Mi primer día en Ecuador resultó un tanto confuso. En la casa vivimos varias personas, y yo he sido el último en llegar, así que no sé donde está nada, ni donde guardar nada, ni quién hace qué. Desconozco también el funcionamiento de casi todo, desde el calentador hasta el router, aunque robar la conexión wi-fi a un vecino que la tiene abierta ha resultado muy fácil. Tampoco sé muy bien qué son algunos alimentos que están en la nevera y en la despensa, ni como suelen cocinar aquí en general, e incluso las señales de tráfico son raras. De la relación que los conductores, los semáforos, los pasos de peatones y los peatones mantienen entre si, mejor ni hablamos.
Ahora ya se como se siente un pulpo en un garaje.
Después de haberme acostado a la 1:30 de la noche, me desperté a las 6 de la mañana, con los ojos como platos y el sol entrando a raudales por la ventana. Intenté dormir un poco más, pero no hubo manera… mi cerebro decía que las 13:00 ya no eran horas de estar en la cama, y menos haciendo tan buen tiempo. A las 7:15 claudiqué y me levanté, porque es tontería estar dando vueltas en la cama. Desayuné a las 8:30, que es el equivalente de las 15:30 aquí, y yo andaba con más hambre que el que se perdió en la isla. Habría desayunado antes, pero no tenía ni idea de qué era comestible y qué no, así que tuve que esperar a que mis compañeros se levantaran (en aquel momento sólo estábamos tres personas en la casa).
En cuanto los otros dos se levantaron, se pusieron a hacer cosas. Están arreglando la casa, que es muy vieja y necesita reparaciones constantes, y tenían cosas que hacer. A las 10 llegó un chico que viene a dar clases de ninjutsu, dentro del programa de actividades del PT (creo que eso merecerá una explicación más adelante, cuando todo sea menos nuevo y empiece a comprender como y por qué funcionan aquí las cosas). A las 10:30 llegó Luis “La Cobra”, que fue campeón mundial de boxeo, y viene a dar clases de boxeo por aquí. Llegaba con un poco de retraso.
A todo esto yo empezaba a notar los efectos de la altura. Quito está a 2850m de altura (más o menos), o sea, muy alto. Sólo de subir y bajar las escaleras de la casa ya se me agitaba la respiración, así que ponerme a hacer ejercicio… pero bueno, la cuestión es que me puse y algo hice.
Después vino Eli a acompañarme a hacer unas gestiones que necesitaba, aunque no nos dio tiempo de hacer la mitad de las cosas que yo quería. Al parecer cualquier pequeño trámite que se haga aquí, como abrir una cuenta en un banco, requiere una gran cantidad de papeles, requisitos, y colas. A mí más o menos me daba igual, porque me dejé la percepción del paso del tiempo en Madrid y todavía no la he recuperado, y además no tenía otra cosa que hacer, pero Eli iba con el tiempo justo y al final acabamos casi corriendo… sólo que a esas alturas yo estaba ya bastante tocado por el cambio de horarios y la propia altura, y no andaba para muchos trotes.
Aprovechamos la ocasión para echar un vistazo preliminar a lo que es el centro comercial y de negocios de Quito. No podría decir que es bonito, ni feo, pues no se parece a ningún sitio en el que haya estado antes. Junto a los impresionantes edificios modernos, de bastante altura sin llegar a ser rascacielos, con fachadas de cristal, se combinan las calles asfaltadas a base de parches, las aceras mal mantenidas, los autobuses urbanos antiquísimos, y los puestos de comida callejeros, o personas vendiendo frutas y verduras en los semáforos. Mientras que la limpieza y decoración de los edificios y los enormes centros comerciales es escrupulosa, las calles tienen un aspecto descuidado. Eso sí, hay árboles y plantas por todas partes.
Volví a la casa hecho polvo, pero tras una siesta de una hora, resucité como si nada. Mientras estaba fuera llegaron el resto de compañeros, los que no pudieron estar el día anterior a causa de un pequeño accidente, así que la sexta (o séptima, no estoy seguro) promoción de residentes políticos transfeministas del PT estaba ya al completo.
Por suerte, la casa es grande. Ahora mismo estamos viviendo aquí seis personas, aunque falta una, que es la residente más antigua de la casa, y que está en Bolivia para una conferencia. Curiosamente, mientras que aquí casi siempre se han alojado mujeres trans, en esta ocasión somos todos hombres. Está Jay, que viene de los EE.UU. y se queda sólo unas semanas, Gabrielle, que es Colombiano y vino aquí para estar dos o tres semanas, pero ya lleva cuatro meses y no tiene intención de marcharse, al menos de momento, Pascal y Jeycob (tengo que reconocer que no sé como se escribe el nombre de Jeycob, debería preguntárselo), que vienen de la provincia de Manabí, donde hay tradición de que las personas trans no realicen ningún tipo de modificación corporal, y la situación está bastante bien aceptada, todo ello gracias a la fuerte influencia de la cultura kichuwa que todavía hay allí, Jorge, que es un activista intersexual, y Hugo, que no vive en la casa, pero está de visita.
A parte de los “internos” también hay muchos colaboradores externos, como Ana Almeida, que es la directora del PT, Elisabeth Vásquez, que es la coordinadora política, y un montón de gente más a los que todavía no conozco.
De los que conozco, todavía puedo decir poco, pues casi no los conozco. Algunos son muy dulces, otros muy divertidos, los que proceden de Manabí hablan un dialecto del español que me resulta muy difícil de entender, aunque a ellos también les resulta complicado entenderme a mí (dicen que entienden mejor al americano, supongo que porque tiene más acento ecuatoriano que yo), y uno de ellos tiene los ojos más bonitos que haya visto en mi vida. Tienen música puesta a todas horas, pero también es verdad que están todo el tiempo haciendo cosas sin parar, así que es normal que quieran estar escuchando algo de música para animarse.
Parece mentira que en un solo día de tiempo a que pasen tantas cosas.
Hummm… clases de ninjitsu, y de boxeo!… junto con la altitud, la testo, y «que no paras»… así dentro de poco te vas a poner hecho un toro!!!!
Y por cierto, hablando de ojos, los tuyos también son preciosos!!!
Muchos besos, y muchos ánimos, que tú puedes!!!
Ángela.
Ah, y que si es en grafía inglesa, «Yeicob» se escribe «Jacob», pero eso seguro que Mónica lo sabe mucho mejor que yo…
Pues si…En teoria se escribe Jacob.
Aunque a la hora de escribir un nombre propio no hay normas. Cada cual lo escribe como quiere que para algo es una de sus señas de identidad.
Mónica