El fin de semana pasado tuve la suerte de poder ir al 3er Encuentro Europeo Trans de TGEU en Malmo. TGEU significa «Transgender Europe», y es una organización que agrupa a personas y organizaciones trans de gran parte de Europas, y que todavía se encuentra creciendo.
El encuentro… pues su propio nombre lo dice. Una reunión de personas trans de varios paises europeos para tratar temas que en principio nos interesan a tod*s.
Cuando supe que iba a poder ir al encuentro (la organización concedió algunas becas, y tuve la suerte de recibir una, de lo contrario, no habría podido permitírmelo) no tenía claro qué esperar. ¿Un montón de personas trans perfectamente metidas en su rol de hombres y mujeres normales y corrientes? ¿O quizá un grupo menos binario y más alternativo? ¿De los que están plenamente convencidos de que la transexualidad es una enfermedad que debe ser curada y reconocida como tal, o partidarios de la despatologización?
Respecto a Suecia… no tenía tampoco mucha idea de como es ese país. Ikea, mucho frío, calles limpias y bicicletas, era todo lo que me venía a la mente. Cuando empecé a hablar con mis amigos de que iba a pasar unos días a Suecia, algunos me hablaron del gran nivel de vida que hay por allí. Y de lo caro que es todo. Encima, no hay euros, sino que la moneda es la corona sueca (pero la equivalencia con el euro es muy sencilla, 10 coronas vienen a ser un euro). ¡Ah! Y que hablan muy raro y tienen algunas vocales que en España no existen, aunque la mayor parte de la gente habla inglés de manera fluida.
Con estas cuatro cosas en la cabeza salí de viaje para Copenhage. Resulta que Malmo está muy cerca de Copenhage, a tan sólo 20 minutos en tren. Eso sí, las vías del tren pasan por encima del mar. En el viaje de ida no lo pude ver, porque era de noche, pero a la vuelta sí que tuve la ocasión de disfrutar de la increible vista que hay desde un tren que pasa sobre el mar. ¡Menudo puente!
Lo cierto es que durante los días que duró el congreso se me cayó el mito de que Suecia es un país pacífico donde todo el mundo respeta a todo el mundo. Los pocos suecos con los que traté fuera del encuentro, me parecieron ásperos y un poco cuadriculados de mente. Además, el grupo de activistas que vino de Turquía fue atacado dos noches seguidas (¡también es mala suerte!), y cuando fueron a la policía a poner la denuncia correspondiente, les trataron fatal, sin respeto ninguno, utilizando nombres y pronombres equivocados, teniendo que responder a preguntas sobre cuestiones personales que no tenían nada que ver con lo que estaban denunciando, y teniendo que dar también explicaciones respecto a su derecho a estar en Suecia.
Ser turco o ser trans son dos motivos de discriminación que ya por separado te ponen las cosas suficientemente difíciles, pero cuando se juntan la situación se hace complicada de verdad. No quiero decir que por que hayan ocurrido estos incidentes Suecia sea un país transfóbico y racista (si el encuentro hubiese tenido lugar en Madrid o en Barcelona, tal vez también habrían habido los mismos problemas), pero sí que es verdad que se me ha caido un mito.
El último día del congreso se organizó un grupo de trabajo de donde salieron dos iniciativas, por una parte la redacción de una declaración de protesta por lo ocurrido, y la segunda, la organización improvisada de una manifestación. Con el poco tiempo del que disponíamos, terminamos agotad*s, pero al final todo estuvo listo en el momento adecuado.
Al margen de esto, el Encuentro fue muy agradable. Conocí a un montón de personas, algun*s de l*s cuales tenía ganas de ver en persona, porque teníamos vari*s conocid*s en común, y una relación virtual vía Facebook. Me reencontré con gente que hacía tiempo que no veía, y pude hablar con personas que provenían de lugares y experiencias totalmente diferentes a las mías. Allí había de todo, desde persona trans «clásicas», hasta otras que no se sabía si eran hombres, mujeres, ambas cosas, ninguna de ellas, todo lo anterior, si estaban transitando, si no transitaban, de dónde a dónde iban…
También había todo tipo de ideas políticas, desde las personas más conservadoras hasta las que estaban abiertas a todo tipo de nuevas vías para hacer las cosas. Conocí a una de las pocas personas trans (y de las pocas personas europeas) que forman parte de la WPATH y que nos contó anécdotas sobre la manera en que los profesionales de la salud mental «expertos» en transexualidad buscan excusas para desoir las opiniones de las propias personas trans o sacarlos del debate respecto a como les gustaría ser tratados.
Respecto a los talleres y ponencias, me quedé un poco desconcertado. Si normalmente el activismo español me resultaba demasiado académico, un poco alejado de la realidad y perdido en debates que no sirven para resolver las necesidades más inmediatas de las personas trans, al lado de lo que vi que se hace en Europa (o en el norte de Europa, más bien), parece que somos super prácticos y cañeros. Parece que España está como atrapada entre Europa y América Latina, en un punto intermedio que no sé hasta qué punto es voluntario. No sé si es que los españoles nos hemos creido que somos europeos demasiado rápido y nos hemos olvidado de la gran cantidad de problemas que nuestra sociedad todavía arrastra, o si en realidad lo que ocurre es que en toda Europa hay los mismos problemas que aquí, sólo que los demás están todavía más aletargados que nosotros, mientras que los españoles andamos sólo intentando coger el sueño europeo. O a lo mejor es que en el equilibrio está la virtud, aunque a mi modo de ver, todavía estamos muy lejos de poder considerarnos «virtuosos».
En definitiva, volví muy contento del Encuentro, con muchas cosas sobre las que pensar y también con ganas de hacer cosas. Las pilas un poco más cargadas y consciente, una vez más, de que la realidad de las personas trans es mucho más ámplia de lo que algun*s se empeñan en hacernos creer.
Lo de los grupos de jóvenes agresores yo creo que puede pasar en cualquier parte (¿o es que hay algún país sin imbéciles?), pero mucho más grave es lo de la policía. Sería deseable que las autoridades suecas se tomaran la molestia de investigar los hechos y tomar medidas para que no se repita algo así. Cuando se es empleado público no se puede comportar uno como un orangután.
O sea que lo de hacerse el sueco y que por allá arriba son más bien fríos no es un mito…
Es muy duro saber que existe Suecia después de saber que existe Granada.
🙂
Un abrazo.