Llevaba ya unos cuantos días sin postear, y es que he estado… uhm… no sé si ocupado sería la palabra adecuada. Quizá, simplemente, haciendo y pensando en otras cosas.

No tengo necesidad de justificar mi periocidad o falta de periodicidad posteadora, pero lo cierto es que me gusta hablar de las cosas que hago o pienso normalmente y hablar un poquito de como es mi vida cotidiana.

Actualmente mi vida cotidiana se ha visto reducida a cumplir con mis obligaciones. La fecha de la oposición está cada vez más cerca, y eso significa que lo primero es estudiar. Desgraciadamente, no es lo único, y de repente a mis días les faltan horas. Por suerte, aun no se han inventado los días de 36 horas, ya que eso significaría que nos harían trabajar más.

Sin embargo, todavía consigo sacar tiempo para ser persona durante algunos ratos, incluso, en ocasiones, días, y es entonces cuando me pasan las cosas.

A principios de la semana pasada, coincidiendo con la redacción del post «DNI chivato» tuve uno de los típicos «bajones pre-psicóloga». Faltaban en ese momento dos semanas para ir a visitar a esa buena señora que tantas preguntas me hace, y yo empezaba a hacerme mis propias preguntas. A saber:

– ¿Por qué a algunas personas les da el informe en 4 ó 5 visitas y en cambio con otras necesita uno o dos años?

– Si sólo da el informe cuando está completamente segura de la disforia de género del paciente ¿significa eso que no tiene claro el diagnóstico sobre mi? ¿Qué más necesita para aclararlo?

– Aún más; si no ha sido capaz de concluir en todo este tiempo que realmente tengo disforia de género, y que, además, estoy en mi sano juicio ¿no será que está utilizando un método que no resulta adecuado?

Por supuesto todas estas preguntas no se me presentaron así, claramente y ordenaditas con guiones, sino que aparecieron como una tormenta mental, unidas a un nudo en el estómago, y acompañadas de un claro sentimiento de estrés y angustia. Y es que, a estas alturas, empiezo a sentirme como un niño chico al que no le dejan hacer lo que quiere, porque sus padres saben lo que es mejor para él.

Y muchas veces los padres, aunque vayan con la mejor intención, se equivocan. Mi madre insistía en que me dejara el pelo largo y me pusiera vestidos, y no me benefició demasiado.

A parte, respecto a la psicóloga, me veo en la situación de que «cualquier cosa que diga podrá ser utilizada en mi contra». Es decir, si le expongo todas mis dudas y angustias, puede pensar que tengo demasiada ansiedad. Si me quedo callado y espero pacientemente confiando en su buen hacer, puede pensar que no lo necesito. Creo que si todo esto no me agobiase, sería un super hombre. De aquí al Nirvana, de cabeza.

Por suerte, como cada vez que me entra la ansiedad con estas cosas, pude recurrir a mi amiga Mili, que me ayudó a deshacer el nudo mental que tenía y convertirlo en un ovillo relativamente ordenado. Con ella conseguí formular correctamente las preguntas que me daban vueltas en la cabeza, y llegamos a la conclusión de que, ya que todo lo que diga puede ser utilizado en mi contra, lo mejor será que sea yo mismo.

Eso me dejó mucho más… ¿tranquilo? Bueno, al menos libre de agobios. Justo a tiempo para poder empezar a ponerme nervioso por el inminente viaje que iba a hacer para visitar a mi prima.

Mi prima es… una persona que se preocupa por mi. Como toda mi familia en realidad. Hablaría un poco de ella, pero lo cierto es que me da un poco de reparo, en parte porque sé que lee el blog, y en parte porque me enseñaron que está feo hablar de personas que no se encuentran presentes. Creo que basta con decir que se preocupa por mi.

No es que fuese un viaje corto. Total, sólo tenemos alrededor de 900km de distancia. Pero eso en avión es un rato. Lo malo es que la idea de despertarme tarde y perder el vuelo me hace sufrir, y dos días antes de coger el vuelo ya estaba nervioso perdido. También me inquietaba un poco el hecho de que, en realidad, no es que haya tenido nunca demasiado trato con mis primas. Ni con mis primos. Y la distancia no es una excusa, ya que con los que viven cerca tengo tan poca relación como con los que viven lejos.

En realidad, es muy poca la gente a la que he permitido que me conociera bien. Quizá por ese motivo todos mis amigos se han tomado tan bien mi transexualidad: porque sólo he dejado que se me acercaran personas extraordinarias, de las que no se encuentran en todas partes.

Bueno, a lo que iba, que no he tenido mucho trato con mi prima, y, de repente, pasar unos días en su casa… La verdad, me daba un poco de miedo que pudiésemos sentir una cierta incomodidad o que chocaramos. En cierto modo es como si realmente no nos conocieramos nada. Eso lo dijo ella, y creo que lleva razón.

La verdad es que me trató tan bien que me sentí un poco abusón. Estuvo todo el tiempo pendiente de cualquier necesidad que pudiese tener, llevándome aquí y allá, presentándome a sus amigos, y no dejándome pagar nada. Creo que lo que más me duele es no poder corresponder en el tema material, sobretodo porque con el dinero que tengo, me llega justito para comer y pagar las facturas. Me lo pasé muy bien, pero me queda la sensación de no haber «estado a la altura».

Me comentó que espera poder devolverme la visita, porque a ella le gusta mucho la ciudad en la que vivo, y a su pareja le gustaría también venir, ya que de pequeño pasó unos años aquí, y desde entonces no ha vuelto. A ver si es verdad, y puedo «desquitarme» haciendo yo de anfitrión o, como mínimo, de guía turístico, que es lo mío (recordemos que soy diplomado en turismo).

Por supuesto, también vi al resto de la familia. Estas navidades, cuando volví a casa, no dejé dichas las cosas a todo el mundo, por falta de tiempo y ocasión. Fueron mis primas y mi abuela quienes hicieron de «portavoces». Así que, realmente, era la primera vez que me presentaba como «Pablo», o sea, como yo mismo, delante de ellos, y eso también me ponía un poco nervioso. Pero no mucho. No es que pensara que algo podía salir mal… fue un simple caso de timidez.

Al final del puente no me quedó más remedio que volver. Todas mis cosas me estaban esperando. Especialmente toooodas las cosas que tenía que hacer. Y de nuevo el estrés.

Una vez más, pienso que pronto iré a ver a la psicóloga, y voy a preguntarle todas esas cosas. Y no sé qué me va a responder, o si me va a salir por peteneras. Y la fecha de la oposición no sale.

Por suerte, Mili me mandó unos ejercicios para relajarme. Aún no los he mirado, porque hacía tiempo que no estaba tan nervioso, pero creo que hoy va a ser un buen día para hacerlo.