Pues sí, después de diez sesiones a lo largo de todo un año… ¡¡¡Me han dado el informe!!! ¡¡¡Por fin!!!
Este fin de semana estuvo en mi casa una amiga con la que lo pasé muy bien, hasta el punto de que casi se me olvida que el lunes tenía que ir a ver a la psicóloga. Ir a ver a Trinidad siempre me ha producido una cierta sensación de inquietud, aunque en esta ocasión estaba tan tranquilo que temía que al final se me iba a olvidar cuando tenía la cita. A esas alturas, aunque seguía deseando mucho que me diese el informe, lo cierto era que ya casi me daba igual ir a la consulta y hablar otra vez de las mismas cosas, y dar de nuevo vueltas sobre lo mismo, cuando para mí es evidente que el protocolo está mal diseñado y que nadie tiene que decirme si soy trans o no. Simplemente lo veía como un mero acto de trámite «coñazo» que ya me estaba empezando a aburrir en sobremanera. Tanto me empezaba a aburrir, que ya, al pensar en ello, ni siquiera me cabreaba.
Si a este aburrimiento le sumamos que este fin de semana ha sido realmente muy bueno, el resultado es que el lunes, cuando iba a Málaga, lo único que pensaba es que fuesen cuales fuesen las chorradas con que me viniese la psicóloga, me iban a dar igual. Estaba demasiado contento.
Cuando llegué a la sala de espera era un poco más tarde de lo habitual, y estaba abarrotada. Y a la enorme cantidad de gente que allí había (en realidad no cabíamos todos, y tuve que quedarme de pie en la puerta un rato) se le añadía que los dos patéticos fluorescentes que la iluminan se habían fundido, de modo que eso más que una sala de espera parecía una discoteca.
Esperé durante un par de horas, leyendo tranquilamente un libro que me había llevado para el caso, sin prestar atención a mi salud ocular. Observé a las otras personas que habían por allí, y que, por más que me moleste reconocerlo, siempre me desconciertan por la gran diversidad existente en la manifestación física y estética de la transexualidad.
Cuando entré en la consulta, lo primero que hizo la psicóloga fue llamar por teléfono para pedir que arreglasen los fluorescentes. Al parecer ya era la tercera vez que llamaba… Al hilo de esto le comenté la impresión que yo me había llevado de estar en una discoteca. En realidad la compadecí un poco. No creo que sea posible hacer bien el trabajo de psicóloga con tantos pacientes citados el mismo día, y eso no es culpa suya.
Sacó mi ficha del archivador, aunque me fijé que la había sacado de un archivador diferente al que la guardaba siempre. Desde hace bastante tiempo he pensado que, dada la cantidad de gente que tiene, y que no tiene ordenador, debía utilizar algún tipo de sistema para recordar a que pacientes iba a darles el informe en una sesión concreta. Por otra parte, tampoco quise hacerme demasiadas ilusiones, y… ¡Que narices! Estaba demasiado contento como para darle muchas vueltas a las cosas. Que guardase los expedientes donde más le gustase, que a mí me daba igual.
Me pidió que le hablase de mi experiencia con respecto a vivir en un género diferente.
– Todavía tengo que pasarte algunos tests más, pero me gustaría que me hablases de eso – añadió a continuación.
«A esta mujer no se le acaban los test», pensé para mí. Bueno, resignación y paciencia, ya se le acabarán en un momento u otro… Con lo contento que iba, la verdad es que la idea de que tuviese por delante un tiempo indeterminado de hacer tests me resbalaba. Joer, es que iba muy contento.
Empecé a contarle lo que ha sido más o menos el último año y pico, desde que empecé a escribir este blog. Le hablé del miedo que tenía al principio, de lo que me sorprendió que no pasara nada malo, de que tan sólo me habían puesto trabas mis padres y mi pareja, que había decidido que, puesto que el proceso hasta que me diese el informe era largo, tenía que empezar a vivir como quería, aunque fuese sin hormonas, que tengo nuevos amigos y mantengo a los viejos, y que, en general, aún siendo duro, y aún sin hormonas, estoy bien y soy más feliz que antes.
Mientras, ella me iba presentando objecciones, los puntos en los que mi experiencia era similar a la de otras personas trans, y en los que difería de lo habitual (que, en realidad, a mí me parece que tampoco es que difiera tanto de lo habitual, en ninguno de esos puntos). Yo iba respondiendo, «defendiendome» un poco, y, en general, como dice Aniel, con la sensación de estar jugando una partida de poker. Hasta estábamos poniendo cara de poker los dos.
Y, de repente, a continuación de una de las objecciones, y sin dejarme opción a respuesta, va y me dice «te voy a dar paso a la hormonación». Me quedé tan sorprendido que ni siquiera reaccioné. Creo que a lo único que llegué fue a decirle: «vaya, que bien», o algo así.
Los motivos por los que me ha dado el informe son los cambios que he hecho en este último año. Dice que soy muy diferente a como era la primera vez que fui a la consulta. Eso es cierto, sobretodo porque en aquel momento estaba totalmente desubicado y sin saber para donde tirar, y ahora al menos tengo planes que puedo llevar a cabo. O porque ya no me muero de miedo cuando me presento a alguien, y sé qué nombre decir, a que servicio entrar, y puedo buscar ropa en la sección de caballeros sin pasar vergüenza.
En realidad, no soy una persona diferente. Simplemente he cambiado de hábitos y he aprendido a vivir de otra forma… aunque aún tenga dudas en muchos campos.
Sea como sea, al parecer la cuestión es que, si sobre el papel hay dudas sobre si para mí es mejor vivir como hombre o como mujer, la experiencia indica que, en principio lo mejor es que viva como hombre. O sea, como quiero.
Ya tiene cojones que tenga que venir alguien a decir que lo mejor para mí es vivir como quiero. En otras circunstancias, me cabrearía sólo de pensarlo pero… si el lunes antes de entrar en la consulta ya estaba demasiado contento como para eso, ahora estoy que me salgo de la tabla.
Lo primero que hice cuando salí de la consulta fue empezar a llamar a gente para contárselo. Mi madre se quedó muy sorprendida, porque estaba convencida de que no me lo iban a dar, aunque por otra parte, acepta el diagnóstico de la psicóloga, y si ella opina que es lo mejor… será que es lo mejor. Eso me ha dicho mi madre… espero que sea verdad y que confía en el criterio de Trinidad tanto como dice confiar, al menos así este añito de visitas habrá tenido la utilidad de dar tranquilidad a mi familia, y yo lo daré por bien empleado, dentro de lo que cabe.
Dos amigos se echaron a reir en cuanto se lo conté. Muy pocas veces he visto (escuchado, recordemos que eran conversaciones telefónicas) a alguien reir con alegría por una noticia, y cuando pasa es… una de las pocas cosas que en ese momento podían aumentar el alto grado de felicidad que ya tenía. El resto de amigos, familia, etc a los que se lo he ido contando también se han alegrado muchísimo, y yo que me alegro de ello.
El segundo paso fue ir a la endocrina. Ahí he tenido una pequeña pega, y es que los lunes no pasan consulta para la UTIG, así que sabía que no me iban a atender. Quedaba la opción de volver al día siguiente, a ver si había suerte y me cogían en un hueco, aunque también podía haber mala suerte y que me dijesen que no era posible y me volviese por donde había venido. Otra opción era pedir cita, que es lo que hice. Lo malo es que, si la psicóloga está saturada, la endocrina no anda mucho mejor (el mes pasado cuando estuve había una multitud de pacientes en la sala de espera), y lo más pronto que podía darme cita era para el 22 de diciembre. ¡Pero yo ese día me voy de viaje a ver a la familia! Y lo primero es lo primero. Así que el próximo hueco que me han podido encontrar, y por muy buenos apaños (lo juro, he visto la agenda) es para el 26 de enero.
Reconozco que si había algo en ese momento que podía disgustarme, era exactamente eso, que ya que he conseguido el informe tuviese que seguir esperando. Pero el disgusto me duró alrededor de media hora, porque aunque ahora mes y medio me parece una enormidad, en realidad no es nada, y con el paso de los años, ese lapso de tiempo quedará diluido en el olvido. Entonces ¿por qué hacerse la mala sangre con ello? Además, después he comentado el tema con Astrid, que me ha hecho ver que en realidad no me va a venir mal esta espera. Para empezar, podré pasar la navidad tranquilo con mi familia, sin peligro de que tenga cambios de humor raros o sabe Dios que otro tipo de reacciones por culpa de meterme en el cuerpo hormonas nuevas. También doy tiempo a mis padres a que se hagan a la idea. Y, si apruebo el primer exámen de la oposición, podré centrarme únicamente en preparar el segundo, que será antes de la cita con la endocrina. Vale, reconozco que preferiría no tener que esperar todo ese tiempo, pero al fin y al cabo, también tiene sus ventajas.
Bah, en realidad estoy demasiado contento como para disgustarme por esperar un poco más. De hecho estoy tan contento que casi no me lo creo… Y qué peso me he quitado de encima… Se acabó apostarme el futuro en partidas de poker. Empezaba a pensar que no iba a llegar el día.
¡Enhorabuena!
Has pasado un «pequeño» calvario pero has llegado a la meta y encima sobrado de fuerzas.
Creo que te vendrá bien que se retrase un poco la hormonación, pensando en el segundo examen. Tú mismo podrías haber planificado retrasarlo un pelín (y es que no es nada) para evitar riesgos y molestias de cara al examen, para el que por otro lado también has tenido que esperar lo tuyo.
Me alegro por ti.
Enhorabuena, Pablo!!
Un abrazo. Me alegro.
Decirte lo que me alegro por ti, es poco.
Y eso que ya te lo he dicho xDD
Ahora, solo falta salvar la opo y listo, vida nueva, feliz y llena de dicha 🙂
Te lo mereces, disfrutalo a tope 😀
Gracias por tu visita y por tus amables comentarios, Pablo.
Un abrazo.
¡ENHORABUENA, Pablo! Me alegro mucho por ti. Y te lo mereces.
¡Gracias por tu comentario en mi blog!
UN ABRAZO.
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Enhorabuena Pablo, ya te dije en varias ocasiones que consiguirías el dichoso informe, me alegro mogollón de que lo hayas conseguido. FELICIDADES !!
Por otro lado, aun desconozco si ya tomas las hormonas, doy por hecho que sí, pero no me lo adelantes, pues quiero ponerme al día con tus decisiones y escritos.
También quiero agradecerte públicamente por tu blog, el apoyo que tuve por tu parte, con la llamada que recibí (aun tengo tu número, espero que no lo hayas dambiado :S), antes de comezar mi segunda huelga de hambre en diciembre, estuve muy malita, pero eso ya pasó.
Un beso muy fuerte Pablo
¡¡Hola Andrea!!
Me alegra volver a tener noticias de ti, aunque de vez en cuando paso por tus blogs y leo (aunque no comente).
No te adelanto nada para que te vayas poniendo al día je, je, je.