera de manera voluntaria.

Se me va el tema.

También he leído muchos comentarios del tipo: al final las mujeres terminarán meando de pie y los hombres sentados. Lo cierto es que no entiendo muy bien estos comentarios, habida cuenta de que en unas circunstancias mear de pie es más cómodo que mear sentado, en otras, a la inversa, y en realidad tanto hombres como mujeres pueden mear en cualquiera de las dos posturas.

Porque, por supuesto, el quid de la cuestión está en quién decide qué es sexista y qué no lo es. Y también cómo le explicas a las criaturas que ya no pueden jugar a lo que quieran, sino que por decreto tienen que jugar a juegos respetuosos con los género y no sexistas, que tengan en cuenta la ley para la violencia de género, la ley de igualdad entre hombres y mujeres, y que tengan una distribución paritaria de los roles. Vamos, que si juegan a las casitas, por ejemplo, un 40% de niñas, como mínimo, tienen que hacer de papá. Y también deben representarse familias homoparentales, monoparentales, y de diferentes estratos y procedencias culturales y en las que tengan cabida todas la opciones religiosas, siendo inaceptable una mamá que se dedique exclusivamente al cuidado de los hijos.

Que dónde vamos a llegar.

A este paso, y como ya todos vamos conociéndonos, lo previsible es que se acabe llegando a eso. O, como decía una participante de uno de los foros que leí, a que un padre llegue y agreda a la maestra por no dejar que su hija juegue a la comba. Y eso que la hija salta con una energía, ritmo y resistencia que harían palidecer a cualquier boxeador profesional. Pero el reglamento dice que la comba y el elástico son juegos es sexitas así que…

¿Y para qué estoy escribiendo yo sobre esto, si ya ha escrito mucha gente? Pues porque hasta un reloj parado da la hora correcta dos veces al día, y en este caso, parece que ha sido eso lo que ha pasado. Porque sí que hay mucho sexismo en los juegos de los niños. Una de las experiencias que la mayor parte de las personas trans tenemos en común, independientemente de las barreras de edad, clase o procedencia, es el rechazo de nuestros compañeros de clase en las escuelas e institutos. Este rechazo, que a menudo se convierte en acoso e incluso en violencia física suele empezar porque no jugamos a los juegos apropiados. Los niños y las niñas (nuestros compañeros) son nuestros primeros vigilantes de género, y además son unos vigilantes muy estrictos.

Se suele pensar que los niños eligen los juegos a los que juegan con libertad, pero parece que las diferencias culturales entre lo que es de «hombres» y lo que es de «mujeres» se aprenden muy, muy rápido. No sé cuantas veces me llamaron marimacho en la escuela, y también recuerdo que el problema aparecía cuando no estaban los maestros delante, cuando nos daban a los niños tiempo para jugar solos a lo que quisiésemos.

Vale. ¿Y cómo se arregla esto? Pues ni idea. Sí que tengo claro que hacer responsables a los profesores de que los niños jueguen a cosas políticamente correctas es, no sólo absurdo, inútil, antiético y yo diría que incluso ilegal (¿donde queda el derecho al libre desarrollo de la personalidad de los niños?), sino también contraproducente. A lo mejor el Estado y las Comunidades Autónomas deberían intentar confiar un poco más en su personal y simplemente explicarles lo que hace falta y permitir que ellos hagan su trabajo, que para eso son los profesionales de la enseñanza. ¿O viene alguien a decirle a un ingeniero como construir un puente? No ¿verdad?

Pero claro, es que en realidad nadie ha detectado ningún problema. Simplemente ha sido un gesto para que parezca que el Gobierno está preocupadísimo por la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, y que hasta hace cosas para conseguir tal fin. La comisión de Igualdad tiene que justificarse de alguna forma, pero el que existan problemas reales que resolver no estorbará para que sigan entreteniéndose en perder su tiempo, el tiempo de los docentes, y el dinero de todos, en demostraciones que sólo sirven para quedar bien.