El otro día leí un artículo escrito por Mar Cambrollé, presidenta de la Asociación de Transexuales Andaluza, que se titulaba: “La transexualidad no es queer”. Este artículo venía criticando el lema “ni hombres ni mujeres” que esgrimen algunos colectivos queer y al que, algunas personas consideran que los transexuales deberíamos adherirnos, puesto que rompemos los estereotipos de lo masculino y lo femenino.
Creo que ya he escrito antes sobre las teorías queer (o tal vez no), pero de todos modos, daré una breve explicación respecto a lo que son. Según la teoría queer, el género como tal no es más que una “performance”, un rol inventado por las personas para estructurar la sociedad de una forma artificial y que se nos impone a través de la educación desde el momento del nacimiento. Lo que viene a significar que si nadie se esforzase por inculcarnos una idea sobre lo que es lo masculino y lo que es lo femenino, hombres y mujeres seriamos iguales en nuestra manera de pensar y nuestro comportamiento.
Desde cierta perspectiva podría afirmarse que las personas transexuales demostramos que todo esto es cierto, pues cambiamos nuestro rol de género al llegar a la edad adulta, a desprecio de los esfuerzos realizados por nuestros padres (y la sociedad en general) para que fuésemos otra cosa.
Sin embargo, desde otro punto de vista, los transexuales somos la prueba viviente de que existe diferencia entre hombres y mujeres, puesto que nos sentimos tan identificados con un género concreto que no soportamos la idea de ser otra cosa. Defendemos con todas nuestras fuerzas que somos tan hombres o mujeres como el que más porque así es como nos sentimos. Demostramos que, a pesar de que desde fuera se nos intenta educar para que aprendamos ciertos comportamientos, nuestra propia naturaleza nos obliga a adoptar un rol de género diferente, de manera natural.
Mar Cambrollé, al afirmar que la transexualidad no es queer utiliza este segundo punto de vista como argumento. Sin embargo, otras personas transexuales afirman con todas sus fuerzas lo segundo. Tanto unos como otros hacen afirmaciones rotundas, tratando al colectivo transexual como un todo sobre el que podemos hacer aplicar demostraciones matemáticas que son siempre ciertas.
Yo antes me adhería a las teorías queer, y afirmaba que, en efecto, hombres y mujeres somos iguales. Ahora tengo puesta esa idea en revisión, pues me he dado cuenta de que lo que en realidad ocurría era que percibía que YO era igual que un hombre (claro, es que soy un hombre). Desde esa perspectiva, ahora me planteo que el hecho de que yo me viese como un hombre a pesar de que trataba de autoconvencerme con todas mis fuerzas de que era una mujer, viene a significar que puedo percibir una diferencia real y palpable entre un género y otro, y por tanto esa diferencia existe.
Sin embargo, luego leo a Kim Pérez, defensora férrea de lo queer, y me doy cuenta de que, aunque no estoy de acuerdo con muchos de sus planteamientos, la esencia de mis ideas y de las suyas es, de algún modo, similar.
Lo bueno que tiene Kim Pérez es que ella no pontifica. No trata de convencer a nadie de que sus ideas son las correctas y todos los demás están equivocados. Es flexible y no pretende llevar la razón absoluta, ganar ningún debate o imponerse a nadie. Lo mismo hace Carla Antonelli, una activista valiente y decidida, que gestiona uno de los mayores portales de información para personas transexuales sin aprovecharlo para tratar de inculcar a nadie su manera de pensar. Miento. Sí que trata de inculcar una idea, y es la idea de que cada persona es un mundo, y que todos somos libres de pensar, hacer y decir lo que queramos, siempre que mantengamos el respeto hacia quienes tienen opciones y opiniones diferentes
Pienso que, al final, esta es la única idea que es siempre correcta y verdadera. Creo que es posible que hayan personas transexuales queer, y personas transexuales no queer, al igual que hay personas queer y no queer entre el colectivo “no transexual”. Me da la impresión de que el ser transexual no debería presuponer una serie de ideas o comportamientos. Que una persona transexual puede ser machista o feminista, que un hombre transexual puede ser un buen “amo de casa” o no ser incapaz de freír un huevo, al igual que una mujer transexual puede ser una experta en bricolaje o no saber por qué lado se coge un destornillador, que a las personas transexuales puede gustarnos más el helado de vainilla que el de nata.
Si nos negamos a aceptar las imposiciones que la sociedad nos tenía reservadas por nuestro sexo desde el momento de nuestro nacimiento ¿No deberíamos tratar de no imponernos nada a nosotros mismos, entre nosotros mismos, como colectivo? Dejemos las pontificaciones para los curas y los profesores de universidad, y dediquémonos a intentar ser libres y a permitir que otros lo sean.
Aunque si alguien piensa que existe alguna idea sobre la que se puede generalizar, yo no le impediré hacerlo, ni le juzgaré por ello, faltaría más.
Lo que dices es muy cierto, en varios aspectos y en especial sobre las imposiciones, que no solo se queda en lo que escribiste, aqui en chile como eres hombre DEBE (no hay posibilidad de que no) gustarte el futbol, y a mi me carga, y la gente de mi edad que tiene la mente mas cerrada que una almeja, no acepta el hecho de que yo tenga distintos gustos sobre eso. Incluso llegue a escuchar a un compañero decir: «A mi no me gusta el futbol, pero juego para «caer bien» al resto». Y yo digo ¿Para que aparentar ser otro?, ¿para que el resto no te mire con ojos curiosos y miradas casi despectivas. En el caso de la mujer, ahora se esta «liberando» mas, porque antes y aun, la «vision» que el hombre tenia de la mujer era de una persona fragil, que debia ser cuidada y quedarse en casa. Ahora ellas estan mas al poder, como cargos importantes y hasta jugadoras de futbol, siempre se le dio el estereotipo de fragilidad y debilidad. Ahora es muy distinto, pero la discriminacion sigue, hasta el punto de que a un hombre que trabaje en su puesto gane mas que ella por ser mujer.
Aquí las cosas son más o menos iguales, aunque a los hombres ya no tiene por qué gustarnos el futbol (antes podíamos elegir entre el futbol y los toros, claro). Las mujeres cobran menos por el mismo trabajo, y tienen muchas más dificultades que los hombres para encontrar trabajo, como si no fuesen tan buenos como ellos o algo así.
También es verdad que las mujeres están prácticamente obligadas a asumir las cargas familiares prácticamente solas, y a las que no lo hacen se las mira mal, como madres «desnaturalizadas» que no atienden bien a sus hijos, esposas descuidadas, o hijas desagradecidas que no cuidan de sus mayores.
Hay mucho que cambiar todavía.
Hola Pablo,
me parece que me quedo con tu conclusión: mejor no buscar reglas en algo tan complejo y tan personal. ¿Quién nos va a decir cómo nos tenemos que sentir? Cada persona es un mundo.
En cualquier caso es un tema curioso: te sientes hombre, pero ¿cómo lo sabes? ¿qué rasgos de tu personalidad identificas como «de hombre»? ¿Son esos rasgos compartidos por todos los hombres? ¿Cómo lo sabes? ¿Coinciden con los estereotipos?
No pretendo que me respondas ya que son asuntos personales tuyos; solo es un pensamiento que me llama la atención.
Un saludo
Es un pensamiento que a mi también me llama la atención. Tal vez si supiera como se sienten las personas que no son transexuales y están cómodas con su sexo de origen, podría responder.
¿Como sienten los hombres que son hombres y las mujeres que son mujeres? ¿De donde salen todos estos sentimientos que hacen que una persona esté dispuesta a pagar cualquier precio con tal de lograr que la realidad encaje con su propio autoconcepto? ¿Por qué algunas personas tienen este sentimiento y otras no? Me gustaría saberlo, pero de momento no encuentro la respuesta.
Sin embargo, cuando algún amigo me pregunta si tan malo es estar como estoy, siempre les pregunto si ellos estarían dispuestos a tomar hormonas para asemejarse al otro sexo, aunque supieran que con eso se iban a solucionar la vida a nivel afectivo, social, familiar y laboral. Todos me dicen que no, y cuando les pregunto por qué me dicen: «no se, debe ser mi naturaleza».
No sé qué pensar sobre eso.
Puesto que el artículo de Mar Cambrollé ha vuelto a salir a la luz, me gustaría sacar a la luz también mi respuesta. Esta entrada se escribió el 13 de enero de 2009, al inicio de mi transición, desde el desconocimiento de muchos conceptos como el de no-binarismo y los Conjuntos Difusos, empezando a plantearse este último a mediados del año 2009 (meses después de que yo escribiese esto). Tampoco tenía, en ese momento, relación alguna con Kim Pérez, ni con Mar Cambrollé.
Veo en este artículo un «yo» más inocente, que había reflexionado menos sobre si mismo, y, sin embargo, hoy, dos años más tarde, puedo suscribir cada palabra que escribí, excepto el mal uso del término «queer».