Dentro de unos días tendré una entrevista de trabajo. Dos, en realidad, si tenemos en cuenta que también voy a hacer un examen en un ayuntamiento, aunque no tengo esperanzas de conseguir esa plaza.

Generalmente eso sería un motivo para estar contento, pero la cuestión es que de repente he sentido una gran ansiedad, sin saber bien el motivo. Me he pasado un buen rato dándole vueltas, preguntándome qué rincón de mi cerebro estaba enviando esa desagradable señal. ¿Que era lo que no cuadraba?

Finalmente lo he descubierto. No quiero trabajar como mujer.

A estas alturas, aunque aun no tomo ningún tipo de hormonas, y el 90% de la gente me identifica automáticamente como mujer, si me presento como hombre, se me acepta como tal, sin asomo de duda. Sin embargo, en el ámbito de la búsqueda de empleo, no siempre me presento como Pablo, si no que, dependiendo de las circunstancias, uso una u otra identidad.

En este caso, como el contacto me había llegado a través de alguien de mi pueblo, y allí muy poca gente conoce mi condición (porque no llevo un cartel colgado de la espalda, y paso de estar todo el día dando explicaciones a toda la gente que me conoce sólo de vista), pensé que era mejor usar mi nombre legal. Después me he enterado de que la persona no era del pueblo, así que podía haber dicho que soy Pablo, y ya está, pero en fin, ya es tarde para lamentaciones.

Ahora tengo que etrevistarme con una persona, y tengo tres opcciones. Travestirme y hacer de chica, no travestirme, pero hacer igualmente de chica, o, simplemente, explicarle la situación a mi jefe potencial. La primera opción está descartada de plano, y la segunda me obligaría a tener que interpretar un papel que no me gusta durante cierto tiempo, y, claro, a travestirme a la larga, porque el trabajo es de cara al público. Así que creo que voy a ir, le voy a contar quién soy de verdad, y ya está.

Lo malo es que creo que va a ser un suicidio laboral. Sospecho que en esas condiciones no va a querer contratarme porque, habiendo tanta gente «normal» en paro… ¿para qué va a quedarse con uno que es «rarito»? De cualquier modo, si me presentase con el aspecto que suelo tener, sin maquillaje, que es obligatorio para las mujeres que trabajan cara al público, tampoco creo que tuviese muchas oportunidades de que me contrate.

Por otra parte, el trabajo tampoco es que sea la panacea. El horario es bueno, el trabajo en sí, tampoco está mal, pero el sueldo es de 600 euros miserables por una jornada completa, y tampoco es muy seguro, ya que si el negocio no sale adelante, la persona que al final se lo quede se verá en la puta calle. Y como de momento puedo mantenerme con lo que actualmente tengo, no necesito sacrificar mi identidad  por unas condiciones tan malas.

Si al menos no hubiese dicho de entrada el nombre equivocado… En fin, esto me servirá para no volverlo a repetir. Alguien dijo: «mas vale honra sin barcos que barcos sin honra». Supongo que ese tipo, que creo que era un almirante español, no se estaba ahogando en mitad del mar…

Bueno, de momento yo tampoco me estoy ahogando. Sólo me pregunto si soy orgulloso, imbécil, o si ambas cosas son la misma.