Hace algunos años, cuando empecé a plantearme que no era una chica, no había internet. En los medios de comunicación salía alguna que otra chica transexual, siempre asociadas a espectáculos provocativos, o, en un plano más profesional, Bibi Andersen, que también despertaba mucho morbo.

Así que habían personas que querían cambiar de sexo, pero… ¡¡¡yo no quería ser como ellas!!! Para empezar, parecía que sólo se podía cambiar de hombre a mujer, y, por otro lado, no me sentía para nada identificado con esas personas para las que, al parecer, verse de una forma o de otra no era más que una cuestión de provocación sexual.

Llegué a la conclusión de que lo que me pasaba a mi era algo muy raro, que no le pasaba a nadie más. Un problema que yo no sabía manejar, y para el que no conocía solución posible. La única solución era tratar de olvidarlo (pero olvidarlo de verdad), no hacerme más preguntas, y aprender a ser una persona normal, para llevar una vida normal.

¿Qué habría pasado si en aquel momento hubiese sabido que lo que a mi me pasaba ni era raro, ni era malo, y se podía resolver? Tal vez habría hecho lo mismo que hice, pues, para comenzar con todo este proceso hay que tener una cantidad de valor que yo hasta hace poco no tenía. O tal vez habría hecho las cosas de otra manera y mi vida sería totalmente diferente. No es que me arrepienta de mis experiencias pasadas, ni que sienta que he estado perdiendo el tiempo… Al contrario. Es sólo que… las cosas habrían sido muy distintas para mí.

La falta de visibilidad de los transexuales masculinos tiene sus pros y sus contras. Como «pro», que uno puede mudarse de ciudad, y nunca nadie podrá ni siquiera imaginar que sea transexual. Ni aunque vean las cicatrices de las operaciones. O, por ejemplo, si alguien ve a una persona «de aspecto dudoso», pensará que a lo mejor es una chica que se viste con un estilo muy masculino, o que es lesbiana, pero muy difícilmente se le ocurrirá que pueda ser transexual.

Por el otro lado, hay una falta de información enorme. Ahora me acaba de venir a la cabeza el inmenso alivio que sentí cuando, en un reportaje sobre transexualidad salía un chico transexual. Resulta que lo que a mi me pasaba tenía nombre y no era tan raro como podía parecer. Pero para entonces yo ya tenía una estabilidad que dependía en gran medida de que yo fuese mujer, y el precio a pagar por ser yo mismo se me antojaba inaceptable.

No sólo eso. No podemos pedir que se respeten nuestros derechos, si nadie sabe que existimos. No podemos decir que tenemos ciertas necesidades, que no son específicas nuestras, además, si no tenemos voz para hablar… Y, por supuesto, no podemos pretender que la disforia de género, de mujer a hombre, se vea como algo «normal»,  que es lo que nos gustaría, si ni siquiera se ve.

Pero…¿Quién es el guapo que da la cara? Yo no. Como mucho, he dado un ojo, que anda por algún post de este blog, y para de contar. Y a eso venía este post. Es que unos cuantos chicos hispanoparlantes se han puesto de acuerdo para iniciar un canal en youtube. Ya hay muchos que se graban en video en inglés, y unos pocos (muy poquitos) lo hacían en español. Ahora serán unos pocos más. En total 8, que no es que sea una cantidad asombrosa, pero… es un prinicipio.

El canal se llama Translatinos y hasta ahora no han hecho más que una breve presentación, que ya es mucho aunque pueda parecer poco. A algunos de los chicos los conozco (virtualmente hablando, no en persona), y a otros no. Tan sólo tengo una pequeña objección, y es que la música del video es horrorosa. Pero supongo que no se puede pedir más.