Me ha gustado tanto el comentario de Ariovisto que lo voy a hacer mío (espero que no me cobre derechos de autor). Igual que una pesona que ha quedad desfigurada por unccidente de coche tiene derecho a decigir atención médica para reconstuir su rostro. Las pesonas con disforia de género nos merecemos una atención médica que nos permita adecuar nuestros cuerpos al género correcto (nunca he pensado el ello como un “cambio de sexo”, sin, más bien, como una “rectificación”).
Hasta hace no muchos años, este derecho se se nos reconoía, y todo aquel que tenía que iniciar proceso se veía obligado a hacerla a través de médicos privados (los que se lo podían permitir, claro), dando más vueltas que una noria para encontrar un psicólogo o psiquiatra, y, sobretodo, un endocrino, que los quisiera o supiera tratar.
El gobierno andaluz fue el primero que ofreció un servicio adecuado para tratar a las personas transexuales. En ese momento nos convertimos en los culpables de que losdentostas no entren en la Seguridad Social. “Pues para que hagan cambios de sexo, yo prefiero que metan a los dentistas”, dicen muchos. Como si costase el mismo dinero hacer una cosa que otra.
Poco a poco se han ido creando muevas unidades en las duerentes comunidades autónimas (la UTIG de Madrid, el Peset de Valencia, algo que hay en el Clinic de Barcelona, que no sé si es oficial…) y los políticos quedaron estupendamente. Muy prgres, tolerantes y modenos. Que da gusto, vamos.
Bien, no sé como serán las cosas en las otras unidades de España (bueno, sé de oídas, pero no lo he visto personalmente), aunque la realidad es que aquí en Andalucía la UTIG funciona con muy poco presupuesto y mucha fuerza de voluntad por parte de sus profesionales. Las listas de espera para psicoloía y endocrinología no está mal, pero se agascar en cirugía por falta de personal (tengo entendido que la UTIG tiene asignado un cirujano pero ningún anestesista), lo que es especialmente grave en el caso de los varones, pues al comenzao la hormonación, los órganos teproductors se atrofian, se enquista, y pueden desarrllar tumores, incluso tumores malignos a lo largo de los 4 ó 5 años que están esperando a que los operen.
Sin embargo, lo más desconcertante es lo prolongado del protocolo, y la inseguridad que se hace sentir al paciente. La mayoría de las mujeres consideran que semejante espera no es tolerable y se autohormonan sin ningún tipo de control médico, con las consecuencias que ello puede tener. Los hombres solemos autohormonarnos con menos frecuencia, quizá porque nuestro tratamiento parece más arriesgado de llevar sin control, o porque sentimos una menor presión social hacia la adquisición de rasgos masculinos para poder pasar desapercibidos. Después de todo, a nosotros nadie nos mira por la calle, pues el que ve a una mujer con ropa de hombre, todo lo más que piensa es que es lesbiana, o ni eso.
De todos modos, aunque no nos autohormonemos, si se puede decir que vivimos con cierto grado de angustia constante. El pensamiento de lo que podría pasar si no nos dan la autorización para hormonarnos, y la incertidumbre de desconocer los criterios que se están utilizando para diagnosticarnos y no saber si serán erróneos o acertados (después de todo la psicología es casi como la religión, se puede creer en ella o no, y la mayoría de los que llegan a este punto han pasado ya por las manos de diversos psicólogos y psiquiatras que les han hecho perder la fe por completo), crean ansiedad, depresión, inseguridad, angustia, falta de autoestima.
No comprendo por qué, a una persona mayor de edad y en pleno uso de razón no se le permite tomar la decisión de normalizar su cuerpo. Mentira, sí que lo comprendo, pero no estoy de acuerdo con ello. Con la excusa de “proteger al paciente y evitar que tome una decisión errónea que tiene consecuencias irreversibles”, los médicos tratan de protegerse los unos a los otros, cosa que, por otra parte no sería necesaria si tuviésemos un sistema judicial que, ante las reclamaciones infundadas de pacientes que pidieron tratamientos que no necesitaban y luego reclaman por los efectos obtenidos, se les enviase a casa después de decirles que la próxima vez se lo piensen mejor.
De todos modos, aunque los médicos no se hallasen desprotegidos ante las reclamaciones infundadas, no estoy seguro de que eso hiciese cesar el paternalismo innecesario hacia los pacientes. Desde los tiempos de Hipócrates se considera al paciente como alguien incapacitado, que sólo debe obedecer al médico. Sólo ahora esa presunción de falta de criterio y de capacidad para decidir se está empezando a tomar en cuenta, y es algo que, desgraciadamente, todavía no se entiende demasiado bien.
Pero el paternalismo puede causar mayores perjucios que lo que trata de evitar. Las unidades para tratar a personas transexuales son fábricas de enfermos. El paciente que llega sano, o con una cierta ansiedad y depresión, al cabo del tiempo se encuentra con una depresión y ansiedad mayores, e introduciendo en su cuerpo substancias potencialmente dañinas, sin ningún control médico.
Las personas transexuales sí son enfermas, al fin y al cabo (y en este grupo de momento no me incluyo, ya que, de momento, yo estoy bien de ánimos y aun no me he vuelto lo suficientemente loco como para recurrir a la autohormonación, quizá porque voy teniendo suerte con los médicos que me tocan), pero sus enfermedades son otras, y, muchas de ellas son provocadas o agravadas por los médicos que deberían velar por su salud.
Tienes suerte de que no pertenezca a la SGAE, no te pienso cobrar derechos de autor; yo soy de los que pertenece a ese grupo de lelos que nunca se harán ricos, para quienes la cultura, la creatividad y las ideas siempre vienen de otro, pertenecen al pueblo, y me surgen gracias a gente como tú…
Los comportamientos humanos no son enfermedades, son consecuencias de una complejidad neuronal que todavía está por descubrir y que desconocemos.
A mandar, y gracias por tus comentarios en mi blog, amigo Pablo.
Hola Pablo,
gracias por el interesante comentario que me has dejado. Tengo un dolor de cabeza horrible. Cuando se me pase te contestaré y leeré tu nuevo escrito, porque ahora me es imposible.
Un abrazo
Por cierto, Pablo, me imagino que has confundido el comentario de Dicybug con el mío, cosa que no entiendo dada la infinita distancia que hay entre mi calidad expresiva y la suya.
La gente nos suele confundir como si de Castor y Pólux se tratase, pero te prometo que no nacimos del mismo huevo, pues el cisne mitológico puso dos.
http://es.wikipedia.org/wiki/Dioscuros
De todos modos, no te cobraría los derechos de autor.
Un abrazo, amigo Pablo.
Sí que me confundí, pero incialmente. Luego, cuando escribí el post, repasé los comentarios y vi que no, que el que casi me roba el post que yo quería escribir fuiste tú. ¡Aunque eso no significa que el comentario de Dicybug no me gustase o no fuese acertado!
Los dos escribís de forma similiar, sobre temas parecidos, y tenéis la cabeza en su sitio. También soy bajitos, con las orejas puntiagudas y usáis bastón en vuestras largas caminatas a lo largo de la Tierra Media, así que parece lógico que los demás nos liemos un poco.
Hola Pablo,
¿habla ariovisto de su infinita calidad expresiva? En realidad lo copia todo de un blog coreano del que hace traducción libre. Todos lo sabemos.
Te contesto a tu interesante comentario por partes:
No estoy de acuerdo en que flexibilizar el despido vaya a frenar el despido. Las empresas no tienen problemas porque el despido sea caro, sino que tienen problemas porque no hay dinero en el mercado. Abaratar el despido puede que haga que algunas empresas continúen vivas al deshacerse de los trabajadores que les sobran de manera más barata, pero lo único que estaremos haciend será pasar el problema al propio trabajador.
Desde luego puede ser que despedir gente no resuelva el problema real de esa empresa, la falta de liquidez, pero no es una disyuntiva entre que se flexibilice el despido o que todos los trabajadores conserven su empleo. En realidad sería entre que los despidos fuesen ajustados a las necesidades de la empresa y el «todos a la calle» actual.
Tampoco digo que el trabajador cobre menos indemnización. Se podría pensar en que el estado pagase parte de esa indemnización para que no fuese tan costoso para la empresa, pero lógicamente esa empresa tendría no debería tener beneficios excesivos para poder acogerse a esa medida. Algo difícil de controlar (o imposible).
Es decir, el dinero, en lugar de estar en el bolsillo del trabajador despedido, estará en el bolsillo de la empresa en funcionamiento, que, de todos modos a la larga ya no podrá funcionar porque todos esos trabajadores que despidió, además de dejar de sr trabajadores, han dejado de ser consumidores. Por tanto, siguen sin haber beneficios, y por tanto, necesitamos despedir a más gente.
Es verdad. Es difícil saber si es mejor que una empresa aguante un poco más a todos los trabajadores para luego quebrar, con lo que el consumo que ejerzan esos trabajadores estará muy reducido en cuaquier caso (mientras trabajan por precaución, y cuando están en el paro por obligación), o que por el contrario la empresa trate de sobrevivir haciendo solo los despidos imprescindibles. Difícil saber qué es mejor.
Además, flexibilizar el despido deja en situación de indefensión a los trabajadores, tanto ahora como en el futuro. Cuando alguien diga: «yo quiero cobrar horas extra» (cosa que es lógica, ya que no es obligación del trabajador regalar su trabajo), el empresario podrá despedirlo con facilidad y buscar a otra persona que esté dispuesta a hacerle ese regalo. Los trabajadores que exigen sus derechos se convierten automáticamente en desempleados, sin coste para la empresa explotadora.
Totalmente de acuerdo, pero cambiar las normas ahora no quiere decir que el cambio se deba mantener indefinidamente.
Hay muchas formas de evitar que las empresas mueran, sin tener que traspasar el problema a los trabajadores que, al fin y al cabo, son los más indefensos en toda esta situación. Por ejemplo, concediendo créditos para que las empresas puedan aguantar el temporal, a condición de que estos se inviertan en el funcionamiento de la propia empresa. Ofreciendo empleo público, de manera que el estado se convierta en un empresario que contrata personal (justo lo contrario de lo que se está haciendo ahora mismo) y, en general, inyectando en el mercado más dinero del que se recibe, como forma de inversión, puesto que el dinero genera consumo, que genera empleo, que genera impuestos. De esta manera se entra en un ciclo de crecimiento.
Yo no estoy de acuerdo con conceder créditos de forma indiscriminada. El que monta una empresa o compra una casa con una hipoteca asume un riesgo, un riesgo que no hemos buscado los que trabajamos en otras empresas o los que ahorramos para comprar esa casa con una hipoteca menor. Si una empresa no funciona no tenemos que asumir los demás el riesgo dándole un crédito que posiblemente no devuelva porque ese negocio no es rentable. Acabamos entonces con el sistema PER donde el estado paga para que la gente no trabaje, ni ellos ni sus hijos.
¿Por qué trasladarme a mí riesgos que yo no he querido tomar? ¿Tendré problemas yo para comprarme una casa con mis ahorros porque se le están concediendo hipotecas a gente insolvente que no debió pedir esos créditos?
En cuanto a la contratación pública, debería haber solo lo imprescindible. Contratar a más gente es pagar por hacer labores innecesarias y el dinero de esos sueldos no cae del cielo. Exagerando, si todo el mundo es funcionario, ¿quién paga los sueldos? Yo no quiero pagar más impuestos para que la gente viva de hacer trabajos innecesarios. Eso no es aceptable ni sostenible, y no funciona.
Eliminar dinero del mercado, en cambio, genera un ciclo de decrecimiento. Hay menos dinero, luego hay menos consumo, luego hay menos trabajo. Eso es lo que ocurre cuando hay despidos.
Es decir, la medida no es abaratar el despido. Eso es pan para hoy y hambre para mañana de cara a las empresas, y hambre para hoy, y para mañana, de cara a los trabajadores. Lo que se debe hacer es fomentar la productividad.
A lo mejor no es la medida, pero no hacer nada tampoco está funcionando. Mantener el statu quo actual no necesariamente es defender los derechos de los trabajadores.
Me gustó tu comentario. Esperemos que la crisis pase lo antes posible.
Hola de nuevo,
no es una enfermedad, pero desde luego es un problemón, una montaña que hay que escalar y que a corto plazo promete disgustos y sacrificios. La recompensa es poder coronar la cima, pero no parece un paseillo.
Hasta cierto punto es humano decirle al paciente «¿estás seguro? ¿seguro? ¿seguro seguro? Bueno, pues piénsatelo más y vuelve mañana si sigues estando seguro». Es humano, aunque sea una tocada de narices o incluso, como dices, causa de ansiedad/depresión sin necesidad.
No te quejes mucho de los «progres» en estos temas, porque gracias a ellos se ha mejorado mucho la calidad de vida en España de los LGBT. Gran parte de la derecha carece de empatía, como mínimo, con estas personas. «Lo que es, es», como decía un profesor mío del colegio.
Un abrazo
Este chivato rencoroso de Dicybug. ¡me ha descubierto!
Esta es la página, la verdad es que lo que más me ha costado es el traductor, ¡25 € la hora el capullo!
http://blog.naver.com/jangtimjang
Ya te pasaré el traductor, Dicyblogs, que falta te hará…
(Gracias por tu ventanita, Pablo)