Hacer «vida real», en el contexto de la transexualidad, es relacionarse con otras personas según el rol del género sentido, no del género asignado en función del sexo biológico. Como si todo lo anterior hubiese sido de mentira…
Acceder a la «vida real» es muy complejo. Hay personas que opinan que no se puede hacer vida real hasta que te hormonas, ya que la gente no lo va a comprender. Hay quién lleva una doble vida durante mucho, mucho tiempo, incluso tras la hormonación, por miedo a quedarse sin trabajo, sin familia, al qué dirán, etc… Algunos, como yo, somos un poco impacientes, o muy bastos, y nos decidimos a hacer «vida real» así, sin hormonación, ni anestesia, ni nada de nada.
En estos momentos, vivo como hombre la mayor parte del tiempo. Tan sólo hay un área en la que todavía no puedo mostrarme por completo como soy, y es con mis padres (y una parte de la familia con la que aún no he hablado, porque no tenemos demasiado trato, y no he encontrado aún la forma y el momento). A parte de eso, ante amigos, conocidos, incluso desconocidos, soy Pablo y ya está.
No he llegado a esto de un día para otro, si no que ha sido un proceso gradual. Iba probando en entornos que me parecían más o menos seguros, y poco a poco, a medida que iba viendo que no pasaba nada, me animaba a ir cada vez un poco más lejos.
Todo esto viene a cuento porque quiero contar algunas de mis experiencias en lo que es «vida real sin hormonar». Quizá porque me gustaría que, si alguien en la misma situación leyese esto, se diese cuenta de que las cosas no son tan malas, ni la gente tan cabrona como normalmente creemos.
Lo primero es que creo que la gente tiene tendencia a creerse lo que se le dice. Es decir, que si llegas y le dices a alguien que eres un hombre, o una mujer, y tu aspecto (ropa, peinado, etc) y actitud son acordes a lo que afirmas, los demás lo aceptan sin problema. O a lo mejor no «se lo creen», pero tampoco se atreven a preguntar o hacer comentarios al respecto.
El problema viene cuando estás con amigos que te conocen, y desconocidos. Mis amigos se esfuerzan por usar el género masculino cuando se dirigen a mi, pero a veces lo olvidan (son muchos años) y se lían, o lían al que está al lado, que de repente no sabe si soy un tío, una tía, o un extraterrestre que se acaba de bajar del platillo volante. A lo mejor son imaginaciones mías, pero creo que en esas ocasiones gana la tercera opción, la del extraterrestre. Eso me hace sentir muy solo.
Sin embargo otras veces todo sale estupendamente, y cuando vuelvo a casa lo único que puedo pensar es que me gusta mucho lo que estoy probando, y quiero más.
Este fin de semana fui a ver a mi hermana, que ahora vive a 400km de donde yo estoy, y lo he pasado bomba. En este caso la situación ha sido un poco más fácil, porque sus amigos ya estaban avisados (aunque sospecho que no todos, sólo los más cercanos), con lo que la duda sobre mi género ya venía resuelta de antemano. Es curioso como tonterías tales como que te llamen por tu nombre, o no se esperen de tí ciertos comportamientos, mientras que otros sí que son recibidos con naturalidad, puede llegar a ser una experiencia intensa. Para mi, lo que la mayoría considera que es el «día a día», algo a lo que no se le da importancia, se convierte en una vivencia extraordinaria.
Cuando la cosa no sale tan bien, y parece que el mundo entero se empeña en colocarme en el otro bando (a eso lo llamo «explorar mi parte femenina» :P), entonces resulta agotador y, dependiendo de diversos factores, puedo tardar días en recuperarme. Es muy duro tener que estar peleando de manera constante para afirmar la propia identidad.
En esas ocasiones pienso que debería esconderme en mi casa y quedarme sólo hasta que mi aspecto no de lugar a ningún tipo de error, pero, como soy un cabezón, en seguida borro esa idea de la cabeza. Sería como darme por vencido y reconocer que, en verdad, para ser un hombre tienes que tener un cuerpo de hombre, y para ser mujer, un cuerpo de mujer. Además, el posible beneficio compensa el riesgo, especialmente porque, a parte de lo bien que estoy cuando soy Pablo para los demás, sé que si estoy mucho tiempo solo, o relacionándome únicamente con otras personas a través de la red, puedo terminar por volverme completamente loco, y eso no sería nada bueno para mi.
La conclusión es que se puede hacer «vida real» sin hormonas, y sin tener que someterse a las burlas de los demás. Yo no he encontrado falta de respeto en ningún momento. Pero tampoco es fácil, hace falta tener muy clara la identidad y estar dispuesto a defenderla. Transmitir seguridad y la sensación de que se tienen las ideas firmes. Es una aventura complicada, pero merece la pena.
Hola Pablo,
no parece que el término «vida real» sea muy afortunado. Quiero decir que todo en tu vida es real, no solo lo será a partir de que se produzca un cambio. Tu vida es la que es, con travesía incluída, pero con un antes, un después y un durante. No solo hay un «después».
Es una tontería, pero no me gusta ese término empleado de esa forma.
Supongo que refleja el hecho de que este cambio es muy importante, seguramente más que una obsesión para muchos.
Un abrazo
Sí, el término “vida real” no es nada afortunado, como no lo es el término “transexualidad”. Seguro que lo inventó un médico.
Lo que pasa es que no tengo un término mejor para referirme a lo que quería decir…