No es exactamente lo que le dije a mi madre anoche, pero es un resumen bastante bueno. Me lo sonsacó después de que llegara a casa llorando como una Magdalena. Quería saber qué era eso tan gordo que me había hecho dejarlo con mi pareja (jo, hasta escribirlo me duele) y ya empezaba a preocuparse más de la cuenta con respecto a cuales podían ser los motivos.

¿Hice bien en decírselo? ¿Le habría dolido menos permanecer en la ignorancia? Son preguntas que no tienen respuesta.

La cuestión es que, después de hablar un rato, mi madre llegó a dos conclusiones:

1) Soy gilipollas por dejar escapar a alguien como Mic, ya que nunca voy a encontrar a otra persona como él, ya sea hombre o mujer.

2) Estoy como una regadera por ser una mujer que se cree que es un hombre.

Lo peor de todo es que lleva razón en las dos cosas.

Después se lo dijo a mi padre, y al parecer le dió mucha risa. No me hicieron más comentarios al respecto y yo me quedé flipando pepinillos, además de un poco asustado por lo que podría pasar hoy, cuando lo hubiesen asimilado todo.

Esta mañana me he levantado a las 7:00, como todos los días. En casa soy siempre el primero en levantarme, porque aprovecho para estudiar. ¡Cual no sería mi sorpresa al ver a mi padre, a mi madre y a mi perra, sentados a oscuras y en silencio en el comedor!

Sacando el poquito de valor que ayer me prestó Mrs. M, me senté yo también y les pregunté si querían hablar. Y sí, querían. La bronca que ha venido a continuación ha sido monumental… pero en parte me la merezco. Mi padre ha hecho un buen repaso a todos mis errores pasados… y ¡mierda! Ha llegado a la misma conclusión a la que ya había llegado yo solito: que no soy ni un hombre ni una mujer, tan sólo un niño malcriado (bueno, él ha dicho «niña», pero en la infancia esas cosas no son tan importantes). Maldita sea… toda mi vida peleándome con mi padre, que siempre se ha empeñado en poner el dedo en la llaga sobre mis peores defectos, y ahora va a resultar que llevaba razón en todo y desde el principio.

Pero tener consciencia de los puntos débiles de uno mismo es el primer paso para perfeccionarse ¿no es cierto? Además, mientras hablábamos de mi patética situación personal (29 años estudiando para no conseguir nada, y una vida laboral pésima, ya que nunca he sido muy buen trabajador), he recordado a alguien a quién conozco y que estuvo en una situación similar. Años más tarde, ese alguien se ha convertido en un hombre adulto, responsable y apreciado, y en un ejemplo a seguir. Así que aun hay esperanza de que yo me reforme y llegue a ser un hombre hecho y derecho en lugar de un capullo irresponsable.

A parte de eso, en principio parece que a mi padre no le importa si soy hombre o mujer, mientras crezca de una puta vez, que ya va siendo hora.

La perspectiva de mi madre me duele más. Creo que piensa que les he manipulado a todos haciéndoles creer que me iba a vivir con mi chico y aceptando sus regalos, cuando en realidad yo era consciente de que no lo haría. Nunca fue esa mi intención. Si dije que me iba a ir, era porque lo pensaba de veras. Cuando he comprendido que eso no es posible he avisado a todo el mundo en cuanto he reunido el valor suficiente para ello. No sé que otra cosa podría haber hecho.

A medio día mi madre me ha comentado que quiere vender mi ajuar. Yo le he recordado que, en cierta ocasión mi hermana le preguntó si nos prepararía igualmente el ajuar si fuesemos niños, y ella dijo que sí. Su respuesta ha sido esta:

– Pero es que tú no eres un niño, tú vas a ser una cosa intermedia.

– ¿Y las cosas intermedias no tenemos ajuar?

– No.

– ¿Por qué no?

– Porque el ajuar es para cuando uno se va de casa, y tú sola, tal y como está la vida, no te vas a poder ir.

La teoría es que nadie en el mundo puede enamorarse de «las cosas intermedias». Yo he protestado y he dicho que podía buscarme alguna chica que también fuese una «cosa intermedia», pero al parecer la respuesta no era buena porque todas las «cosas intermedias» son promiscuas y no se comprometen con nadie.

– Pobres «cosas intermedias» – he dicho yo al fin -. Con lo difícil que lo tenemos, y ni siquiera tenemos derecho a ajuar.

– Entonces no quieres que lo venda ¿no?

– Pues no.

– Pues ya me dirás donde lo metemos cuando quitemos la tienda.

Me han quedado varias conclusiones. En primer lugar, que mis padres ya se han resignado a que no me vaya nunca de casa, lo que significa que no me van a echar (eso me preocupaba seriamente). En segundo lugar, que ya tengo recorrido el 50% del camino del reconocimiento de género de mi madre. He pasado de «mujer» a «cosa intermedia» (transexual), así que ya estoy mucho más cerca de «hombre transexual». En tercer lugar, que tiene confianza en que me saque las oposiciones a la primera (cuando las saque, ella cerrará la tienda). Si al final conservaré el ajuar de los cojones, aun no me queda claro.

En fin, me voy a estudiar como parte de la tarea de convertirme en un hombre de provecho, funcionario, y a mi madre en una ex-tendera que no sabe donde meter las cajas del ajuar de su «cosa intermedia».

Como me ha jodido que quiera vender el ajuar.