El domingo día 6… Otra vez tocaba levantarse temprano (vale, relativamente temprano), pero ese día no me costó ningún trabajo porque estaba bastante nervioso.

Durante la noche anterior estuve pensando lo que iba a hacer ese día… Que no iban a ser pocas cosas. Lo cierto es que después he leido otros blogs que comentan que el 30% de las actividades de las Jornadas iban sobre no binarismo y otros temas relacionados con el transfeminismo. Y Conjutos Difusos participaba de un modo un otro dentro de ese 30% de actividades.

Igual que me he quejado de las cosas con las que estoy descontento, también tengo que agradecer las cosas que sí han estado bien. La organización de las Jornadas aceptó todas nuestras propuestas excepto una, y además se las arreglaron para que no nos solapásemos entre nosotros y no tuviésemos que estar en dos sitios a la vez lo que, con tantas cosas como habían, debió ser algo así como hacer encaje de bolillos. No me resulta difícil imaginarme a las responsables de distribuir tiempos y aulas, sentadas bajo una montaña de folios arrugados, tratando de cuadrar todas las cosas cuidando de que una persona no tuviese que hablar en dos sitios a la vez, o que la misma aula estuviese ocupada por dos charlas distintas a la misma hora. Al lado de eso, los sudokus son un chiste.

A las 10 de la mañana empezábamos con la mesa redonda «Construciones múltiples de cuerpos y géneros», en la que en principio iban a hablar Elisabeth Vásquez y Kim Pérez, pero para la que, además, habíamos preparado una intervención «difusa» en la que participábamos otros cuatro miembros de Conjuntos Difusos. Cuando llegamos allí, no había casi nadie. Estábamos los que teníamos que estar, y dos o tres personas más. Eso me tranquilizó un poco, puesto que la gran afluencia de gente que había habido en las otras mesas del día anterior me asustaba un poco.  También nos decepcionó ligeramente, aunque pensamos que más valía estar pocos, pero bien avenidos, que muchos y desinteresados ¿no es verdad?

Tardamos un poco en conseguir entrar al aula y prepararla (los conserjes de la facultad de Ciencias no habían caido en abrir las aulas con anticipación, o no habían tenido tiempo) y mientras tanto, fue entrando algo más de gente.

Primero habló Eli Vásquez, del Proyecto Transgénero y nos contó como había iniciado la «Patrulla Legal» para ayudar a las prostitutas trans de Quito aprovechando sus conocimientos y la ventaja de ser de raza blanca. Nos habló de las leyes de Ecuador, y de la flexibilidad de su sistema político y legal, que no está tan asentado y lleno de polvo como el nuestro. De la increible constitución de Ecuador, en cuya redacción ella había participado, y que contiene tantas cosas que ya casi no hace falta legislar nada más. De los hombres trans de la comarca de Manabí, que no sienten necesidad de pasar por un quirófano para hacerse la masectomía, porque se consideran «varones con pechos», o que paren a sus hijos con toda naturalidad y se burlan del circo mediático que levantó el embarazo de Thomas Beaty… ¡Si en Manabí hay un montón de hombres que han estado embarazados! Nos habló de que allí se pueden encontrar «machas», «hembros», «mandarinas», un señor que se llama «Clítoris»… Que las prostitutuas forman familias que utilizan como apellido el nombre del hostal en que se alojan o de la calle en que trabajan. Nos habló de la muerte de una amiga. De que las trans no van al médico, sino que se aplican los tratamientos unas a otras como mejor saben. De que una prostituta puede dirigirse a un ministro en plano de igualdad. De ser «trans en la cabeza»… Nos habló de tantas cosas que, cuando intento repetirlas, se me vienen todas a la mente a la vez, y al final no puedo decir nada. Y mientras ella hablaba, lo único que yo podía pensar es que quiero viajar a Ecuador y pasarme allí una buena temporada, en ese país donde faltan muchas cosas que aquí damos por sentadas, y donde, sin embargo, son posibles muchas otras cosas que aquí resultan inimaginables.

A veces hay personas que, cuando las conoces u oyes hablar de ellas, te despiertan admiración. Pero hay unas pocas personas que van más allá, y te hacen sentir que quieres (y puedes) ser mejor persona. Hasta ahora sólo he conocido a dos personas así, y Eli es una de ellas.

No sé lo que pensarían los demás que estaban en la charla, pero como se ve, yo alucinaba pepinillos, y, además, alucinaba en colores.

Después, Astrid Suess presentó un resumen de las actividades que Conjuntos Difusos ha estado realizando desde el verano. Este resumen ya lo había presentado anteriormente en otras jornadas, y había tenido muy buena acojida, así que pensamos que sería una excelente introducción para explicar quienes somos y a qué nos dedicamos. A esas alturas, además, el aula ya estaba llena, y algunas personas empezaban a situarse en los pasillos, cerca de la tarima, para escuchar mejor.

Luego habló Kim Pérez, explicando ejemplos concretos de como el binarismo y el no-binarismo pueden influir en la vida de las personas, haciendo que se tome una cierta distancia con el cuerpo, o con la imágen que el espejo nos devuelve y no reconocemos como nuestra. Queríamos que la gente reflexionase sobre sus propias experiencias, porque desde la mujer que odia tener que maquillarse todas las mañanas para ir a trabajar hasta el hombre que soporta insultos por demostrar que tiene sentimientos, todo el mundo, en un momento u otro, ha soportado el peso del binarismo, los convencionalismos sociales, en sus propias carnes. Las experiencias de las personas trans son simplemente eso llevado al extremo.

Para ello, para animar a la gente a que pensase y participara, habíamos planeado un pequeño truco, que consistía en que algunas personas del grupo saliésemos de entre el público para hablar. Yo era uno de ellos y cuando Kim me dió la palabra, salí.

Yo nunca había hablado en público hasta entonces, y cuando subí a la tarima, me quedé sorprendido por toda la gente que había, alrededor de 350 ó 400 paresonas. Sin embargo, estaba tan nervioso, que en realidad no veía a nadie. Me temblaban las piernas, pero aún así, me puse a contar cosas… bastante personales. Por suerte, ahí estaba mi vena bloguera y exhibicionista. Simplemente conté las mismas cosas que escribo aquí, aunque algo más resumidas (de lo contrario, todavía estaría hablando) y al final, leí una poesía que no debía ser tan mala, pues ya había hecho llorar a una amiga mía. Cuando terminé, la gente aplaudió y yo me volví a mi sitio… Sólo que el aplauso duró mucho más de lo normal, y aunque ya llevaba un buen rato sentado, aquello seguía. Me han dicho que hasta se levantó la gente, aunque yo estaba tan nervioso que en lo único que podía pensar era en meterme debajo de la mesa y desaparecer, así que no me dí mucha cuenta. Sí que recuerdo que me pareció que la gente aplaudía mucho rato, y con más fuerza de lo habitual, pero tampoco me quise fiar demasiado de mis percepciones, porque a veces los nervios me hacen perder un poquito el control.

Después volvió a hablar Astrid Suess, que también contó una experiencia muy personal, adornada con unas fotos estupendas y muy emotivas. Dos personas más salieron del público, y, finalmente Mª Ángeles Cantero, también de Conjuntos Difusos, cerró la mesa con un broche de oro, contando también su propia experiencia personal.

Cuando acabamos, la gente empezó a acercarse a feliciarnos, especialmente a Kim y a Eli. Me quedé estupefacto al ver que algunas personas estaban llorando a lágrima viva. ¡No me lo podía creer! Después hubo quien me comentó, además, que había llorado con mi poesía.

De hecho, después de eso, varias personas se acercaron a felicitarme. Lo malo es que no sé comportarme muy bien cuando la gente me dice que hago algo bien, y lo único que supe hacer fue decir gracias y desear que me tragase la tierra en ese mismo momento. Espero no haber dado la sensación de ser muy borde o algo así…

Tampoco tuve mucho tiempo para hablar, porque tenía que ir corriendo nuestra siguiente actividad, el espacio de debate de «Aplicaciones de un feminismo no binario» o algo así, que era justo a continuación, y ni siquiera en la misma facultad.

Se suponía que el espacio de debate lo íbamos a llevar entre otra persona y yo. Esa persona, también iba a participar en la intervención conjunta de la mesa anterior pero… no había aparecido, y tenía el móvil apagado. Por suerte, Astrid andaba por allí y me echó un cable. Vamos que si no llega a estar, no sé qué habría hecho, porque yo, además de no haber hablado nunca en público, tampoco había moderado nunca ningún tipo de espacio de debate.

A esta actividad no acudió mucha gente, pero casi fue mejor, porque al final pudimos hacer un auténtico debate en el que todo el que quiso pudo hablar, y en el que surgieron ideas que iban incluso más allá de los planteamientos a los que nuestro propio grupo había llegado. Realmente, me alegro de que no fuese algo tan multitudinario como todo lo demás.

Por la tarde, Juana Ramos y Asrid Suess llevaban un espacio de debate sobre translesbianismo y otros deseos diversos, que también estuvo muy entretenido, aunque, como tuve que marcharme media hora antes de que acabara, me perdí un video que pusieron y que luego fue bastante comentado. La verdad es que fueron dos horas en las que se trató el erotismo de una manera fresca y divertida, sin caer en la vulgaridad morbosa. Y, como suele pasar cuando se habla de sexo, todos nos pusimos un poquito nerviosos y nos reimos bastante.

Finalmente, la última mesa del día. En ella hablaban Belissa Andía, de ILGA, Kim Pérez, de Conjuntos Difusos, Miriam Solé, del Colectivo Les Tisoras y Miguel Missé, de la Guerrilla Travolaka. A estas alturas, había un pequeño grupo de personas a las que ya nos habíamos acostumbrado a ver, puesto que habían estado asistiendo a todos los espacios en los que habíamos hablado, a pesar de que habían muchas más actividades al mismo tiempo. Todo un honor para nosotr*s. Pero además de estas personas, habían muchas más. En el aula, que era de gran tamaño, se acabaron los asientos y la gente empezó a sentarse en los pasillos, e incluso en la tarima. No se veía ni un trocito de suelo. Era increible.

Belissa hizo un relato muy personal de lo que había supuesto para ella la transexualidad. Relató experiencias muy fuertes, como una paliza que le propinaron cincuenta chicos, a la que sobrevivió porque un hombre la rescató de la melé. También habló de su desagrado cuando se le empezó a exigir que cumpliese los requisitos que se exigen a las mujeres, es decir, sumisión, quedarse bien guardadita en casa, y cosas así. Después Kim expuso la idea de los conjuntos difusos, y estuvo sembrada. Lo hizo con tal sencillez y simpatía que resultó francamente emocionante. Por lo menos yo me emocioné, y no debí ser el único, por que cuando acabó, se levantó un enorme aplauso, que puso en pié a todo el auditorio (y en algunos casos, lo de levantarse era bastante complicado, dado como se habían sentado las oyentes), y parecía que nunca se iba a acabar.

Si yo ya estaba emocionado, en ese momento ya no aguanté más y me puse a llorar como una Magdalena (cosa que en mí, tampoco es que sea muy rara). Después de todos los problemas que habíamos tenido, del miedo, de la tensión, del sentimiento de no ser bienvenid*s en las jornadas de… Después de todo, la gente estaba allí, escuchándonos y dando la bienvenida a la idea nueva de los conjuntos difusos, sin importar que pusiésemos en cuestión a la mujer como sujeto único del feminismo, y otras chorradas de igual calibre (sí, a mí esas cosas me parece chorradas como la copa de un pino). Realmente necesitábamos ese aplauso.

En la tarima, Kim Pérez también se emocionó, y el moderador hacía grandes e infructuosos esfuerzos para no echarse también a llorar.

Después Miriam Solà hizo una genealogía desde los orígenes del transfeminismo hasta la actualidad. Creo que fue muy interesante, pero no me queda más remedio que reconocer que no entendí gran cosa. ¡Ojalá tuviese más cultura para haber podido captar todo lo que ella dijo! Porque, aunque no cogí muchas cosas, las que sí que comprendí, me gustaron.

Finalmente, habló Miguel Missé, que con tan sólo 22 años (cumplió los 23 al día siguiente) fue capaz, de nuevo, de hacer estremecerse al auditorio. Dijo muchas cosas sobre como la sociedad parece querer erradicar a las personas trans. «Estamos en peligro de extinción», concluyó, después de contar como los estados piden como requisito la esterilización de las personas trans antes de permitir que cambiemos de nombre y sexo y legal, y tras comentar también que algunos médicos han expresado el deseo de tratar la transexualidad desde los tres años. Porque para los médicos, tratar la transexualidad no significa trabajar para que nos sintamos más agusto en nuestra propia piel, tal y como somos, sino trabajar para mutilarnos y modificarnos, y que desaparezcamos como han desaparecido las personas intersex. Así nada cuestionará esa falsa idea de que sólo hay dos sexos y dos géneros. También reivindicó el relevo generacional dentro del feminismo, y un lugar para nosotr*s, l*s trans, tanto hombres como mujeres, diciendo que, en cierto modo «somos hijos del feminismo».

Mientras Miguel hablaba, yo observaba al auditorio y veía a las mujeres con los ojos húmedos. Alucinaba de que alguien tan joven pudiese hablar de esa forma (a años luz de donde estaba yo a su edad), y alucinaba con la reacción de la gente. Como era de esperar, una última gran ovación le saludó al terminar de hablar. Fue increible.

Después hubo una gran manifestación que recorrió Granada durante más de tres horas. Una oleada de tres mil mujeres (o más) cortó el tráfico de toda la ciudad y tomó las principales calles. Entretanto, la gente se acercaba a Kim, a Eli, a Astrid, e incluso a mí para comentarnos lo mucho que le habíamos movido los esquemas.

Nosotr*s estábamos emocionados, impresionados. Las cosas habían salido bien, mucho más allá de las mejores expectativas, y todas las dificultades y enfados de los días y semanas anteriores se habían disuelto por si mismas. No podíamos pedir más.