Estos días, por varios motivos, estoy mirando hacia atrás. O, más bien, hacia un lateral, hacia los posibles futuros que podrían haber sido y ya no van a ser.
Mi amiga E.S., que dice que no le importa que ponga su nombre, así que, a partir de ahora, se va a llamar Encarni, está organizando su boda, y el otro día fue a comprar el vestido de novia.
Puedo imaginar perfectamente lo que debe sentir una mujer al verse vestida de novia, especialmente en el momento en el que deciden: «este es el vestido que me gusta». Al parecer, es una decisión que les llega de golpe, como una inspiración, y debe ser muy emocionante. Nada que ver con lo que sentirá el novio, que si bien, seguro que le hace ilusión, no es comparable ni de lejos a la ilusión que sienten ellas. Después de todo, en las bodas, la novia es la protagonista absoluta, y el novio, un complemento necesario XD
Tabién, por otros motivos, he estado pensando en lo que podría haber sido el futuro con mi pareja. Ahora que ya tengo la mente más en calma y más centrada, pienso con nostalgia en lo que habría ocurrido si hubiese decidido seguir dentro de mi anterior papel, haciendo lo que se esperaba que debía hacer. Montar mi casa, convivir con mi pareja, quizá… ¿tener hijos?
La verdad es que cuando llego a la parte de «tener hijos» se hace una especie de fundido en negro. Creo que no habría podido pasar por ahí, o si lo hubiese hecho, me habría resultado muy doloroso (me refiero a psicológicamente, no físicamente). Tampoco lo habría pasado muy bien en una despedida de soltera, ni en una boda… teniedo que soportar todos los tópicos que se dicen en esas ocasiones sobre hombres y mujeres, y tratando de explicar que en mi caso no se cumplían.
En definitiva, creo que habría podido seguir adelante un poco más, pero no indefinidamente. Y lo cierto es que eso de vestirme de novia no me hacía la menor ilusión, ni me lo hace ahora. Si alguna vez me atrajo la idea era más por lo que significaba a los ojos de los demás que por lo que significaba para mi mism… ¿mismo? ¿misma? Vamos a dejarlo en «mismo».
Así que es como mirar fotos antiguas, de esas que te hiciste hace 10 ó 15 años, y piensas en lo bien que te lo pasabas entonces y lo distintas que eran las cosas. Pero en realidad, si te ofreciesen regresar a aquel momento y volver a vivirlo todo hasta el momento actual, dirías que no, porque en realidad ahora estás mejor.
Ahora me han dado ganas de eschuchar a Karina:
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Pero, por lo demás, creo todo está bien.
Tus palabras andan muy lejos de lo que deberían ser, balbuceos de alguien atormentado. Sin embargo, desprenden tranquilidad, seguridad y mucha fuerza. Leyendo aprendo y de ti me parece que voy a aprender muchas cosas. El pasado no existe…y le futuro menos.
Estoy de acuerdo con lo que me has comentado en mi blog: más «hay que» y menos «cómo».
Gracias, en cualquier caso, por tu visita.
Un saludo afectuoso, amigo.
Hola Pablo,
si actuamos exclusivamente en función de lo que se espera de nosotros nunca vamos a ser felices. La felicidad no viene de fuera, sino de dentro. Primero uno tiene que estar en paz consigo mismo, orgulloso de cómo es, de cómo actúa, y a partir de ahí posiblemente eso le haga tener aceptación externa, o no.
Un abrazo
Ariovisto: Hombre, es que atormentado, lo que se dice atormentado, no estoy. Sólo un poco jodidillo, pero no más de lo normal, je, je, je.
Dicybug: Pues sí, para poder ser feliz y hacer felices a los demás, lo primero es estar bien con uno mismo. Curiosamente, esa cosa tan sencilla a veces se nos olvida.
¿Ves como contigo voy a aprender un montón? Por eso lo decía… ni das esa sensación, ni debes…pero los ignorantes nos imaginamos películas extrañas, ya sabes.
Los atormentados no frecuentan los blogs con la sinceridad con la que tú los frecuentas.
Un saludo, Pablo, ¿no?
Hola Pablo,
tu escrito me recuerda un historia que he leído hace poco. Te la resumo:
Un granjero descubre un buen día que en el nido de un ganso hay un huevo de oro macizo. Al principio no se lo cree, pero día tras día en el nido del ganso van apareciendo más huevos de oro. El granjero se hace bastante rico, pero se pone nervioso e impaciente, y decide coger todos los huevos, así que mata al ganso y lo destripa, llevándose la sorpresa de que dentro del ganso no había ningún huevo.
El autor del libro cuenta esta historia para lanzar el mensaje de que hay que mantener un equilibrio entre el producto que obtenemos y el mantenimiento de lo que nos proporciona ese producto, o en otras palabras que no podemos matar el ganso de los huevos de oro para obtener un buen resultado a corto plazo que, a lo mejor, ni siquiera es tan bueno (y tampoco podemos estar toda la vida cuidando al ganso sin recoger los huevos).
Un abrazo
Yo diría que más bien soy como un granjero que tenía una vaca lechera y una seria intoerancia a la lactosa. Simplemente no podía aprovechar lo que obtenía, así que es mejor dedicarme a otra cosa (¿tal vez a la produciión de leche de soja?).